“El sufrimiento nace del apego y el deseo”
Todo nace en la mente, las formas e
ideas del mundo material y la manifestación del defecto psicológico. La mente
se impregna permanentemente de imágenes y sensaciones que provocan la formación
y el crecimiento de más defectos psicológicos y de éstos, los que son más
difíciles de manejar tienen que ver con el mundo de los sentidos, es decir, los defectos sensoriales o sensuales. Por
ejemplo, la gula, la lujuria y la avaricia, son defectos sensuales, porque
abrazan y protegen un bien efímero, lo desean y gozan con él en inconsciente
ilusión.
El apego es generado por esta
sensación física de pertenencia y consecución, el alma se siente
permanentemente sola, incluso aquellas acostumbradas a la soledad, una soledad
que nace de no encontrar la esencia de la verdad y la pureza, la evidente
realidad de las almas sin la orientación espiritual de su propio ser interior,
el ser humano siempre se sentirá solo, hasta cuando se encuentre con su Cristo
interno. En esta soledad, la gente se llena de cosas y se rodea del afecto de
muchas personas, se acostumbra a ello, hasta que forman parte de su propia
vida; cuántas veces nos hemos dado cuenta que una casa o un carro son algo así como la
extensión física de una persona, el sólo hecho de pensar en perder ese bien
material causa sufrimiento y confusión, es tan grande la impresión que ha
causado en la mente durante tanto tiempo, que no puede concebir la vida sin ese
objeto, casa, carro, enseres, etc., se inventó una vida
con cuatro paredes
y algunos objetos, le inventó a su propia vida límites
y depositó toda su energía en algo que tiene principio y fin, por lo tanto
puede desaparecer o cambiar de manos causando una gran desdicha a quien ha
fundamentado su vida en el aspecto irreal del mundo de las formas.
Dependiendo de la impresión que cause
a la mente el goce o disfrute de algo, por intensidad o permanencia, es su
tiempo y fuerza dentro de la mente humana, los apegos a las cosas son
relacionados con la permanencia de la impresión, son tan extensos en tiempo que
transformarlos o borrarlos es prácticamente imposible; pero hay apegos más
complejos mentalmente porque involucran más elementos y encierran a la mente en
sus redes impresionándola intensamente, los defectos de este tipo son los
sexuales, el apego sexual es grande y difícil de transformar, la atracción
física unida al placer que produce el desarrollo de una expectativa sobre un
cuerpo físico, es algo que difícilmente se puede olvidar.
Es curioso observar la escala de
valores de la mente cuando está de por medio un apego a objetos y personas,
sacrificamos el desarrollo interno, la educación personal, la misma evolución
de los hijos, por ir tras una ilusión de algo tan transitorio e irreal que
acabará pronto y no dejará sino un recuerdo que también será diluido con el
paso de los años.
Tenemos que aceptar que tanto las
cosas como los afectos son transitorios, son creados, se desarrollan y por
último mueren. Si en medio de este
proceso no se crea un sentimiento profundo de utilidad y préstamo en el caso de
las cosas, y amor y real amistad en el caso de las personas, si no se forma con
el tiempo algo más sólido y seguro, el fin llegará pronto y el sufrimiento será
increíble.
El señor Sidharta (Buda) decía: “El
sufrimiento nace del apego y el deseo” y
“Todo en la vida es dolor porque todo pasa” “El que quiera acabar con el deseo,
debe observar el camino de las ocho vías”. Sólo despertando conciencia en los
mundos superiores es posible erradicar el apego. ¿Cómo se logra esto?
La conciencia es la llegada a nuestra
vida, desde las regiones altas de la espiritualidad, de nuestro verdadero ser.
Conciencia es la destrucción de todos los apegos, deseos y yoes, conciencia es
la presencia de la purísima energía crística en todos los actos de nuestra vida
y en todos nuestros cuerpos, conciencia es la conexión permanente del ser
interior con nuestro cuerpo y mente, por esto también conciencia es meditación.
La mente se fascina, se encanta con las imágenes del mundo, ese continuo
bombardeo es una trampa en la que todos caemos, es necesario despertar, admitir
que estamos apegados, saber de la utilidad de las cosas y del amor infinito que
puede existir entre las personas, pero también es necesario darle órdenes a la
mente para eliminar el apego, trabajar psíquicamente en el síndrome de posesión
y pertenencia y rogarle al Cristo de nuestro corazón que destruya y purifique el
apego y el deseo.
Hilda Strauss