Reprender y corregir a alguien por
sus errores es importante. Este acto esencialmente caritativo es la primera
obligación del Samurai. Pero hay que esforzarse en hacerlo de la manera
conveniente. En efecto, es fácil encontrar cualidades y defectos en la conducta
del prójimo. También es igualmente fácil criticarlo. La mayoría de las personas
se imagina que es por gentileza que dicen a los otros lo que no desean oír y si
alguna vez sus críticas son mal acogidas, piensan que los otros son incurables.
Tal manera de pensar no es razonable. La misma da tan malos resultados como
colocar a alguien en una situación embarazosa o bien si alguien nos insultara.
Esto no es muchas veces más que una mala manera de sacar lo que nos pesa en el
corazón .
La crítica sólo debe intervenir después de
haber discernido si la persona la aceptará o no, después que uno se ha hecho
amigo de ella, de haber compartido sus intereses y de haberse comportado de
manera tal que nos concede su entera confianza para que tenga fe en nuestras
palabras. Luego interviene el tacto. Hay que sentir el buen momento y la buena
manera de ejercer su crítica - por carta o al regresar de una reunión
particularmente agradable-. Hay que empezar comentando sus propios fallos y
luego llevar a su interlocutor a comprender, sin pronunciar más palabras de las
necesarias .
Hay que alabar sus méritos; esforzarse en
darle ánimos, en preparar su humor; volverlo tan receptivo a las observaciones
del mismo modo que el hombre sediento lo es al agua. Es entonces cuando hay que
corregir sus errores. La crítica constructiva es delicada .
Sé por experiencia que las costumbres malas y
antiguas, no ceden sin fuerza. Me parece que la actitud más verdaderamente
caritativa consiste, para todos los Samurais al servicio de un mismo Daimyo, en
ser benevolentes y amistosos los unos con lo otros, corregir mutuamente sus
errores para servir luego al Daimyo. Poniendo a alguien voluntariamente en una
situación embarazosa no se hace nada constructivo. ¿Cómo podría ser de otro
modo? Previsión El lenguaje militar emplea los términos de "Samurai
ilustrado" y de "Samurai ignorante". Un Samurai que ha esperado
tenerse que enfrentar con situaciones difíciles para aprender a salir de ellas
no es ilustrado. Un Samurai que se preocupa por adelantado de todas las
situaciones y soluciones posibles, es sabio. Será por lo tanto capaz de hacerle
frente con brillantez cuando la ocasión se presente. No importa lo que ocurra,
un Samurai ilustrado es aquel que se preocupa de los detalles de la acción,
antes de la hora. Un Samurai imprevisor, en cambio, da la penosa impresión de
arrastrase en una gran confusión y su éxito sólo proviene de una suerte
anormal. Sólo un Samurai negligente no considera todas las eventualidades antes
del momento de la acción .
No comparto la opinión de los que preconizan
una autoridad estricta y constante .
Como dice el proverbio: "El pez no vive
en el agua clara". Son las algas las que le permiten desarrollarse
plenamente hasta su madurez. Es cuando uno pasa de los detalles y no cuida de
las quejas menores cuando es capaz de procurar la serenidad a los que nos
sirven. La comprensión de este principio es esencial para el que quiera
comprender el carácter y el comportamiento de los demás .
Cuando el Señor Mitsushige sólo era un niño,
se le pidió leer un pasaje de un libro del Monje Kaion; llamó a los otros niños
y a los acólitos para decirles: "Os ruego que os acerquéis y escuchéis. Es
muy difícil leer cuando no hay casi nadie que escuche" .
El monje quedó impresionado y dijo a los
fieles: "Es con este espíritu que hay que hacer todas las cosas"
Fuente: Osho Gulaab
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