La acción por sí misma
no es el detonante de la libertad. Toda acción está enraizada en la
interpretación que de ella se tiene. Así entonces, la interpretación de la
acción es asombrosamente relativa. Identificarse con la acción la dota de
importancia para el actor y relaciona al actor con el resultado de la acción.
“Realizar la acción por
la acción evitando el sentido de apropiación egoica es la base de la libertad.”
La base ética de la
acción, desde el Vedanta, estriba en que la acción pueda ser ejecutada sin que
exista una relación posterior de causalidad entre actor y acción. Todo esfuerzo
está encaminado a la disolución egoica mientras se realiza la acción. Por lo tanto,
cualquier acción puede realizarse sin el apremiante sentido de reconocerse su
poseedor y sin buscar fruto alguno en su resultado.
La acción es un medio
muy diestro que anula el sentido egoico cuando se realiza sin que el “yo” se
sienta su propietario. Así, inmersos en la vorágine que implica actuar a todo
momento física y mentalmente, podemos convertir una a una cada acción en
instrumentos de liberación del “yo”. Realizar la acción por la acción evitando
el sentido de apropiación egoica es la base de la libertad y de la ética
oriental.
La acción por sí misma,
no es importante; la acción por sí misma no es liberadora. Para que la acción
adopte una condición que lleve al conocimiento de sí mismo ha de realizarse
bajo una óptica mental aséptica carente de adueñamiento. No es necesario que la
acción haga parte de una categoría ética que propicie la virtud.
“Creer que somos nobles
o buenos por realizar un tipo específico de acción tan sólo lleva a reforzar la
creencia en la propia bondad, situación que finalmente esta conformada de un
tinte sobradamente egoísta.
La virtud es un camino
de convivencia social, mas no es la base de la realización interior. Una acción
se convierte en liberadora cuando es posible ejecutarla sin sentido de
pertenencia, sin que exista un “yo” que se jacte de realizarla bien o mal.
“La acción no puede
destruir la ignorancia porque la primera no está en conflicto con la segunda.
Tan sólo el conocimiento es capaz de destruir la ignorancia, como tan sólo la
luz es capaz de destruir la densa oscuridad”.
Realizar continuamente
la acción sin apresar mentalmente sentido de ser hacedor es una circunstancia
práctica muy bella. Actuar y fluir haciéndolo implica parecerse a la
naturaleza, en cuyo seno toda acción es libre. Advertir constantemente la
acción bajo la prerrogativa de no experimentarse hacedor de ella provoca un
cambio en la mente y, por lo tanto, modifica la interpretación que del mundo
tenemos.
“Una acción se
convierte en liberadora cuando es posible ejecutarla sin sentido de
pertenencia, sin que exista un “yo” que se jacte de realizarla bien o mal.”
Desafortunadamente, nos
creemos a todo momento dueños de las acciones que realizamos; creemos poder
direccionar la vida a nuestro antojo y, sin embargo, no somos capaces de
responder a cualquier acción libre de los propios condicionamientos históricos
o genéticos. Creemos ser dueños de los actos y no nos damos cuenta que
simplemente respondemos en función de los hábitos mentales ya establecidos en
la memoria. Creemos que somos inteligentes, pero tan sólo actuamos arrastrados
por necesidades.
Es el “recto
conocimiento” lo que verdaderamente devora la ilusión (maya). De todo
conocimiento, el que lleva a la comprensión del Sí mismo (Atman) es el que
provee la salida a la libertad total.
“Mientras la acción
este impregnada de sentido de apropiación, de ser el actor, y busquemos
adicionalmente el resultado, el fruto de la acción, la acción presupondrá la
existencia de karma.”
Así pues, ¿qué es
identificarse con la acción? Consiste en ejecutar un acto presumiendo ser la
causa de él y, además, realizarlo por el provecho que él pueda deparar. El
análisis de la acción que ofrece la tradición oriental es verdaderamente más
desarrollado que la interpretación occidental.
El encadenamiento entre
causa y efecto, respecto a cualquier acción realizada física o mentalmente por
un sujeto cualquiera, fue denominado por la tradición oriental como karma. Por
ejemplo, trabajar con vista en la obtención futura de un resultado mantiene la
presencia yoica del actor en el momento en que realiza la acción y, a su vez,
mantiene la presencia del mismo actor en el potencial futuro donde se
desencadene el virtual resultado.
Cuando se habla de
encadenamiento nos referimos tanto a la permanencia del sentido del “yo” en la
acción como a su presencia en el resultado futuro. Por lo tanto, realizar una
acción basado en mi bienestar futuro crea sentido de continuidad entre quien
ejecuta la acción y la acción futura que busca mi bienestar.
En ambas el sentido de
“yo” perdura, se palpa idéntico. Por esta razón, realizar la acción creando
encadenamiento egoico entre causa y efecto, es decir, mantener el sentido
egoico entre la acción y el resultado produce karma.
“Mientras haya karma
hay “yo”, mientras haya “yo” hay dualidad, y mientras exista dualidad permanece
la ignorancia de la real naturaleza humana.”
Normalmente el ser
humano vive encadenándose a través de sus actos, pues convierte la acción en
trampolín al futuro donde seguirá existiendo él mismo como individuo. La
inadecuada educación lleva a que constantemente nos proyectemos mediante las
acciones que realizamos. De esa manera, vivimos bajo el anhelo de lo que aún no
hemos experimentado. Sueños, anhelos, deseos, se convierten en la fuente de la
acción personal.
Se vive para el
incierto futuro que todavía no existe. Proceder de esta manera lleva a la
indeseable continuidad de la presencia egoica. Por ello suele decirse que el
ser humano está encarcelado por su karma.
Mientras la acción este
impregnada de sentido de apropiación, de ser el actor, y busquemos
adicionalmente el resultado, el fruto de la acción, la acción presupondrá la
existencia de karma. Mientras haya karma hay “yo”, mientras haya “yo” hay
dualidad, y mientras exista dualidad permanece la ignorancia de la real
naturaleza humana.
La errónea forma de
actuar establece un círculo vicioso del cual es difícil escapar. El ego se
convierte en pilar de la acción y en fuente de la dualidad, y toda acción se
basa fundamentalmente en proveer la continuidad de la existencia egoica.
Para evitar el
encadenamiento yoico en el tiempo es preciso realizar la acción
desapegadamente, es decir, libre de vínculo con el interés-consecuencia. La
acción cotidiana ha de ejecutarse por la acción misma y no por el resultado que
de ella deviene. De este modo, no existe una motivación asociada a la acción y,
por tanto, desaparece el encadenamiento kármico en el tiempo. Como expresa la
sabiduría de la Bhagavad Gītā:
“El sabio unido al
discernimiento se abstrae en este mundo de las buenas y las malas acciones. Así
pues, aplícate al karma yoga porque karma yogui es ser diestro en la acción”.
Así entonces, la acción
diestra o recta o karma yoga no posee una connotación moral o virtuosa. Más
allá de todo relativismo ético, la acción diestra puede realizarse a nivel
físico o mental, pero debe estar despojada del sentido de apropiación egoico, es
decir, de toda mira egoísta, y ejecutarse sin buscar la obtención del fruto o
resultado de la acción.
– Sesha
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