YOGA Y CATARSIS
Apuesta por la creencia de que el ser
humano es un retoño aún sin desarrollar
El Hatha yoga se rige bajo la
matemática ley del mínimo esfuerzo muscular y la aplicación de forma absoluta
de la conciencia. Sólo en la plena atención al estrépito que supone el silencio
interior somos capaces de reconectar con los movimientos naturales del cuerpo
en su torsión, flexión y estiramiento, y encontrar la circulación del prâna a
través de la estructura psicofísica que nos conforma como seres anchos, largos
y altos. Del mismo modo, somos tridimensionales en nuestro su aspecto grosero y
sutil. Es decir, somos somáticos, psíquicos y espirituales.
De los dos primeros tenemos
constancia a diario. El segundo es inherente al campo de la fe, donde el yoga
apuesta por la creencia de que el ser humano es un retoño aún sin desarrollar
toda su potencialidad y que encuentra su máxima expresión en la fusión con el
Absoluto, la fuerza que originó al mundo y que en sí misma es el mundo. Este
Absoluto es lo que existía un segundo antes del Big Bang. Los físicos dicen que
existía una singularidad que no cumple con ninguna ley de la física, pues hay
que entender que, no habiendo materia ni luz, no podía existir una ley física
ni cuántica aplicable.
Los seres humanos no somos sino una
forma atomizada de esta fuerza que explotó de sí misma y se expandió de sí
misma sobre la Nada para conformar el Todo. En la exploración de la naturaleza
de este átomo existe un sustrato íntimo donde tienen su encuentro la mente y la
materia. Es desde este punto donde podemos evolucionar a un estadio de
conciencia con un nivel de vibración mayor, acortar la distancia con nuestra
génesis. El Hatha yoga lo consigue bajo el son de un ritmo muy poco natural
pues implica la destrucción sistemática de uno de los cuerpos: la mente.
Si bien es una herramienta básica
socialmente hablando, su continua manifestación nos somete a sus designios.
Estos son aún inexplicables y absolutamente independientes de nuestra voluntad.
Nadie en su sano juicio desea ser
celoso o recordar, en los momentos más inoportunos, episodios amargos de
nuestra biografía. Nadie toma como objetivo perder el sosiego o el sueño
atosigado por pensamientos que vienen y van sin control. Sin embargo, somos víctimas
de estos sucesos y nuestro equilibrio mental parece más ocasional que
permanente. Esto nos demuestra la fuerza y autonomía de la mente, que se
manifiesta con una gran fuerza centrípeta desde nuestra más tierna infancia: es
la denominada etapa egoísta, que termina traumáticamente en un cuello de
botella al tener que abandonar sus certezas basadas en el egocentrismo para dar
paso a la integración en el conjunto social, donde el “yo” queda fuera de campo
ante el “nosotros”.
Red física y neural
Somos una red física y neural, una
arquitectura basada en conceptos geométricos encadenados que tiene la ventaja
de que sus partes pueden obrar de forma independiente. Para mover una mano no
necesito implicar a las articulaciones de mis piernas, por ejemplo, pero eso no
implica que en la elaboración de una postura estática o en la ejecución de un
movimiento no existan repercusiones a lo largo y ancho de mi geografía.
Esto también se refleja a nivel
psíquico donde el resultado es más devastador por cuanto sugiere de liberación
o frustración, represión o alegría.
La sumisión a la idea de la
complementariedad en la cual el camino y la meta se convierten en uno nos
conduce a la idea de que, a través de las extremidades del cuerpo y sus
articulaciones, activamos la liberación de la mente. Cada parte del cuerpo
físico, cada porción, se convierte en el soporte del resto de sus componentes y
a su vez en un instrumento catártico de la psique.
Esto no carece de cierta paradoja
pues el movimiento en el yoga tiene más de impulsivo, cuando se domina su
técnica, que de planificado. Es la misma impulsividad de la danza o del arte
marcial. Esto no significa que no existan técnicas, instrucciones precisas,
detalles. Implica que la aplicación del pensamiento enturbia la ejecución del
movimiento. Si pensamos cómo andamos rápidamente nos quedaremos paralizados y
descoordinados.
No podemos olvidar que el impulso
tiene un origen vinculado a lo ins-tintivo, al deseo, a la consecución del
placer. Sin impulsos arraigados a lo más íntimo de nosotros, no realizaríamos
nuestros sueños: se encuentra vinculado directamente no sólo a la
supervivencia, sino a la vitalidad.
Pulsión y voluntad
El Hatha yoga aprende a dominar a la
mente mediante la contorsión en posturas cuyo condicionamiento requiere una
gran fuerza de voluntad, ya sea por la fuerza empleada o incluso a veces el
dolor que supone adquirir laxitudes mayores. No sólo mejora de forma inmediata
males de espalda, sino que le va a proveer de la alteración de nuestra
conciencia hasta tener un encuentro con el arrebato místico.
Es el estado de meditación, un estado
de trascendencia y contento reservado para el practicante entregado a su
práctica. He aquí donde la pulsión y la voluntad tienen su noviazgo. Al no
existir impulsos que no vayan encaminados hacia un objeto concreto, la voluntad
lo dirige y dimensiona hacia la búsqueda de un logro que va más allá de su
beneficio inmediato, erradicando a la mente.
El yoga es una herramienta sumamente
eficaz y eficiente a la hora de controlar este impulso sin inhibirlo como obra
la mente, sino dotándole de una esfera de libertad y liberación. Esta
transgresión de nuestras inhibiciones es lo que induce al impulso a
manifestarse y buscar su consumación. Es lo que entenderíamos como superación de
uno mismo.
Trabajando desde la frustración,
desde la rendición del cuerpo, alcanzamos las cotas más altas de nosotros
mismos.
Víctor Martínez Flores
Fuente: Tu Mismo
No hay comentarios:
Publicar un comentario