"La
mariposa no cuenta meses sino momentos, y tiene tiempo suficiente".
Rabindranath
Tagore
Nuestro verdadero hogar está en el presente.
El milagro no consiste en caminar sobre las aguas sino en caminar sobre la
tierra verde en el momento presente.
Nebiros
Atención vigilante, la capacidad de estar aquí
y ahora, de presenciar profundamente todo lo que ocurre en el instante
presente, es el comienzo de la iluminación.
Nebiros
Éste es el presente precioso. Cuando usted era
joven, es probable que anhelase muchas de las cosas buenas que posee ahora. Si
usted tiene un empleo, un automóvil, un equipo de música, dinero para sus
caprichos, u otras cosas de este tipo, es probable que algún día, en el pasado,
usted pensara: "Me bastaría con tener esas cosas, y entonces sería siempre
feliz. No desearía nada más." Es probable que usted haya pasado por épocas
en las que sufriera graves preocupaciones o dolores, y pensara: "Me
bastaría con poder vivir una vida normal, segura y cómoda. Con eso estaría
satisfecho y siempre lo apreciaría."
Éste es
el presente precioso, pero extrañamente, desgraciadamente, son pocas las
personas que lo saben.
Es muy
posible que, cuando usted sea más viejo, recuerde los tiempos como los de ahora
y piense: "Entonces yo era más joven. Estaba más delgado. Tenía mejor
salud. Me divertía, lo pasaba bien. Tenía una vida sexual más activa. Tenía un
empleo. Me preocupaba más de lo necesario, y a veces me cansaba y me
desanimaba; pero, en realidad, la vida era muy buena por entonces."
Éste es
el presente precioso, sin que importe cómo fue el ayer, sin que importe lo que
pueda depararnos el mañana. Con los ojos interiores abiertos podemos encontrar
una belleza inmensa oculta en los detalles intranscendentes de la vida diaria.
Con los oídos interiores abiertos podemos escuchar la música sutil y
encantadora del universo dondequiera que vayamos. Con el corazón de nuestro
corazón abierto podemos disfrutar profundamente de la compañía de las personas
que nos rodean (familiares, amigos, conocidos o extraños), entre ellas aquellos
cuyos caracteres no son perfectos, del mismo modo que nuestro propio carácter
no es perfecto. Cuando estamos abiertos a la belleza, al misterio y a la
grandeza de la vida corriente, "comprendemos" que siempre ha sido
bella, misteriosa y grandiosa, y que siempre lo será.
No es
frecuente encontrarnos con personas que comprendan verdaderamente que éste es
el presente precioso. Cuando aparecen, lo más fácil es que sean rechazadas,
ridiculizadas o perseguidas, en vez de ser admiradas y recordadas. No obstante,
sus enseñanzas han sido admiradas y recordadas a lo largo de la historia lo
bastante como para que el conjunto acumulado de sus obras sea voluminoso y
notable. Sin la ayuda de estos maestros no se me habría ocurrido jamás a mí que
éste es el presente precioso.
Pueden
existir entre nosotros personas que saben que éste es el presente precioso pero
que no escriben poesías, ni pronuncian sermones, ni presumen de lo felices que son.
Si existen, viven calladamente, disfrutan correctamente del mundo físico,
amando a los demás, amando la naturaleza, comportándose con corrección, con
sabiduría y con generosidad. No gozan de poderes ni de sabidurías especiales,
ni tampoco los necesitan. Es posible que no los admiren especialmente, ni
tampoco desean ellos que los admiren mucho.
Nos
encontramos con la idea de que éste es el presente precioso en muchos lugares
inesperados cuando nos ponemos a buscarla. Una de mis fuentes favoritas es un relato
corto titulado Strange Wine (Vino extraño), de Harlan Ellison, un escritor
conocido por sus relatos de ciencia-ficción caprichosos y macabros.
Ellison
nos presenta en su relato a un terrestre corriente de mediana edad que vive una
vida que parecería dolorosa y trivial en muchos sentidos. Se suicida, y aparece
en un planeta extraño y desolado habitado por unos feos seres con aspecto de
cangrejos. Se da cuenta de que había vivido en aquel planeta lejano antes de
vivir en la Tierra, y de que estaba destinado a regresar al mismo después de
terminar su vida sobre la Tierra. Pregunta qué delito había cometido para tener
que soportar una vida tan terrible en la Tierra. Le dicen que no había cometido
ningún delito. Al contrario: su vida en aquel planeta extraño había sido tan
ejemplar que le habían otorgado como recompensa la oportunidad de pasar una
vida en la Tierra, pues la Tierra es "el planeta del placer", el
mundo más encantador y agradable del universo. El relato termina así:
(...) y
supo que le habían otorgado el único don de alegría al que podían acceder las
razas de seres que vivían en las galaxias lejanas. El don de poder pasar unos
pocos años preciosos en un mundo en que había muchos menos sufrimientos que en
cualquier otra parte(...).
Recordaba
la lluvia, y el sueño, y la sensación de la arena de la playa bajo sus pies, y
las olas del mar que susurraban su canto eterno; y en noches iguales a aquellas
que había odiado en la Tierra, dormía y tenía sueños agradables (...) sobre la
vida en el planeta del placer.
Objetivamente,
nos parece improbable que la Tierra sea en realidad el planeta del placer en
nuestro rincón del universo, pero la idea es encantadora porque representa una
ficción útil.
Si
intentamos fingir que la Tierra es el planeta del placer, sucede algo
interesante. Los menores detalles de nuestra existencia aparecen bajo una nueva
luz. Las personas que antes nos resultaban odiosas ahora parecen leves
distracciones; el hecho mismo de su humanidad las hace parecer atractivas y
honrosas. Los sucesos, las circunstancias y las sensaciones que antes parecían
insoportables parecen más neutrales; contienen elementos agradables que podrían
habérsenos pasado por alto antes: "Otro día cubierto y lluvioso en el
planeta del placer.
¡Que
encantadora y qué fresca es la niebla de aquí, y que bien huele!".
En
resumen, si usted se imagina que éste es el planeta del placer, y nos
imaginamos, además, que es una de las pocas personas afortunadas que lo saben,
puede engañar temporalmente a su mente inquieta haciéndola desear lo que tiene.
La experiencia quizás no sea profunda, y lo más probable es que no sea
duradera, pero le permitirá echar una ojeada a cómo podrían ser las cosas si
desease lo que tiene, completamente, todo el día, todos los días.
Si éste
es el presente precioso, entonces no tiene sentido pasarse la vida luchando por
conseguir más y más prosperidad, admiración o amor. Es una tontería dejar el
disfrute de nuestra vida corriente para más tarde, para cuando tengamos más
éxito, más seguridad o más amor que hoy. Si éste es el presente precioso,
entonces es especialmente poco aconsejable hacer daño a otras personas, o al
planeta en que vivimos para conseguir niveles sociales o bienes que nos
prometen seductoramente una gran felicidad. Desear lo que se tiene significa
comprender de verdad que éste es el presente precioso. Desear lo que se tiene
significa apreciar activamente las cosas buenas que hay ahora mismo en nuestra
vida y mantener los sentidos sintonizados para captar los sutiles placeres y misterios
de la vida corriente.
Considere
estos datos: las personas que viven en casas grandes no son más felices que las
que viven en casas pequeñas. Las personas poderosas e influyentes no están más
satisfechas que los ciudadanos corrientes. Los propietarios de Porsches y de
Ferraris no tienen más paz interior que los propietarios de coches utilitarios.
Las mujeres hermosas no son más felices que la gente menos agraciada. Recuerdo
a una joven, era una de las mujeres más hermosas que yo había visto en mi vida,
en la vida real o en el cine; era extremadamente inteligente y muy agradable.
Vivía atormentada por la posibilidad de encontrarse con otra mujer más bonita
que ella. Una amiga mía que ha tratado a bastantes personas excepcionalmente
ricas me dice que han sido los pacientes más desgraciados que ha conocido
nunca. La ciencia me da la razón en este sentido. Una vez cubiertas las
necesidades básicas de la vida, el nivel socioeconómico no está correlacionado
con la felicidad.
En el
deseo de lo que se tiene intervienen dos componentes. El primero es disfrutar
alegremente de las cosas buenas de la vida, incluyendo entre ellas a los
placeres sensuales. Parece agradable y no demasiado difícil. El segundo es
renunciar a todo lo que deseamos pero que no tenemos. Eso es lo difícil.
Intente no desear ganar el premio de la primitiva. Intente no desear unas
bonitas vacaciones. Intente no echar de menos a sus amigos y a su familia
cuando está separado de ellos. A la mayoría de las personas esto les parece
imposible. Pero la renuncia es tan necesaria como el disfrute alegre. Las
personas que dedican sus vidas a la búsqueda de los placeres sensuales
descubren que cuanto más placer obtienen, más desean. Los placeres pequeños y
corrientes pierden pronto su capacidad de agradar y deben ser sustituidos por
otros más intensos o más exóticos. Los sensualistas inconsiderados suelen
acabar mal. Aprenden por las malas que sus deseos son implacables e
insaciables.
Es propio
de la naturaleza humana desear siempre un poco Más. Las personas pasan sus
vidas creyendo sinceramente que tienen casi lo suficiente de lo que desean: un
poco Más y tendrán suficiente, y entonces quedarán satisfechos para siempre. El
problema es que querer un poco Más es lo contrario de querer lo que se tiene.
Las personas buscan Más en el engaño de que serán felices cuando consigan Más.
En realidad, cuando consiguen Más, si es que lo consiguen, no son más felices
que antes, y siguen queriendo Más. Cuando casi todas las personas quieren Más
todo el tiempo, son inevitables el odio, los disgustos, los delitos, las
guerras y la destrucción del planeta.
Lo que
nos interesa ahora es lo que desean las personas cuando ya está, cubiertas sus
necesidades de supervivencia. Las personas desean diversas formas de riqueza, o
las cosas que se pueden comprar con dinero. Las personas desean ser admiradas
por los demás; a veces desean influir sobre los demás. Las personas desean ser
amadas de diversos modos. Desean satisfacer sus deseos sexuales y sus anhelos
sentimentales. Desean tener amigos y aliados que aprecien sus rasgos buenos y
sus conductas admirables, mientras pasan por alto sus rasgos menos atractivos y
sus actos egoístas. Las personas también desean dar amor, pero quieren darlo
selectivamente: a sus parientes próximos en primer lugar, sobre todo a sus
hijos, y después a sus amantes y amigos. Todas las personas desean que sus
hijos los sobrevivan y que adquieran a su vez riqueza, nivel social y amor. Por
último, las personas desean estar libres del miedo a perder la riqueza, el
poder y el amor que han conseguido alcanzar. Si los pierden, se sienten muy
mal, tristes o enfadados. Desean volver a recuperarlos y creen sinceramente que
deben sintiéndose muy mal hasta que lo consiguen. No todo el mundo desea todas
estas cosas constantemente, pero todos desean la mayoría de estas cosas durante
la mayor parte del tiempo, y por mucho que alcancen siguen deseando Más. Todos
sabemos estas cosas, pero rara vez hablamos de ellas, rara vez las reconocemos.
He
conocido a personas que hablan de "vivir en el presente" como excusa
para vivir irresponsablemente, para no hacer planes para el futuro o para
aprovecharse de la laboriosidad y de la generosidad de los demás. Yo no admiro
a esas personas, y no deseo animar a nadie a que viva de esa manera. Todos
tenemos deberes y responsabilidades (para con nosotros mismos y para con los
demás) que a veces parecen una carga. Saber de verdad que éste es el presente
precioso nos permite llevar esa carga con alegría. Este conocimiento también
nos ayuda a identificar las cargas que hemos asumido innecesariamente, las
cargas que a la larga no nos aportarán ningún beneficio a nosotros mismos ni a
nadie más. Podemos y debemos quitarnos de encima estas cargas. Pero el mero
abandono de las responsabilidades y de los deberes legítimos rebaja la vida.
Fuente:
La pagina de la vida
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