Salir del circo de las
apariencias y ayudar a los demás a salir del túnel del terror
¿Sabes esas veces que
sales de casa, o cualquier otro lugar, y piensas “creo que me olvido de algo”
pero no sabes qué es, hasta que, con enorme claridad, lo recuerdas y no
entiendes cómo algo tan obvio había desaparecido de tu mente durante ese rato?
Pues igual nos pasó eso y solo unos pocos empezaron a tener la intuición del
olvido.
Parecía un poco raro al
principio, porque queremos tener gente al lado que nos diga “¡que te dejas la
chaqueta!”. Bueno… yo, al menos, sí quiero.
No sé cómo estarás
realizando este viaje pandémico. Está claro que nadie individualmente lo deseó,
pero quién sabe si en la mente universal se nos quedaron varias cosas por
aprender y nos toca descubrir qué era aquello que hemos olvidado.
Los avisos sobre el
cambio climático y la necesidad de organizarnos mejor como sociedad se deben
poner por delante de nuestras pequeñas tonterías… Sí, tonterías, porque los
detalles son luz, nos dejan satisfechos, pero las tonterías nos dejan un mal
sabor de boca, como de haber perdido el día y la energía.
Supongo que tú sabes lo
que te digo, y aunque me gustaría poder decir que todos somos capaces de
distinguirlos con facilidad, no puedo, no es verdad, no estaríamos así.
Cada cual distingue
según sus parámetros de visión, por eso nos hace falta una visión conjunta por
comprensión, no por coerción.
La globalización nos ha
traído muchos problemas, pero seguramente la vida nos esté diciendo que no es
la economía la que debe de ser global, sino la hermandad entre nosotros y con
el resto de vida del planeta.
Los mayores nos dicen
que cada generación tiene sus problemas. Tal vez sea así, sería deseable que no
pretendamos saltar este problema apagando un fuego y sin preguntarnos sobre sus
diversas causas, o qué otros fuegos hay.
Cuántas reuniones y
promesas político-económicas, de pactos caducados sin cumplir por algo tan
básico como no estropear el mundo en el que vivimos.
De pequeña pertenecí a
un grupo juvenil, de esos que te llevan de acampada y te enseñan a dejar el
bosque tal cual lo encuentras, o incluso mejor, retirando la basura de otros.
Si los comparamos con los años que llevan los políticos discutiendo sobre esto,
la verdad es que hasta los niños más descuidados lo aprendían en un momento.
Esperemos que no nos
den un culpable de ninguno de los grandes problemas de nuestra generación, y
que si nos lo dan, no lo aceptemos, porque eso sólo desviaría nuestra atención
y la fuerza en las posibles acciones más sabias que emprendamos ahora.
Los sucesos de la
magnitud del cambio climático o de una extraña pandemia no ocurren por una sola
causa ni por un solo agente, y ni siquiera en un solo espacio ni un solo
tiempo, pero lo que es absolutamente revelador es nuestra decisión y su acción
en el presente. La nuestra, sí, la nuestra.
Todos aportamos. Todos
somos energía en movimiento. Tú decides cómo participas y puedes contar tus
ocurrencias o compartir la de otros, y la cosa se va moviendo de otra manera.
Para el aprendiz de
yogui, cada día vivido con consciencia ofrece su gota de lo esencial, que es
más asequible de lo que imaginamos. Las señales desde el océano invulnerable
pueden surgir imprevistamente desde cualquier lugar y tal vez te traigan la
motivación para salirte del circo de las apariencias y ayudar a los demás a
salir del túnel del terror. Ahora podemos ver cómo el mundo está temblando,
repleto de planes rotos, pero tal vez es en este momento cuando algunos podrán
contactar mejor con aquello que sobrevuela imperturbablemente nuestra ilusión
espacio-temporal, con sus verdades eternas al alcance de nuestro silencio y con
nuestro egocentrismo favorablemente tocado.
Si alguna vez se te ha
pasado por la cabeza meditar o ser un yogui o yoguini en acción, ya es la hora.
Medita, actúa.
Directora de Gobinde Yoga
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