HERMANO CUERPO
No soy tú: yo era antes de que fueras
concebido. Yo seguiré siendo cuando en ti haya cesado su último latido. Mi casa
de carne: aquí estoy, en ti. Te he maltratado por ser ignorante. Te he subido
en estrechos ascensores, te he hecho bajar por apretadas escaleras, te he dado
de comer lo que el sistema vende, y con lo que te enferma y te mata. Te he
mirado al espejo y te he criticado con la impiedad más incisiva de la que he
sido capaz.
San Francisco de Asís, cuando estaba
muriendo, ciego, mal cuidado de sí, con el cuerpo corroído, le pidió perdón y
le llamó “Hermano Cuerpo”. Hermano Cuerpo: yo también te pido perdón. Te exigí
lo que nunca jamás habría exigido a animal alguno. ¡Con cuánta brutalidad nos
han engañado respecto de ti!
Amo a los animales de este planeta
con el más puro afecto, el más inocente. Los cuido, trabajo por ellos, defiendo
sus derechos y recojo al que esté abandonado. Sin embargo, he tardado décadas
en comprender que tenía que amar al animal más cercano: a ti (mamífero que me
llevas a vivir la experiencia humana). Hermano cuerpo: ya hace mucho que somos
amigos.
Te seré leal en cada gesto, querido
Hermano Cuerpo. Te seré leal como leal me has sido todos estos años, a pesar de
mi ignorancia.
Y vas envejeciendo, y así te amo. Y
me dueles, y así te amo. Y puedes menos que antes, pero así te amo. Y cuando me
vaya de ti, mi conciencia inmortal recorrerá cada uno de tus órganos, cada
célula, cada átomo, y me despediré de ti, ya no teniendo que pedirte perdón,
pues hoy te cuido. Ya no teniendo que pedirte perdón, pues hoy te amo. Me
despediré de ti, diciéndote con toda el alma la palabra “GRACIAS”, por haberme
hecho tu huésped cada día, regalándome tu cerebro para pensar, tu corazón para
sentir, tus brazos para abrazar, tus piernas para andar este mundo que
celebraré haber habitado.
Que nuestra amistad siga hasta el
último día. Te seré leal en cada gesto, querido Hermano Cuerpo. Te seré leal
como leal me has sido todos estos años, a pesar de mi ignorancia. Aquí vamos,
juntos, a celebrar la vida.
Virginia Gawel
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