La
vida no tiene objetivos... ¡ y ahí radica su belleza!
Si
la vida tuviera un objetivo, las cosas no serían tan hermosas, porque un día llegaréis
al final, y entonces después todo sería simplemente aburrido.
Habría
repetición, repetición, repetición; seguiría el mismo estado monótono... y la
vida aborrece la monotonía. Continúa creando nuevos objetivos... ¡porque no
tiene ninguno! En cuanto alcanzáis un cierto estado, la vida os da otro
objetivo. El horizonte no deja de aparecer delante de vosotros, jamás lo
alcanzáis, siempre estáis en el camino... a punto de llegar.
Y
si entendéis eso, entonces toda la tensión de la mente desaparece, porque la
tensión está en buscar un objetivo, en llegar a alguna parte.
La
mente continuamente anhela una llegada, mientras que la vida es una continua
partida y llegada... pero llegar para volver a partir. No tiene una finalidad.
Nunca
es perfecta, y esa es su perfección. Es un proceso dinámico, no algo muerto y
estático.
La
vida no se halla estancada... fluye y fluye y no hay otra orilla. En cuanto
comprendéis esto, comenzáis a disfrutar del viaje en sí.
Cada
paso es una meta, y no hay un objetivo. Esta comprensión, una vez que se
asienta en vuestro centro interno, os relaja.
Entonces
no hay tensión porque no hay ninguna parte a donde ir, de manera que no podéis
extraviaros.
Del Libro 365 Meditaciones para el Aqui y el Ahora
del Maestro Osho
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