WEN TZU - 110 LAO TSE DIJO




110
Lao Tse dijo:

La benevolencia es algo que el pueblo admira, el deber es algo que el pueblo estima. Cuando aquellos a los que el pueblo admira y estima pierden sus vidas y sus países, es porque no comprendieron los tiempos. Así pues, quienes conocen la benevolencia y la obliga­ción pero no conocen la estrategia apropiada al tiempo no alcanzan el Camino.

Los Cinco Señores de la alta antigüedad valora­ban la virtud. Los Tres Augustos Jefes de la antigüe­dad media practicaban la justicia. Los Cinco Hegemónicos de la antigua antigüedad empleaban el poder. Ahora bien, tomar el Camino de los señores e intentar aplicarlo al tiempo de los hegemónicos no sería el Camino.

Por ello, lo bueno y lo malo es lo mismo en el sen­tido de que el rechazo y el halago dependen de las tendencias convencionales; las acciones son iguales en el sentido de que oposición y armonía dependen de la época.

Cuando sabes lo que hace la Naturaleza y conoces cómo actúa la gente, tienes los medios de atravesar el mundo. Si conoces la Naturaleza pero no conoces a la gente, no tienes entonces modo alguno de interactuar con la sociedad. Si conoces a la gente pero no conoces a la Naturaleza, no tienes modo alguno de viajar a lo largo del Camino.

Si diriges tu intención directamente a lo que es cómodo, los inexorables y poderosos te robarán; si utilizas tu cuerpo para trabajar por cosas, el yin y el yang te devorarán.

Las personas que han alcanzado el Camino cam­bian externamente pero no cambian internamente. El cambio externo es la manera mediante la que conocen a las demás personas; el no cambio interno es la mane­ra mediante la que se preservan a sí mismos.

Por ello, si posees un control interno estable, al tiempo que eres capaz de contraerte y expandirte externamente, fluyendo con las cosas, puedes evitar el fracaso en todo lo que emprendas.

Lo que se estima en el Camino es la capacidad de cambiar. Si te mantienes en una sola disciplina y lle­vas a cabo una sola actividad, aunque alcances con ello la realización, aun esto no es algo diferente de bloquear el gran Camino aferrándote a la pequeña preferencia.

El Camino es silencioso, porque está vacío; no implica actuar sobre los demás y no implica actuar sobre uno mismo. Por ello, cuando sigues el Camino al emprender algo, éste no es el hacer del Camino, es la aplicación del Camino.

Lo que encierra el cielo y la tierra es iluminado por el sol y la luna, calentado por el yin y el yang, humedecido por la lluvia y el rocío, y sostenido por el Camino y la virtud, todo es la misma única armonía.

Por tanto, quienes pueden llevar el cielo pueden caminar por la tierra; quienes reflejan absoluta pureza ven gran claridad. Quienes establecen gran paz viven en una vasta morada; quienes pueden vagar en la más profunda oscuridad tienen la misma luz que el sol y la luna, sin forma y, sin embargo, produciendo formas.

Por tanto, las verdaderas personas dejan descansar sus esperanzas en la base de la atención, y hacen su morada en el principio de las cosas. Miran dentro de la más profunda oscuridad y escuchan el silencio. En medio de la más profunda oscuridad solitaria encuen­tran luz; sólo en medio del silencio esencial encuen­tran la iluminación. El uso que hacen de ellas es un no uso; sólo después del no uso son capaces de utilizarlas. El conocimiento que tienen de ellas es un no conoci­miento; sólo después del no conocimiento son capaces de conocerlas.

El Camino es lo que siguen los seres, la virtud es lo que la vida sostiene. La humanidad es una prueba de caridad acumulada, la justicia es lo que está cerca del corazón y se armoniza con lo que es adecuado para la comunidad. Cuando desaparece el Camino, surge la virtud; cuando decae la virtud, aparecen la humanidad y la justicia. Por ello, la gente de la muy remota anti­güedad caminaba por el Camino y no por la virtud; la gente de la antigüedad media conservaba la virtud pero no el sentimiento; mientras que la gente de los últimos tiempos era precavida y cuidadosa para no per­der la humanidad y la justicia.

Así pues, sucede que sin justicia superior la gente no tiene modo alguno de vivir; si pierden la justicia, pierden aquello por lo que están viviendo. Sin prove­cho, las personas ordinarias no tienen una manera de vivir; si pierden el provecho, pierden su manera de vivir. Por ello, las personas superiores temen la pérdida de la justicia, mientras que las personas ordinarias temen la pérdida del provecho. Observa lo que temen, y podrás ver la diferencia entre lo que es desastroso y lo que es afortunado para ellos.






No hay comentarios:

Publicar un comentario