La Nueva Era está en el esfuerzo
diario y compartido que hacemos para vivir con integridad, para crecer con
ánimo y para participar en una vida que permita expresar y realizar nuestros
sueños y capacidades.
La Nueva Era es lo que aparece al
vivir la vida de manera creativa, enriquecedora y compasiva. Aparece cuando
honramos a cada persona, animal, planta u objeto, como si fuese único, y
también como si fuese parte de nosotros, y lo consideramos merecedor de toda la
dignidad y respeto que reclamamos para nosotros mismos.
Más que un acontecimiento futuro, la
Nueva Era es la expresión de un espíritu transformador y creativo. Podemos
descubrirla en la vida de cada día. La encontramos, por ejemplo, en la forma en
que llevamos nuestro matrimonio, en la manera cuidadosa de cumplir con las
responsabilidades que tenemos como padres; cuando hacemos bien nuestro trabajo
y procuramos perfeccionar todo lo que sale de nuestras manos. La encontramos al
interrogarnos sobre nuestros defectos y la manera de superarlos, y cuando
tomamos consciencia de nuestros límites. Está en el esfuerzo diario y
compartido que hacemos para vivir con integridad, para crecer con ánimo y para
participar en una vida que permita expresar y realizar nuestros sueños y
capacidades. La Nueva Era es como una dimensión más añadida a las tres
dimensiones de nuestra vida diaria. Nos aporta entusiasmo y creatividad ante la
presencia de lo inesperado en nuestra existencia. Es el poder interior que nos
ayuda a visualizar y sacar a la superficie algo nuevo que busca su oportunidad
de maduración.
La mayoría de la gente considera el
concepto de Nueva Era como un acontecimiento histórico venidero que pondrá fin
– o transformará – la época actual. De esa forma, se convierte en un evento
definido por las expectativas inapropiadas de esas personas. Quienes ven de ese
modo la Nueva Era viven en una estimulación mal entendida que les produce
tensiones y que los hará desembocar en espejismos. Lo que es peor aún, es que
esos espejismos los pueden dividir más todavía entre el mundo tal como es y el
mundo como les gustaría que fuera. Concebir así la Nueva Era limita la
posibilidad de estas personas para percibirla como una actitud creativa con que
afrontar lo cotidiano.
La Nueva Era es una invitación para
abrirnos a la presencia de lo trascendente dentro de la mediocridad de nuestra
vida habitual. Por este motivo, tiene poco que ver con lo profético. Los
psíquicos y sus profecías han ido y venido durante siglos con un promedio
mínimo de aciertos. Es mejor hacer caso omiso de ellos en beneficio de las
potencialidades del momento inmediato. Las profecías sobre la Nueva Era me dan
la impresión de que sacaran a nuestro espíritu del momento presente como quien
saca peces del agua, dejándonos agitados por esperanzas o temores sobre las
playas de la imaginación de tal o cual profeta.
A la Nueva
Era se la contempla a menudo como la búsqueda de rituales chamánicos, interés
por las filosofías orientales, por el ocultismo, canalizaciones, cristales de
cuarzo, recuerdos de vidas pasadas y otros fenómenos psíquicos. Quienes se
interesan en todo esto se auto denominan miembros de la Nueva Era, se agrupan
en centros que estudian estos temas, y se consideran como agentes activos para
el cambio de la humanidad. Identificar a la Nueva Era con fenómenos psíquicos o
con un tipo específico de espiritualidad, es enfocarla en forma limitante y
distorsionadora. Las actividades de la Nueva Era adoptan muchas formas que no
tienen nada que ver con lo paranormal o lo sectario.
La promesa de la Nueva Era
Centenares de personas realizan
esfuerzos para el cambio y la mejora social inspirados por el espíritu
renovador de la Nueva Era, aunque no usen su nomenclatura. Su trabajo busca
integrar y promover la actividad intelectual y científica; desarrollar la
compasión, la sensibilidad artística y las buenas relaciones humanas; extender
las comunicaciones y perfeccionar las técnicas que a ellas se refieren, incitar
a una visión de futuro en los negocios con miras a compartir sus rendimientos
con la comunidad. Todo esto tiene muy poco o nada que ver con fenómenos
psíquicos.
La Nueva Era se preocupa de la
planetización de la humanidad, o sea la aparición de una consciencia de que
todos somos un solo pueblo que vive en un solo mundo y comparte un destino
común (la noosfera del Padre Teilhard). Ella representa un conjunto de
esfuerzos sociales, políticos, económicos, psicológicos y espirituales para
incluir todo aquello que nuestra sociedad moderna ha excluido: externamente,
los desposeídos, lo femenino, lo ecológico; internamente, todo lo doloroso,
reprimido y no integrado de nuestra psiquis, lo que Jung llama la Sombra. Al
buscar la integración, tanto externa como interna, de todos esos elementos
ocultos y suprimidos de nuestra vida tanto personal como colectiva, ella
pretende que podamos alcanzar la totalidad de nuestras potencialidades,
individualmente y como especie humana. Plantea una nueva definición del papel
de la humanidad en la creación, subrayando nuestra condición de servidores más
que de amos, de administradores más que de propietarios del mundo que
compartimos.
A la Nueva Era se la acostumbra ver
como una época de progreso individual. La literatura relacionada con ella
abunda en libros que proclaman cómo afirmar la propia divinidad, cómo alcanzar
la abundancia y ser próspero y feliz. El desarrollo personal es importante, sin
duda, pero la esencia de la Nueva Era es la expresión de un amor compasivo y de
una consciencia y responsabilidad social que van mucho más allá de nuestro
egocentrismo, buscando aumentar las posibilidades y capacidades de los otros.
La meta de la Nueva Era es transformar al ser humano en un ser planetario; el
desarrollar sus capacidades es un medio para ese fin, no el fin en si mismo. No
se trata de aspirar a ser un creador todopoderoso, sino un siervo compasivo y
abnegado, un protector de toda vida que aliente en este planeta, quien vive y
trabaja en medio de lo cotidiano y de lo aparentemente trivial, sin destacarse
externamente, pero siendo – por su amor – el más vulnerable y accesible de los
seres.
La aparición de una Nueva Era se basa
ante todo en esfuerzos para aplicar valores holísticos y planetarios. Suele ser
propio de estas motivaciones no atraer la atención hacia ellas, pues parecen
algo tan sin importancia al mezclarse con la vida diaria. El empeño de un
empresario por dar oportunidades a las capacidades innatas de sus subordinados,
o el intento de un padre de ir más allá de la actitud patriarcal tradicional
para expresar su propio instinto protector, tal vez no resulte ser una noticia
tan espectacular como el que en una sesión espiritista apareció un jefe militar
atlante de miles de años atrás pronosticando la destrucción de nuestro planeta.
Los esfuerzos individuales para explorar y aplicar valores de desarrollo
personal y de compasión en ámbitos verdaderamente corrientes, tendrán un efecto
mucho más duradero y transformador que cualquier noticia paranormal, y esto es
lo que constituye la esencia del movimiento de la Nueva Era.
Internamente, la Nueva Era continúa
el esfuerzo histórico de la humanidad por profundizar en los misterios de la
naturaleza, de Dios, de nosotros mismos y de la realidad. En una época tan
materialista como esta, la Nueva Era significa un renacer de nuestro sentido de
lo sagrado, un impulso del alma por comprender y expresar su propia divinidad,
en armonía con la divinidad que habita la creación y con la Fuente primordial
de esa divinidad cuya naturaleza inefable seguimos tratando de conocer.
En consecuencia, para aquellos que
tenemos fe en el espíritu de la Nueva Era, importa comprender que ella
simboliza esencialmente la unión del corazón y del intelecto humano con la
divinidad en la construcción de un mundo mejor, donde pueda compartirse el
sentido comunitario de integridad y sacralidad. Surgiría de esta manera una
conducta social fundamentada en una visión del mundo que estimula la
creatividad, la disciplina, la abundancia y la autenticidad.
Los medios de comunicación pueden
llegar a identificar hasta tal punto la idea de una Nueva Era con lo
irracional, lo mágico, lo paranormal, y los estilos de vida centrados en el
engrandecimiento del propio poder, que la imagen pierda su potencia
transformadora. Sería de lamentar, pero creo que no alteraría fundamentalmente
los hechos. La verdadera transformación que está ocurriendo en nuestra sociedad
seguiría su curso. La Nueva Era tiene muy poco que ver con las profecías,
imaginaciones y espejismos visualizados en una esfera mágica, pero tiene
muchísimo que ver con nuestra capacidad de contactarnos con el mundo de una
manera nueva que nos capacite para actitudes y acciones caritativas y
transformadoras. Recordando esto, podemos olvidarnos de la Nueva Era de las
canalizaciones espíritas, de los cristales de cuarzo, y otras hierbas, y
trabajar en descubrir y crear un mundo armonioso que nos nutrirá y ayudará a
realizar nuestras potencialidades no sólo a nosotros sino también a nuestra
descendencia que heredará este planeta en el futuro.
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Texto
original traducido de The New Age Vision, Findhorn Foundation.
David
Spangler
Fuente: Mundo Nuevo
Fuente: Mundo Nuevo
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