Este
texto me parece muy valioso en el momento existencial que vivimos, en un mundo
convulsionado pero donde la mayoria empuja por seguir viviendo con los mismos
codigos sociales de la era que termino. Es tiempo de hacer cambios, de dejar
los apegos, la competencia nefasta, la discriminacion creyendo que hay unos
humanos que tienen derechos que otros no deben tener. Pero el cambio comienza
en cada ser, ya no hay tiempo para seguir indiferentes en la inercia de lo que
era el mundo. Elegimos el camino de la Luz, vivamos segun la etica espiritual
que aceptamos. Vivamos el sentir, dejemos el pensar en buscar estructura social
en este mundo. Vivamos en Luz, con el corazón abierto a fuir con la Ley de la
Creacion. Leamos y meditemos este texto, algo aprenderemos todos. Tengamos presente qe somos seres espirituales haciendo experiencias terrenas.Olga Benavidez
ÉTICA Y
ESPIRITUALIDAD PARA UNA NUEVA ECONOMÍA
La
reflexión que aquí se hace es un vistazo de las posibilidades que ofrece la
unión entre la economía y una ética derivada del reconocimiento de la realidad
de la dimensión del espíritu. Ante la inercia de quienes que se supone deberían
guiar los aspectos políticos y económicos de nuestra sociedad, no nos queda más
que asumir nosotros la acción por el cambio.
Felipe
Correa Mautz
Pocos
niegan que está en marcha un gran cambio, ya se tome desde el punto de vista de
la tecnología, de las ciencias, de la ecología o desde la consciencia
colectiva. Un escenario cada vez más preocupante respecto al medio ambiente,
ligado también a una cada vez mayor escasez de recursos naturales, está
llevando a transformaciones en los sistemas productivos, al cambio en los
patrones de consumo de la población, y en general a una mayor preocupación por
el planeta.
Los
distintos paradigmas (o ideas) que están surgiendo no han sido, sin embargo,
gratuitos. Son producto de una profunda crisis en nuestro estilo de vida que
involucra una deficiente calidad de la alimentación, elevados niveles de estrés
producto del tipo de trabajo, la falta de tiempo para compartir y educar, entre
otros muchos factores. De esta forma se cumple la paradoja de que la crisis es
al mismo tiempo una oportunidad, un factor de cambio. Una “crisis de
nacimiento”, como lo resume Charles Eisenstein en su libro Economía sagrada,
una crisis que nos expulsa del viejo mundo hacia un mundo nuevo.
Pero
esta transición tiene algo particular que no han tenido las transiciones
anteriores. Esta vez somos nosotros los que estamos eligiendo cambiar de
paradigmas. Claro, la alternativa es destruir el planeta y de paso nuestra
propia existencia material en él, lo que no nos pone en una posición muy
favorable para negociar. Aun así, pienso que el cambio que experimentamos es
más profundo que aquel estado al que nos llevaría simplemente la preocupación
medioambiental. De esta forma, el planeta está sirviendo como el puntapié para
una transformación mayor, una que se hace como una elección libre, “el comienzo
de la historia de la humanidad” como diría Karl Marx, aquella que construimos
de forma consciente.
Una
economía centrada en lo material solo encontrará como medio de crecimiento la
satisfacción de los crecientes deseos mundanos, lo que constituye en esencia
una barrera insalvable para el anhelo humano de liberación.
Un
área que tiene que acompañar todos estos grandes cambios de paradigmas es sin
dudas la economía. La economía es la forma en que la humanidad se relaciona
consigo misma y con las demás especies para producir el sustento material
necesario para la vida. Involucra por ende la forma y el tiempo de trabajo, la
distribución de los bienes, la relación que establecemos con los demás, con el
resto de la naturaleza (¡la humanidad es parte de la naturaleza!), y con las
cosas que producimos. Estudios conductuales de las últimas décadas han
establecido, además, que la economía no es tan solo una consecuencia del
accionar humano, sino también uno de sus determinantes. Y es por esto que es
tan importante tomar la economía como uno de los tantos ejes de acción.
En
el libro Lo pequeño es hermoso, el economista E. F. Schumacher señalaba que los
verdaderos problemas de la vida, sea en la política, la economía, la educación,
el matrimonio, etc. son problemas “divergentes”, queriendo decir con esto que
son problemas de reconciliar opuestos, algo que no puede ser resuelto mediante
el razonamiento lógico. Existen también los problemas “convergentes” que sí
pueden ser resueltos mediante el razonamiento lógico, como son las ciencias
físicas y matemáticas, y es esa la razón por la que pueden progresar
acumulativamente y cada nueva generación puede comenzar justo donde sus
predecesores terminaron. Al ser problemas “divergentes”, tanto la economía,
como la política, la educación o el matrimonio, son problemas que
necesariamente incorporan en su razonamiento un importante componente de
elección ética.
Debido
a que la economía puede finalmente ser entendida como una elección ética, es
que surge la importancia de la espiritualidad, como una de las importantes
fuentes de una ética para la transformación. Y el hecho de que esta transición
deba ser realizada de forma consciente, nos obliga a poner en perspectiva un
nuevo paradigma ético.
Espiritualidad
y ética
Una
de las reconocidas fuentes de ética ha sido históricamente la religión. Sin
embargo, no podríamos decir que siempre ha sido una ética superior. A causa de
la religión se han llevado a cabo guerras y persecuciones, se han censurado
avances científicos importantes, y se ha condenado a personas de buena voluntad
a todo tipo de calamidades. La ética de la religión tiene ese aspecto de dulce
y amargo, pues constituye también una creación humana.
Sin
embargo, es posible que la ética presente en la espiritualidad que yace detrás
de los ritos y dogmas de la religión pueda aun sobrevivir en una era donde la
ética sea entendida no dentro del esquema de la religión, como “una suma de
mandamientos y prohibiciones que hay que cumplir”, sino como lo “una oferta
natural e inherente que nos pueda conducir a la felicidad y satisfacción
propias y de los demás” (El llamamiento del Dalái Lama al mundo: la ética es
más importante que la religión, 2015). Fuera de la vasija de la religión, la
espiritualidad cobra una dimensión ética que es humanista y trascendente a la
vez.
Una
Nueva Economía tomará la riqueza material como un medio y no como un fin, solo
como algo necesario para poder desarrollar esferas y capacidades superiores que
lleven finalmente a la felicidad plena y a la vida perfecta.
Ética,
espiritualidad y una Nueva Economía
De
las fuentes que pueden dar luces sobre el sentido ético de una espiritualidad
verdadera, podríamos decir en primer lugar que son muchas. Los textos antiguos
sobre los que se han basado las religiones son una de ellas. Otra fuente
importante es la herencia oral de comunidades que, sin tener oficialmente una
religión o textos que así lo establezcan, poseen una concepción espiritual bien
definida., siendo este es el caso de algunos pueblos originarios del continente
americano. Una tercera fuente son los desarrollos recientes que abordan desde
una perspectiva contemporánea los vínculos de la economía con el entendimiento
de una ética que reconoce la dimensión del espíritu. Libros como Spiritual
Economics (1983), Proutist Economics (1992), Sacred Economics (2011) o Quantum
Economics (2015), entre otros, son buenos ejemplos de ello.
Ecología,
medioambiente y crecimiento
Una
de las premisas fundamentales de la ecología es que los seres humanos formamos
parte del medioambiente. Nosotros no trabajamos, ni producimos, ni consumimos
en un sistema diferente al del planeta. Dependemos de sus recursos, como éste
depende de nuestra responsabilidad para su subsistencia. La física cuántica ha
hecho importantes avances respecto a la demostración de que la separatividad no
es más que ilusión. Como señala el físico Amit Goswami en Quantum Economics, “a
través de este dominio no-local, todas las cosas están interconectadas. La
separatividad que experimentamos surge solo porque ordinariamente nos
comunicamos vía señales locales”. El aspecto de interconexión que resalta la
espiritualidad en diversas tradiciones es relevante para el entendimiento
económico, pues si todos estamos conectados en un plano inmaterial, significa
que cualquier daño que yo pueda ocasionar a un semejante tiene repercusiones de
vuelta en mi propio bienestar.
Una
economía que derive su ética del reconocimiento de la dimensión del espíritu,
entendería también de forma distinta el crecimiento económico. Por su
naturaleza, el ser humano siempre aspira al crecimiento como concepto genérico.
Sin embargo, el mundo material tiene como característica el ser de una
naturaleza limitada. Mantener la ilusión del crecimiento material infinito
(medido por un incesante crecimiento del PIB) lleva inevitablemente a dos
consecuencias: la primera es una desestabilización aguda de los equilibrios
medioambientales que es son la base de nuestra estancia material en este
planeta; la segunda es una inevitable e inacabable insatisfacción. Debido a que
no podemos llegar a lo infinito (idea trascendencia dentro de la
espiritualidad) dentro de lo finito (materialidad de la vida humana), nuestro
“crecimiento” dentro de un marco material tiene límites. E. F. Schumacher se
refiere a esto diciendo que “una actitud vital que busca la realización en la
obtención unilateral de riquezas no encaja dentro de este mundo porque no
contiene ningún principio limitativo en sí misma, mientras que el entorno en el
que está ubicado es estrictamente material”. Esto no sucede en una economía
concebida dentro de un marco que reconoce la realidad de lo inmaterial, donde
el mundo del espíritu se presenta como algo infinito e inconmensurable. La
Teología de la Liberación de la Iglesia Católica en América Latina tuvo (o
tiene) un razonamiento similar. Así, una Nueva Economía debería sentar las
bases materiales para hacer posible la expansión del ser humano hacia estadios
más inmateriales de desarrollo, donde la materialidad del mundo no es
limitación para el crecimiento (verdadero) de la persona.
Pobreza
y riqueza
Eric
Butterworth, presbítero del movimiento Unity, reflexiona en su libro Spiritual
Economics acerca de la riqueza como una materialización de la “substancia”
universal presente en todo momento y lugar. Según Butterworth y la su
interpretación de la riqueza, nuestra tarea es sería simplemente conectarnos con
esta substancia universal: “Vivimos en un mundo que siempre tiene el potencial
de afluencia. Toda la substancia del Universo, toda la riqueza que se ha
manifestado o que se manifestará en este mundo, está presente ahora mismo”. El
texto Un curso de milagros, escrito por Helen Schucman y que recoge –según se
dice- las enseñanzas de Jesús, señala que: “La obscuridad es falta de luz de la
misma manera en que el pecado es falta de amor. No tiene cualidades únicas
propias. Es un ejemplo de la creencia en la “escasez”, de la cual solo se
pueden derivar errores”. De forma indirecta, todo nuestro paradigma económico
se basa en esta creencia en la escasez. El reconocimiento de la no escasez de
esta “substancia” y de la verdadera riqueza, puede llevarnos también a una
Nueva Economía donde la riqueza, y no la pobreza, sea la norma.
El
apego a la riqueza material es también un problema desde la perspectiva del
espíritu. Aquellos familiarizados con las enseñanzas del budismo podrán
identificar que de todo lo que se trata el proceso de liberación en esta
tradición, es del desapego a los deseos sensoriales, al placer material y a las
pasiones del cuerpo. “Cada vez que te llenas de deseos tus sufrimientos se
multiplican como una espesa enredadera. Pero si subyugas tus deseos, las penas
se irán resbalando como gotas de rocíos que caen de la tersa flor de loto”. Así
son las palabras pronunciadas en el Dhammapada, texto que repite la misma idea
una y otra vez: “¡Aligera tu bote, buscador! Que con menos carga se navega
mejor”.
Los
aforismos de los Yogasutras de Patanjali aportan reflexiones adicionales. Sus
yamas y niyamas han sido interpretados como preceptos éticos a seguir desde el
punto de vista personal y universal. El principio del aparigraha (generosidad,
“no acaparar”, “no apoderarse de todo”) llama a la no acumulación y al rechazo
de los deseos materiales, innecesarios: “Cuando el hombre deja de interesarse
en la adquisición de bienes inútiles recibe el conocimiento de sus existencias
pasadas, presentes y futuras”. Bien conocida es también para los católicos la
frase respecto a que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja,
que un rico entre en el Reino de Dios”. Una economía centrada en lo material
solo encontrará como medio de crecimiento la satisfacción de los crecientes
deseos mundanos, lo que constituye en esencia una barrera insalvable para el
anhelo humano de liberación. Así, una Nueva Economía tomará la riqueza material
como un medio y no como un fin, solo como algo necesario para poder desarrollar
esferas y capacidades superiores que lleven finalmente a la felicidad plena y a
la vida perfecta.
Distintas
tradiciones enseñan también que no somos los humanos los propietarios de la
naturaleza, ni de la riqueza material que a partir de ella producimos. Más
bien, somos solo administradores. De acuerdo a la interpretación que hace P. R.
Sarkar, “este universo es la proyección mental de Brahma [la Conciencia
Suprema]; por lo que la propiedad del universo pertenece a la Entidad Suprema y
no a ninguno de los seres que Él imaginó. Todos los seres vivos pueden
disfrutar de su legítima parte en esta propiedad… Como miembros de una familia
conjunta”. Desde el cristianismo gnóstico y respecto a la propiedad, se dice de
Jesús hablando en el Evangelio de Acurio: “La riqueza del hombre no consiste en
lo que él aparentemente tiene: tierras, plata y oro. Estos son mera riqueza
prestada. Ningún hombre puede acaparar los regalos de Dios. Las cosas de la
naturaleza son cosas de Dios, y lo que es de Dios pertenece por igual a todo
hombre (…) Dios no da al hombre riqueza para que la esconda en bóvedas
secretas. El hombre no es sino el administrador de la riqueza de Dios, y debe
usarla para el bien común”. Esta perspectiva de administradores, más que de
propietarios, nos confiere sin duda una responsabilidad ante los materialmente
desfavorecidos. En un nuevo paradigma ético y económico, ningún hombre o mujer
puede ser privado de lo que le pertenece cada uno por derecho propio, de forma
independiente de los méritos que se crea que cada uno tenga.
Un
llamado a la acción
La
reflexión que aquí hemos hecho es solo un vistazo de las posibilidades que
ofrece la unión entre la economía y una ética derivada del reconocimiento de la
realidad de la dimensión del espíritu. Sin embargo, la construcción de este
nuevo paradigma requiere del esfuerzo de todos y todas. Ante la mayoritaria
inercia de quienes que se supone deberían guiar los aspectos políticos y
económicos de nuestra sociedad, no nos queda más que asumir nosotros la acción
por el cambio. Sin dudas que, en la medida en que nuestra comunicación se base
en la una ética distinta y superior, esta verdad resonará en todas las personas
que se identifiquen con la necesidad de un cambio de paradigmas, orientando la
nueva sociedad a una ética de la compasión, de la solidaridad, del bien común y
del esfuerzo individual por un desarrollo humano verdadero. No hay que olvidar
tampoco que la forma de transmitir y acercar esta nueva realidad es
principalmente a través del propio actuar. Este es un esfuerzo permanente, y es
también uno de los componentes esenciales para la recuperación de las mentes y
los corazones para el verdadero propósito de desarrollo.
Felipe
Correa Mautz
Felipe
Correa Mautz es Economista, Licenciado en Ciencias Económicas y Magíster en
Análisis Económico de la Universidad de Chile. Miembro de la Red de Estudios
Nueva Economía. Actualmente se desempeña como Asistente de Investigación en
temas de desarrollo económico para América Latina y el Caribe, en la CEPAL
(Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
Fuente:
Mundo Nuevo
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