Lo que está surgiendo
ahora no es un nuevo sistema de creencias, una nueva religión, ideología
espiritual o mitología. Estamos llegando al final, no solo de las mitologías,
sino también de las ideologías y los sistemas de creencias. El cambio va más
allá del contenido de tu mente, más allá de tus pensamientos.
Eckhart Tolle
La vida, ya sea de una
especie o de una forma individual, muere, o se extingue, o se impone por encima
de las limitaciones de su condición por medio de un salto evolutivo siempre que
se ve enfrentada a una crisis radical, cuando ya no funciona la forma anterior
de ser en el mundo o de relacionarse con otras formas de vida y con la
naturaleza, o cuando la supervivencia se ve amenazada por problemas
aparentemente insuperables.
Se cree que las formas
de vida que habitan este planeta evolucionaron primero en el mar. Cuando
todavía no había animales en la superficie de la tierra, el mar estaba lleno de
vida. Entonces, en algún momento, alguna de las criaturas se aventuró a salir a
la tierra seca. Parece poco probable que una especie se hubiera aventurado en
semejante ambiente desconocido y se hubiera sometido a una transformación
evolutiva a menos que alguna crisis la hubiera obligado a hacerlo. Quizás pudo
suceder que una gran zona del mar hubiera quedado separada del océano principal
y que el agua se hubiera secado gradualmente con el paso de miles de años,
obligando a los peces a salir de su medioambiente y a evolucionar.
El desafío de la
humanidad en este momento es el de reaccionar ante una crisis radical que
amenaza nuestra propia supervivencia. La disfunción de la mente humana
egotista, reconocida desde hace más de 2.500 años por los maestros sabios de la
antigüedad y amplificada en la actualidad a través de la ciencia y la
tecnología, amenaza por primera vez la supervivencia del planeta. Hasta hace
muy poco, la transformación de la conciencia humana (señalada también por los
antiguos sabios) era tan sólo una posibilidad a la cual tenían acceso apenas
unos cuantos individuos aquí y allá, independientemente de su trasfondo
cultural o religioso. No hubo un florecimiento generalizado de la conciencia
humana porque sencillamente no era todavía una necesidad apremiante.
Una proporción
significativa de la población del planeta no tardará en reconocer, si es que no
lo ha hecho ya, que la humanidad está ante una encrucijada desgarradora:
evolucionar o morir. Un porcentaje todavía relativamente pequeño pero cada vez
más grande de personas ya está experimentando en su interior el colapso de los
viejos patrones egotistas de la mente y el despertar de una nueva dimensión de
la conciencia.
Lo que comienza a
aflorar no es un nuevo sistema de creencias ni una religión, ideología espiritual
o mitología. Estamos llegando al final no solamente de las mitologías sino
también de las ideologías y de los credos. El cambio viene de un nivel más
profundo que el de la mente, más profundo que el de los pensamientos. En
efecto, en el corazón mismo de la nueva conciencia está la trascendencia del
pensamiento, la habilidad recién descubierta de elevarse por encima de los
pensamientos, de reconocer al interior del ser una dimensión infinitamente más
vasta que el pensamiento. Por consiguiente, ya no derivamos nuestra identidad,
nuestro sentido de lo que somos de ese torrente incesante de pensamientos que
confundimos con nuestro verdadero ser de acuerdo con la vieja conciencia. Es
inmensa la sensación de liberación al saber que no somos esa “voz que llevamos
en la cabeza”. ¿Quién soy entonces? Aquel que observa esa realidad. La
conciencia que precede al pensamiento, el espacio en el cual sucede el
pensamiento, o la emoción o la percepción.
Si no cambian las
estructuras de la mente humana, terminaremos siempre por crear una y otra vez
el mismo mundo con sus mismos males y la misma disfunción.
El ego no es más que
eso: la identificación con la forma, es decir, con las formas de pensamiento
principalmente. Si es que hay algo de realidad en el concepto del mal (realidad
que es relativa y no absoluta), su definición sería la misma: identificación
total con la forma: las formas físicas, las formas de pensamiento, las formas
emocionales. El resultado es un desconocimiento total de nuestra conexión con
el todo, de nuestra unicidad intrínseca con “todo lo demás” y también con la
Fuente. Este estado de olvido es el pecado original, el sufrimiento, el engaño.
¿Qué clase de mundo creamos cuando esta falsa idea de separación total es la
base que gobierna todo lo que pensamos, decimos y hacemos? Para hallar la
respuesta basta con observar la forma como los seres humanos se relacionan
entre sí, leen un libro de historia o ven las noticias de la noche.
Si no cambian las
estructuras de la mente humana, terminaremos siempre por crear una y otra vez
el mismo mundo con sus mismos males y la misma disfunción.
Espiritualidad y
religión
¿Cuál es el papel de
las religiones convencionales en el surgimiento de la nueva conciencia? Muchas
personas ya han tomado conciencia de la diferencia entre la espiritualidad y la
religión. Reconocen que el hecho de tener un credo (una serie de creencias
consideradas como la verdad absoluta) no las hace espirituales,
independientemente de cuál sea la naturaleza de esas creencias. En efecto,
mientras más se asocia la identidad con los pensamientos (las creencias), más
crece la separación con respecto a la dimensión espiritual interior. Muchas
personas “religiosas” se encuentran estancadas en ese nivel.
Equiparan la verdad con
el pensamiento y, puesto que están completamente identificadas con el
pensamiento (su mente), se consideran las únicas poseedoras de la verdad, en un
intento inconsciente por proteger su identidad. No se dan cuenta de las
limitaciones del pensamiento. A menos de que los demás crean (piensen) lo mismo
que ellas, a sus ojos, estarán equivocados; y en un pasado no muy remoto,
habrían considerado justo eliminar a esos otros por esa razón. Hay quienes
todavía piensan así en la actualidad.
La nueva
espiritualidad, la transformación de la conciencia, comienza a surgir en gran
medida por fuera de las estructuras de las religiones institucionalizadas.
Siempre hubo reductos de espiritualidad hasta en las religiones dominadas por
la mente, aunque las jerarquías institucionalizadas se sintieran amenazadas por
ellos y muchas veces trataran de suprimirlos. La apertura a gran escala de la
espiritualidad por fuera de las estructuras religiosas es un acontecimiento
completamente nuevo. Anteriormente, esa manifestación habría sido inconcebible,
especialmente en Occidente, cultura en la cual es más grande el predominio de
la mente y en donde la Iglesia cristiana tenía prácticamente la franquicia
sobre la espiritualidad. Era imposible pensar en dar una charla o publicar un
libro sobre espiritualidad sin la venia de la Iglesia. Y sin esa venia, el
intento era silenciado rápidamente. Pero ya comienzan a verse señales de cambio
inclusive en el seno de ciertas iglesias y religiones.
Esto sucede en parte
como resultado de las enseñanzas espirituales surgidas por fuera de las
religiones tradicionales, pero también debido a la influencia de las enseñanzas
de los antiguos sabios orientales, que un número creciente de seguidores de las
religiones tradicionales pueden dejar de identificarse con la forma, el dogma y
los credos rígidos para descubrir la profundidad original oculta dentro de su
propia tradición espiritual, y descubrir al mismo tiempo la profundidad de su
propio ser. Se dan cuenta de que el grado de “espiritualidad” de la persona no
tiene nada que ver con sus creencias sino todo que ver con su estado de
conciencia. Esto determina a su vez la forma como actúan en el mundo y se
relacionan con los demás.
Quienes no logran ver
más allá de la forma se encierran todavía más en sus creencias, es decir, en su
mente. En la actualidad estamos presenciando un surgimiento sin precedentes de
la conciencia, pero también el atrincheramiento y la intensificación del ego.
Habrá algunas instituciones religiosas que se abrirán a la nueva conciencia
mientras que otras endurecerán sus posiciones doctrinarias para convertirse en
parte de todas esas otras estructuras forjadas por el hombre detrás de las
cuales se ha de atrincherar el ego para “dar la pelea”. Algunas iglesias,
sectas, cultos o movimientos religiosos son básicamente entidades egotistas
colectivas identificadas tan rígidamente con sus posiciones mentales como los
seguidores de cualquier ideología política cerrada ante cualquier otra interpretación
diferente de la realidad.
Pero el ego está
destinado a disolverse, y todas sus estructuras osificadas, ya sea de las
religiones o de otras instituciones, corporaciones o gobiernos, se
desintegrarán desde adentro, por afianzadas que parezcan. Las estructuras más
rígidas, las más refractarias al cambio, serán las primeras en caer. Esto ya
sucedió en el caso del comunismo soviético. A pesar de cuán afianzado, sólido y
monolítico parecía, al cabo de unos cuantos años se desintegró desde adentro.
Nadie lo vio venir. A todos nos cayó por sorpresa. Y son muchas otras las
sorpresas que nos esperan.
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Extracto del libro Una
Nueva Tierra.
Eckhart Tolle es un
escritor, conferencista y maestro espiritual alemán con estudios en las
universidades de Londres y Cambridge. Es autor del betseller del New York Times
El poder del ahora y del aclamado Una Nueva Tierra. Vive en Vancouver, Canadá,
con su esposa Kim Eng.
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