Aquellos que conocen la naturaleza no
intentan expresarla con palabras; los que lo intentan, muestran con ello que no
la conocen. El hombre vulgar yerra buscando en los libros de las verdades; no
contienen sino ideas trucadas. Un día, mientras que el duque Hoan de Tsoi
estaba leyendo en la sala alta, el carretero Pien estaba trabajando en la
confección de una rueda en el patio. De pronto, dejando su martillo y su
cincel, subió las escaleras, se dirigió al duque y le preguntó: -¿Qué estás
leyendo? -Las palabras de los sabios, respondió el duque. -¿De los sabios
vivos? preguntó Pien. -De los sabios muertos, dijo el duque. -¡Ah! dijo Pien,
los detritus de los antiguos. Irritado, el duque le dijo: Carretero, ¿en qué te
metes? Apresúrate a disculparte o mando que te sentencien a muerte. -Me
disculparé como un hombre de mi oficio, exclamó el carretero. Cuando fabrico
una rueda, si lo hago con poca intensidad, el resultado será débil; si lo hago
con mucha intensidad, el resultado será macizo; si lo hago, no sé como, el
resultado será conforme a mi ideal, una buena y hermosa rueda; soy incapaz de
definir este método; es un truco que no puede ser expresado, hasta tal punto
que no he podido enseñárselo a mi hijo y a mis setenta años, para obtener una
buena rueda todavía es necesario que la haga yo mismo. Los antiguos sabios
difuntos cuyos libros estás leyendo, ¿acaso han podido hacerlo mejor que yo?
¿han podido depositar en sus escritos sus trucos, su genio, lo que hacía su
superioridad frente al hombre vulgar? De lo contrario, los libros que lees no
son, como he dicho, más que los detritus de los antiguos, el desperdicio de sus
espíritus, los cuales han dejado de ser.
Fuente: Osho Gulab
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