Cuando puedas, echa una «mirada» a tu
interior para ver si estás creando conflicto inconscientemente entre lo interno
y lo externo, entre las circunstancias externas del momento —dónde estás, con
quién y lo que estás haciendo— y tus pensamientos y sentimientos. ¿Puedes
sentir lo doloroso que es oponerse internamente a lo que es?
Cuando reconoces este hecho, también
te das cuenta de que ahora eres libre de renunciar a este conflicto fútil, al
estado interno de guerra.
Si verbalizaras tu realidad del
momento, ¿cuántas veces al día tendrías que decirte: «No quiero estar donde
estoy»? ¿Cómo te sientes cuando no quieres estar donde estás: en el
embotellamiento, en tu puesto de trabajo, en la sala de espera del aeropuerto
con la gente que te acompaña?
Sin duda es cierto que lo mejor que
se puede hacer en ciertos lugares es salir de ellos, y a veces eso es lo más
apropiado. No obstante, en muchos casos, no tienes la opción de irte. En esas
situaciones, el «no quiero estar aquí», además de inútil, es disfuncional. Te
hace infeliz y hace infelices a los demás.
Ha sido dicho: dondequiera que
llegues, allí estás. En otras palabras: estás aquí. Siempre. ¿Es tan duro de
aceptar?
¿Realmente necesitas etiquetar
mentalmente cada percepción sensorial y cada experiencia? ¿Necesitas tener esa
relación reactiva de gusto o de disgusto ante la vida, que te lleva a estar
continuamente en conflicto con personas y situaciones? ¿O se trata únicamente
de un hábito mental profundamente arraigado que puedes romper? Sin hacer nada
en particular; simplemente, dejando que este momento sea como es.
El «no» habitual y reactivo fortalece
el ego. El «sí» lo debilita. Tu identidad en la forma, el ego, no puede
sobrevivir a la rendición.
«Tengo muchas cosas que hacer.» Sí,
pero ¿cuál es la calidad de tu hacer? Conducir yendo al trabajo, hablar con los
clientes, trabajar en el ordenador, hacer recados, atender las innumerables
cosas que constituyen tu vida... ¿Hasta qué punto eres total en lo que haces?
¿Es tu acción una rendición o una resistencia? Esto es lo que determina el
éxito que consigues en la vida, no la cantidad de esfuerzo que pongas. El
esfuerzo implica estrés, tensión, necesidad de alcanzar cierto punto en el
futuro o de conseguir algún resultado.
¿Puedes llegar a detectar en tu
interior la más leve sombra de no querer estar haciendo lo que estás haciendo?
Eso es una negación de la vida, y por ello no puedes conseguir un resultado
verdaderamente exitoso.
Si has sido capaz de detectar esa
negación en ti ¿puedes también dejarlo y ser total en lo que haces?
«Hacer una cosa cada vez»; así es
como un maestro Zen definió la esencia del Zen.
Hacer una cosa cada vez significa ser
total en lo que haces, prestarle toda tu atención. Eso es acción rendida,
acción poderosa.
Tu aceptación de lo que es te lleva a
un nivel más profundo, donde tanto tu estado interno como tu sentido del yo no
dependen ya de que la mente los juzgue «buenos» o «malos».
Cuando dices «sí» a la vida tal como
es, cuando aceptas este momento como es, puedes sentir dentro de ti un espacio
profundamente pacífico.
Superficialmente puedes seguir
sintiéndote feliz cuando hace sol y menos feliz cuando llueve; puedes sentirte
feliz si ganas un millón de euros e infeliz si pierdes todas tus posesiones.
Sin embargo, la felicidad y la infelicidad ya no calan tan hondo. Son olas en
la superficie de tu Ser. La paz de fondo que hay dentro de ti permanece
inmutable en cualesquiera que sean las condiciones externas.
El «sí a lo que es» revela una
dimensión de profundidad en ti que no depende ni de las condiciones externas ni
de la condición interna de los pensamientos y emociones en constante
fluctuación.
La rendición se vuelve mucho más
fácil cuando te das cuenta de la naturaleza efímera de todas las experiencias,
y de que el mundo no puede darte nada de valor duradero. Entonces sigues
conociendo gente, sigues teniendo experiencias y participando en actividades,
pero sin los deseos y miedos del ego. Es decir, ya no exiges que una situación,
persona, lugar o suceso te satisfaga o te haga feliz. Dejas ser a su naturaleza
pasajera e imperfecta.
Y el milagro es que, cuando dejas de
exigirle lo imposible, cada situación, persona, lugar o suceso se vuelve no
sólo satisfactorio, sino también más armonioso, más pacífico.
Cuando aceptas este momento
completamente, cuando ya no discutes con lo que es, el pensamiento compulsivo
mengua y es remplazado por una quietud alerta. Eres plenamente consciente, y
sin embargo la mente no pone ninguna etiqueta a este momento. Este estado de
no-resistencia interna te abre a la conciencia incondicionada, que es
infinitamente mayor que la mente humana.
Entonces esta vasta inteligencia
puede expresarse a través de ti y ayudarte, tanto desde dentro como desde
fuera. Por eso, cuando abandonas la resistencia interna, a menudo descubres que
las circunstancias cambian para mejor.
¿Estoy diciendo: «Disfruta este
momento. Sé feliz»? No.
Permite que se exprese este momento
tal como es. Eso es suficiente.
Rendirse es rendirse a este momento,
no a una historia a través de la cual interpretas este momento y después tratas
de resignarte a él.
Por ejemplo, puede que estés tullido
y que ya no puedas caminar. Tu estado es lo que es.
Tal vez tu mente esté creando una
historia que diga: «A esto se ha reducido mi vida. He acabado en una silla de
ruedas. La vida me ha tratado con dureza, injustamente. No me merezco esto.»
¿Puedes aceptar que este momento es
como es y no confundirlo con la historia que la mente ha creado a su alrededor?
La rendición llega cuando dejas de
preguntar; « ¿Por qué me está pasando esto a mí?»
Incluso en las situaciones
aparentemente más inaceptables y dolorosas se esconde un bien mayor, y cada
desastre lleva en su seno la semilla de la gracia.
A lo largo de la historia, siempre ha
habido mujeres y hombres que, cuando tuvieron que hacer frente a grandes
pérdidas, enfermedades, prisión o muerte inminente, aceptaron lo aparentemente
inaceptable, y así hallaron «la paz que supera toda comprensión».
La aceptación de lo inaceptable es la
mayor fuente de gracia en este mundo.
Hay situaciones en las que todas las
respuestas y explicaciones fracasan. La vida deja de tener sentido. O alguien
que está pasando un apuro viene a pedirte ayuda, y tú no sabes qué decir ni qué
hacer.
Cuando aceptas plenamente que no
sabes, renuncias a esforzarte por encontrar respuestas con la mente pensante y
limitada, y es entonces cuando una inteligencia mayor puede operar a través de
ti. En ese instante, hasta el pensamiento puede beneficiarse, porque la
inteligencia mayor puede fluir a él e inspirarlo.
A veces, rendición significa
renunciar a tratar de comprender y sentirse cómodo en el desconocimiento.
¿Conoces a ese tipo de persona cuya
principal función en la vida parece ser la de ser desgraciada y hacer
desgraciados a los demás, la de extender la infelicidad? Perdónales, porque
ellos también forman parte del despertar de la humanidad. Representan una
intensificación de la pesadilla de la conciencia egótica, del estado de
no-rendicíón. En su función no hay nada personal. Ellos no son eso.
Uno podría decir que rendirse es la
transición interna de la resistencia a la aceptación, del «no» al «sí».
Cuando te rindes, tu sentido del yo
pasa de estar identificado con una reacción o juicio mental a ser el espacio
que rodea a la reacción o al juicio. Es pasar de identificarte con la forma —el
pensamiento o emoción— a ser y reconocerte como aquello que no tiene forma, la
conciencia espaciosa.
Lo que aceptes completamente te hará
sentirte en paz, incluyendo la aceptación de que no puedes aceptar, de que te
estás resistiendo.
Deja la Vida en paz. Déjala ser.
Eckhart Tolle.
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