En el mundo de la alimentación
saludable es muy común encontrarnos con una cierta preocupación -o, incluso,
obsesión- por el aporte de vitaminas y minerales, por tener la seguridad de que
no falten el hierro, el calcio, la vitamina C… y eso está bien, ¡es importante!
Pero muchas veces no pensamos en
cuánto de todo ello somos capaces de absorber. Y esto es también fundamental,
porque es poco lo que cualquier micronutriente podrá hacer por nosotros si no
consigue entrar en nuestro organismo. Hoy hablaremos del papel de las
digestiones y de cómo puedes reforzarlas.
Para que los
nutrientes que se encuentran en los alimentos puedan absorberse y realizar sus
funciones orgánicas, es fundamental tener un sistema digestivo que sea capaz
de, por un lado, descomponer ese alimento en sus partes ínfimas, es decir, de
digerirlo, y, por otro lado, de transportarlo correctamente del lumen
intestinal al medio interno.
Lo primero es digerir
La digestión es un proceso largo, que
empieza cuando hueles ese alimento que estás a punto de comer. Allí ya empiezan
a actuar los jugos que se encargarán de, poco a poco, ir “rompiendo” el
alimento hasta convertirlo en sus partes más diminutas, que son las que se
absorberán o se desecharán.
Las enzimas digestivas son las
grandes protagonistas a la hora de digerir. Hay muchas, pero destacan las
lipasas (encargadas de descomponer las grasas), las amilasas (trabajan sobre
los azúcares) y las proteasas (ayudan a digerir las proteínas).
Las podemos encontrar en la saliva,
los jugos gástrico y pancreático y también en las secreciones intestinales.
Pero también podemos encontrarlas en los propios alimentos.
Es posible cuidar las digestiones de
muchas maneras: alejando las bebidas de las comidas, vigilando con los
alimentos crudos (que, aunque tienen más enzimas, suelen ser difíciles de
digerir), espaciando las comidas para dar tiempo de trabajar y descansar al
sistema digestivo y también tomando aquellos alimentos que favorecen nuestra
propia producción de jugos y enzimas y que, por tanto, nos ayudarán a digerir
mejor.
Especias: Como el jengibre, la canela
o la cúrcuma. Todas ellas refuerzan el proceso digestivo, activando la
producción de jugos digestivos, protegiendo la mucosa gástrica y ayudando al
hígado a realizar una correcta producción de bilis, también clave para la
digestión. Nada más fácil y delicioso que echar especias en nuestros platos.
Ciruelas o pasta umeboshi: Este
alimento milenario tiene la capacidad de hacernos fabricar jugos gástricos y,
por eso, una gran ayuda para conseguir una buena digestión es colocar un
poquito (como un garbanzo) de umeboshi o pasta de umeboshi debajo de la lengua
antes de comenzar a comer.
Granos germinados: Además de reducir
la presencia de sustancias antinutrientes, los germinados son una excelente
manera de aportar enzimas digestivas. Estas municiones de vitalidad son
excesivamente fáciles de incluir en la cocina: dentro de una ensalada, sobre
una tostada con aguacate o como topping de una crema de verduras o batido.
Cómo sé si estoy digirendo bien
Las malas digestiones suelen traer
mucha sintomatología. Si después de comer sientes pesadez, somnolencia, ardor,
hinchazón o malestar estomacal, es probable que no hayas hecho una buena
digestión.
Reforzar tus digestiones es un primer
gran paso para conseguir un correcto estado nutricional. Si tienes síntomas de
malas digestiones, no lo dejes pasar porque, además de las molestias, podrías
estar teniendo una malabsorción de nutrientes necesarios para tu salud.
El siguiente paso será conseguir una
mucosa intestinal saludable, capaz de absorber los nutrientes y llevarlos al
torrente sanguíneo. Pero de ello hablaremos en un próximo artículo. Stay tuned.
Pilar Rodrigáñez Riccheri – Dietista
Fuente: Sol Natural
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