Es inevitable que de
vez en cuando salte a la palestra una noticia, rumor o chascarrillo que tira
por tierra la imagen de algún líder espiritual. Sin embargo, si lo analizamos
de cerca, ¿hay realmente motivos para que sus seguidores se sientan decepcionados?
Escribe Emilio J. Gómez.
Cartel del
documental
Kumaré
de Vikram Gandhi)
Puede ser a causa de
supuestos abusos sexuales o hasta de pataletas más propias de niños si, por
ejemplo, el considerado maestro o gurú ve peligrar el pedestal en donde sus
discípulos, seguidores o adeptos le han puesto y en el que él mismo, en un
alarde de vanagloria, se ha dejado colocar. En realidad no miente: es un ídolo
con los pies de barro.
Entonces ¿de dónde nace
la decepción? Sin duda de la expectativa basada en una premisa errónea: la
necesidad del ser humano de ensalzar a alguien a quien poder seguir y por
supuesto culpar si las cosas no salen tal y como se desean. La figura de un
líder, bien sea de carácter espiritual, económico (gurús bursátiles), social
(líderes políticos) o de cualquier otra índole, es inherente al psiquismo
humano, que prefiere tener a alguien a quien seguir antes que escucharse a sí
mismo.
La verdad del cuento
Hace años conversaba
con una buena amiga respecto a la búsqueda espiritual. En contra de mi
argumento, basado en una idea quizás algo romántica y puede que incluso arcaica
de que el hombre siente nostalgia del Infinito –quizás, quien sentía tal
nostalgia era quien escribe estas líneas–, ella defendía la idea de que la
gente no busca la iluminación, ni tampoco le importa descubrir su auténtica
naturaleza, y así las cosas, mucho menos encontrar la Verdad.
¿Entonces? –pregunté
atónito– ¿qué es lo que busca la gente en el yoga y la “Nueva Era”? Busca salud
y bienestar. Sentirse bien. Aprender cosas nuevas y conocer a otras personas,
interrelacionarse con los demás, disfrutar, pasarlo bien, divertirse, hacer
cosas diferentes… Con la evidencia de aquella respuesta me quedé sin
argumentos, asombrado y también desolado. No obstante, mi sorpresa fue a más
cuando pude ir constatando que aquellas aseveraciones eran muy ciertas.
¿Decepción? ¿qué
decepción?
Ahora cabe preguntarse:
¿de dónde viene la decepción cuando un renombrado líder o maestro espiritual
ofrece una respuesta decepcionante a nivel humano, en vez de la esperada
respuesta divina o espiritual? Admitámoslo, no existe fraude espiritual alguno.
¿Acaso se buscaba la Verdad cuando se llegó al líder espiritual de marras? No.
Se buscaba lo expuesto: bienestar, salud, aprender algo nuevo, conocer gente,
pasarlo bien, etc. ¿Se consiguió? Sí. Entonces, ¿dónde está el fraude?
En algunos casos, la
búsqueda puede haberse extraviado por derroteros diferentes, más refinados.
Sucede a quienes pretenden aumentar la propia consideración personal a través
de la pertenencia a una cierta élite supuestamente espiritual que se considera
por encima de los demás debido a sus conocimientos teórico-filosóficos o a la
capacidad de realizar proezas físicas, acrobacias y piruetas, más propias de un
circo o patología exhibicionista que de una sincera búsqueda espiritual.
No todo puede valer
Obsérvese bien el
matiz, porque no existe engaño alguno para que la posible decepción sufrida se
califique de “fraude”. Permítasenos insistir en la pregunta por considerarla
relevante: ¿Acaso se buscaba la Verdad? Ciertamente, la respuesta es negativa,
pues si se la hubiera buscado con un sincero anhelo, sin duda que se habría
afinado la atención mucho más y se habría ido mucho más lejos a la hora de
demandar respuestas, actitudes y, sobre todo, una presencia adecuada por parte
del supuesto gurú, maestro, profesor, mentor, facilitador o líder espiritual.
Cuando se busca la Verdad, no todo vale. No todo puede valer. Ahora bien, si lo
que se busca es otra cosa… ¿tiene sentido hablar de fraude espiritual?
No obstante,
reconozcamos que ésta es una opinión propia y nada más. Quizás sea al autor del
presente artículo al que no todo le pueda valer, qué le vamos a hacer.
Emilio J. Gómez,
Fuente: Silencio Interior
No hay comentarios:
Publicar un comentario