LAS UPANISAD, ENSEÑANZAS ATEMPORALES
De la Introducción, por
Consuelo Martín
La sabiduría sólo se
revela en un estado de conciencia de unidad (advaita), se comprende por
intuición y se vive por contemplación, nunca mediante manipulación
especulativa. Los conceptos vendrán después, si es que se trata de formular
aquello que en rigor escapa a toda fórmula. Es así como el conocimiento
verdadero (jñana) se presenta con fuerza suficiente como para despertar al ser
humano de su sueño ancestral y motivar su voluntad oculta en desapego a lo
efímero y amor a lo eterno.
También se designa este
conocimiento con la palabra prajña. Y tanto jñana como prajña no han de
entenderse como simple conocer cosas, personas o relaciones entre hechos. Se
alude ahí a un saber que no es representación pensada sino toma de conciencia
(vjñana). Es un descubrir en sí y por sí cuando el sí mismo se expande al
infinito. Es un ver que en último término arriba a un ser lo visto. La dualidad
cognoscitiva desemboca ahí en la no-dualidad gnóstica.
Sólo es verdaderamente
universal y total la verdad que nos abre al estado no-dual de conciencia. Lo
demás son meras aunque loables aproximaciones movidas por el deseo de
generalizar. Por eso cuando hallamos una filosofía como la de las Upanisad, que
perfila con claridad esta apertura, reconocemos de inmediato que no nos enfrentamos
a un libro que sólo nos informará del pensamiento de una cultura lejana;
estamos a punto de encontrarnos con una de las más bellas expresiones de la
sabiduría de la humanidad.
Las Upanisad trasmiten
una enseñanza revelada. Y entendemos que revelación es lo que ha sido
descubierto por inspiración. Pero, a la vez, puede verse en ellas la base para
una filosofía coherente racional, válida para cualquier ser humano que viva un
momento de avidez por investigar sobre las verdades últimas del ser y el existir.
Así es la filosofía advaita que se desprende de los comentarios de Sankara a
los libros upanisádicos.
Hemos de señalar además
que sus afirmaciones se fundamentan en la experiencia de una mente
contemplativa. El camino está abierto para quien anhele emprenderlo en el
silencio de la contemplación, tal como algunos seres humanos han hecho en todas
las épocas y tradiciones. Y esto es algo que responde muy bien a las
inquietudes y demandas actuales: las de deshacer los moldes convencionales que
el pensamiento racional en su limitación creara como provisionales andamiajes
anteriores a la sabiduría. El camino así trazado desemboca en un descubrir sin
límites.
La revelación de la
verdad no-dual
Las verdades esenciales
inspiradas implican una visión impersonal, transcultural e incluso atemporal,
imposible a partir del nivel del pensamiento lógico del ámbito mental (manas).
Para descubrirlas y transmitirlas es imprescindible una intuición o visión
directa en el espacio de la inteligencia iluminada (buddhi en los textos
védicos). Y lo que se comprende en ese estado mental tiene el sello de la
evidencia que aporta sabiduría (prajña).
No metafóricamente sino
de manera real la colocación de la identidad de una persona en ese lugar o
estado implica un poder espontáneo de discernimiento (viveka) para distinguir
lo verdadero de lo falso o lo real de lo ilusorio, que difícilmente puede ser
comprendido y aceptado por quien no haya salido del lugar habitual del
pensamiento. Para los que se encuentren en esta condición limitada, toda
enseñanza revelada de la humanidad como la de las Upanisad permanecerá
indescifrable. En ese caso una interpretación meramente conceptual la reducirá
a una doctrina entre otras muchas del pasado. Siempre ha sido así,
inevitablemente. Y quizá por eso estas revelaciones se llamaron "doctrinas
secretas"...
Estos mensajes de
sabiduría ofrecen una llave para abrir la puerta de la realidad intuida o la
verdad oculta tras la percepción. Se ofrece ahí sencilla y directa para quienes
tienen el anhelo de verdad que no se sacia con apariencias. Y la verdad
revelada es ese agua que, una vez bebida, no antes, ya no se tendrá sed jamás,
como recordamos de otros textos revelados más conocidos entre nosotros...
En estos libros
sagrados para la tradición, la llave de la apertura a la revelación de la
verdad la presentan antiguos sabios que a su vez fueron ayudados por otros
sabios para descubrirla. Todos ellos tuvieron la decisión inquebrantable de
abrir con ella la puerta que conduce de lo finito a lo infinito. Y el anhelo de
infinitud estuvo y está en la base de aquella determinación de la unidad tal
como se expresa al comenzar el quinto adhyaya de la gran Upanisad del Bosque:
Aquello (absoluto) es
infinito,
esto (relativo) es
infinito.
El infinito tiene su
origen
en el infinito.
Las enseñanzas
upanisádicas se transmiten siempre de una manera personal, precisamente por lo
impersonal de su mensaje. Las comunica quien tiene una visión no-dual de la
realidad a quien por intuición y contemplación ha superado el mero conocer
sensorial y especulativo con la realidad que les corresponde. Así maestro y
discípulo no son dos sino una sola conciencia y la verdad transmitida no es
distinta del que la enseña o la aprende. No es de extrañar que en aquel
entonces, como en todas las épocas, fueran pocos los dispuestos a tal
enseñanza: Pocos son los que tienen la posibilidad de oír hablar de Aquello. Y
entre los que lo oyen, pocos son los que lo comprenden (Ka. Up. 1, 2, 7).
Sólo puede transmitirse
la verdad como revelación de conciencia a conciencia y no de pensamiento a
pensamiento. Ha de llevar a cabo esta transmisión una persona que haya recibido
esa revelación en lo intimo de su ser y en su vida se haya ido haciendo una sola
cosa con ella. Porque descubrir la verdad absoluta es serla, es ser un
brahmanishtha. Cualquier cosa hecha con esta intención pero desde fuera es
representación de ideas, por lo que toda obra religiosa (karma), ceremonia,
plegaria, meditación, iniciación, acto caritativo, servicial o heroico, no
tocará el ámbito de la verdad revelada. Y ese reino, aun siendo herencia de
todo ser humano, permanecerá como un secreto para las buenas gentes religiosas.
Desde el punto de vista
del conocimiento convencional dual estas enseñanzas fueron, son y serán siempre
esotéricas. El hecho de que se expresen en conceptos y palabras no basta para
deshacer su misterio, pues la revelación que contienen sobrepasa la estrecha
limitación de las ideas. El que se escuchen, se memoricen y luego se repitan no
las convierte en exotéricas. Porque no son secretas por no ser conocidas ni por
ser inaccesibles, sino por permanecer siempre ocultas a la mente pensante
(manas).
Hemos visto que las
Upanisad no se proponen implantar unas doctrinas, como podríamos pensar en una
lectura superficial. No encontramos, si las comprendemos, dogmas religiosos ni
sistemas de filosofía; aunque han sido y aún son fundamento de profundas
reflexiones sobre la realidad, de grandiosas metafísicas, como la advaita, y de
sinceras actitudes religiosas.
El propósito de estas
enseñanzas secretas es conducir a la experiencia de unidad de conciencia allí
donde las ilusiones de la visión dual desaparecen. Pero la misma palabra
"experiencia" es inadecuada para señalar una vivencia que sobrepasa
la experimentación de un experimentador unificándole con lo experimentado. Como
el lenguaje se crea desde el conocimiento dual, difícilmente puede evocar el
estado que lo trasciende... Con las Upanisad nos encontramos ante un reto
inusitado: acabar con la creencia de lo que nos parecía ser real para descubrir
la realidad desconocida de un nuevo estado de conciencia.
La advaita es la única
metafísica construida directamente desde esa inspiración de la unidad
trascendente e inmanente a lo conocido. Y la ha colocado como realidad de
realidades, realidad absoluta, a partir de la cual las realidades conocidas
físicas, afectivas y racionales son relativas como proyecciones de una visión
limitada...
La experiencia última
upanisádica aporta la única verificación posible a la verdad trascendente que
puede dar total sentido a la existencia: la unidad de conciencia. Está más allá
de las habituales confrontaciones empíricas y lógicas porque trasciende el
ámbito de lo objetivo. No se puede objetivar el estado de conciencia no-dual al
que apuntan las indicaciones de estos textos. Es necesario vivenciarlo para
poderlo comprender en su plenitud. Aunque una intuición de él siempre es
posible, mientras lo intuido se archive en conceptos para ser repetidos sin la
vivencia, perderá su operatividad, tal como ha venido sucediendo en tantas
aproximaciones verdaderas a través de la historia de la filosofía occidental.
Más que con una doctrina interpretable según una hermenéutica particular; nos
encontramos ante una invitación a investigar sobre la realidad. Por eso no se
requiere aquí defensa ante otras teorías. Simplemente está ahí por si alguien
intuye, ve y contempla un camino en su conciencia hacia la conciencia una.
La esencia de las
enseñanzas de las Upanisad es la evidencia con que proclaman la posibilidad de
descubrir la identidad última del ser humano. Y señalan además que ese
descubrimiento conlleva un doble hallazgo: el encuentro con el propio ser
incluye el del ser de todas las cosas. En expresión sucinta un maestro védico
señala: Tú eres Aquello (tat tvam asi) (Ch. Up. VI, 8, 7). Y un discípulo
responde al descubrirlo: Soy lo Absoluto (aham brahma asmi) (Br. Up. 1, 4, 10).
Lo Absoluto es todo y
cada una de todas las cosas, visto desde el cuarto estado (turiya):
Todo esto (todo lo que
existe) es lo Absoluto (Brahman), el Ser (Atman) es lo Absoluto y el Ser tiene
cuatro cuartos (estados de conciencia) (Ma. Up. 11).
La realidad es una o,
para evitar la confusión de la numeración: no-dos. Y no puede ser otra cosa lo
real en el ser humano una vez descartadas las superposiciones que añade la
mente dual. Sankara explica la percepción dual sensorial y pensada como superposiciones
que la consciencia de algo, escindida en dos, hace en la conciencia en sí o
no-dual. Se comprende que si no hay sino conciencia, al encontrarse en lo
íntimo con la propia realidad se descubra la realidad absoluta. Al final del
Aitareya se dice:
La conciencia da
existencia a todo esto (todo lo que existe); es su sustancia. Todo está
impulsado por la conciencia; la conciencia fundamenta el universo entero; es su
origen, su realidad. La conciencia es el Absoluto (III, 1, 3).
La identidad última del
ser humano es, pues, pura conciencia. Se descubre al terminar la separación en
la mente entre el que contempla y lo contemplado en la conciencia del
contemplador (prajña). Y la conciencia es lo Absoluto (prajñanam brahman).
El nivel que capta la
unidad de conciencia es el más elevado si miramos las distintas maneras de
percibir la manifestación o los diferentes estados de conciencia. A partir de
su luz es posible la contemplación, creación y percepción de todas las
realidades relativas.
Cuando lo real se hace
"consciente de algo" se bifurca en esa consciencia reflejada. Y la
reflexión se produce en el mismo seno de la conciencia, aquello que ha sido
llamado lo sagrado o lo divino: Todo lo que existe en este universo cambiante
está en el seno de la divinidad (Isha Up. l). Así todo cuanto aparece es
inteligencia (prajña) que trasciende el mero conocer (intelligere)...
Al tomar conciencia de
la propia identidad, más allá de lo empírico o personal, y trascender lo que
caracteriza a esos dominios, se deshacen las diferencias entre el ser humano y
lo divino en lo inmanifestado, o entre el ser humano y el universo en la
manifestación. Y es posible asistir al movimiento total en la conciencia que
muestra la apariencia de un universo múltiple: Saguna-Brahman [Brahman
condicionado o Dios con atributos].Todas las cosas no serían entonces más que
el resplandor de la luz de un fuego.
En la conciencia se
crea todo y esa creación se produce a distintos niveles de realidad que son
otros tantos estados de conciencia. Por eso ser consciente de esa creación y
aniquilación incesante es comprender lo que somos y lo que es. El gran misterio
que las apariencias ocultan celosamente es la no-dualidad entre la identidad
profunda humana (atman) y la realidad unitotal (brahman)...
Al transitar por estos
parajes, desconocidos para el pensar dual, de la mano de la inspiración
revelada de las Upanisad, no creamos que nos hallamos ante exóticas
experiencias. Descubrir la realidad última es la meta próxima o remota de toda
aventura en la temporalidad. El estado despierto, abierto a la realidad
absoluta, es el estado natural del ser humano (sahaja).
Fuente: Consuelo
Martín. upanisad (Trotta, 2009)
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