¿Por qué esa palabra
tan breve cuesta tanto? Y, sin embargo, cuando el “basta” nace de las entrañas,
anoticiadas de que lo que estamos viviendo nos hace mal, el “basta” cobra vida
propia: se nos instala en el cuerpo y aprieta el estómago o rechina los dientes
en las noches apenas dormidas… nos genera bruma en los pensamientos, pidiendo a
gritos que el viento del “basta” sople fuerte y despeje el camino… y nos hace
dar cuenta cabalmente de todo lo que siempre habíamos visto, pero que no nos
atrevíamos a mirar.
Cuando el “basta” es
aún pequeñito, gime como un piano con sordina, y pretendemos no escucharlo…
Seguimos acomodando nuestra percepción de la vida: figura-fondo. Así
percibimos. Ahora, que estás leyendo estas palabras, las letras son figura,
pero el “papel virtual” es el fondo, al cual no miramos pues, si lo hiciéramos,
dejaríamos de poder leer las palabras. Del mismo modo percibimos cualquier
aspecto de la realidad: seleccionamos determinados atributos, que serán nuestra
“figura”, nuestro foco, y decidimos, emocional o cognitivamente, que el resto
sea “fondo”. Y nos vamos adaptando. Nos vamos adaptando. Y vamos confirmando
que"eso" es la realidad. Quién no lo ha vivido enamorándose de la
persona menos conveniente? ¿Qué hicimos? Seleccionamos un conjunto de
atributos, los volvimos figura, y con tanto esfuerzo como el de quien no puede
cerrar su maleta porque le sobra ropa por los cuatro costados, nos empeñamos en
que quepa como “fondo” un sinnúmero de aspectos de esa realidad a los que
preferimos no darles entidad.
Sin embargo, en medio
del viaje, salta el cierre de la valija y la ropa empieza a caerse por el
camino; así es el “basta”. Los objetos nos lo dicen! Cuando volcamos agua a una
taza de té, el “bastante” es justo antes de que desborde. Eso decimos cuando
decimos “basta”: no cabe ni una gota más, ni un pañuelo, ni un maltrato, ni un
minuto de espera (inclusive cuando nos demoramos en hacer lo que amamos, pero
postergamos como si el tiempo no fuera un recurso no-renovable…).
Entonces el temido
“basta” cobra forma en la voz: con sus dos “a” que, en nuestro idioma, nos
obliga a abrir bien la boca, el pecho; como la palabra “clara”, la palabra
“ya”, la palabra “palabra”! Uno la dice, y tiene el paso siguiente disponible:
ser coherente en los actos. El “basta” es movimiento cuando hay que irse, el
“basta” es retirada cuando nos quedábamos, el “basta” es entrar cuando nos
estábamos yendo, el “basta” es decidir lo que eludíamos, para empezar a ser
quienes evitábamos: nosotros mismos.
Si yo aprendiera veinte
idiomas para ir a veinte países y vivir en veinte culturas diferentes, lo
primero que quisiera aprender es un puñadito de palabras, (indispensables en la
cartera de la dama y el bolsillo del caballero!): “Gracias”, “perdón”, “por
favor”, “sí”, “no”, “bello”, “quiero”, “necesito”… “Basta.” Qué otras palabras
agregarías en tu equipaje? Cuáles has tenido que ir aprendiendo a decir con
firmeza, ternura, asombro, alegría, pasión…? Me quedo aquí, escuchándote.
© Virginia Gawel
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