CORAZÓN SENCILLO
Entre 1948 y principios
de los años 60, Krishnaji (J. Krishnamurti) era fácilmente accesible y mucha
gente venía a verle. Las relaciones florecían en los paseos, en las entrevistas
personales, a través de cartas. Las cartas que siguen1 las escribió a una joven
amiga que llegó a él herida en cuerpo y mente. Escritas entre junio de 1948 y
marzo de 1960, revelan una rara compasión y claridad; se despliegan en ella la
enseñanza y el poder curativo; desaparecen la separación y la distancia; las
palabras fluyen; ni una sola palabra es superflua; la curación y la enseñanza
son simultáneas: Sea dúctil mentalmente. El poder no radica en la firmeza y en
la fuerza, sino en la flexibilidad. El árbol flexible aguanta el ventarrón.
Adquiera el poder de una mente rápida.
La vida es extraña,
tantas cosas ocurren inesperadamente; la mera resistencia no resolverá ningún
problema. Uno necesita tener infinita flexibilidad y un corazón sencillo. La
vida es el filo de una navaja y uno ha de recorrer ese sendero con cuidado
exquisito y dúctil sabiduría.
La vida es muy rica,
tiene tantos tesoros, y nosotros la afrontamos con los corazones vacíos; no
sabemos cómo llenar nuestros corazones con la plenitud de la vida. Somos pobres
internamente, y cuando se nos ofrecen riquezas, las rechazamos. El amor es algo
peligroso, trae consigo la única revolución que da completa felicidad. Y así
muy pocos de nosotros somos capaces de amar, pocos queremos amar. Amamos en
nuestros propios términos, haciendo del amor una cosa comerciable. Tenemos la
mentalidad mercantil y el amor no es comerciable, no es un asunto de toma y
daca. Es un estado del ser en que se resuelven todos los problemas humanos.
Vamos al pozo con un dedal, y así la vida se vuelve una cosa vulgar, pequeña y
mezquina.
¡Qué exquisito lugar
podría ser la tierra, con tanta belleza como hay, tanta gloria, tanta
imperecedera hermosura! Estamos atrapados en el dolor, y no nos importa poder
salirnos de él, aun cuando alguien nos esté señalando una salida. No sé, pero
uno está ardiendo de amor. Hay una llama inextinguible. Uno tiene tanto de ese
amor que desea darlo a todos, y lo hace. Es como un río poderoso que fluye,
nutriendo y regando cada ciudad y aldea por las que pasa; se contamina, la
suciedad...
Jiddu Krishnamurti
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