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Lao Tse dijo:
La
benevolencia es algo que el pueblo admira, el deber es algo que el pueblo
estima. Cuando aquellos a los que el pueblo admira y estima pierden sus vidas y
sus países, es porque no comprendieron los tiempos. Así pues, quienes conocen
la benevolencia y la obligación pero no conocen la estrategia apropiada al
tiempo no alcanzan el Camino.
Los
Cinco Señores de la alta antigüedad valoraban la virtud. Los Tres Augustos
Jefes de la antigüedad media practicaban la justicia. Los Cinco Hegemónicos de
la antigua antigüedad empleaban el poder. Ahora bien, tomar el Camino de los señores
e intentar aplicarlo al tiempo de los hegemónicos no sería el Camino.
Por
ello, lo bueno y lo malo es lo mismo en el sentido de que el rechazo y el
halago dependen de las tendencias convencionales; las acciones son iguales en
el sentido de que oposición y armonía dependen de la época.
Cuando
sabes lo que hace la Naturaleza y conoces cómo actúa la gente, tienes los
medios de atravesar el mundo. Si conoces la Naturaleza pero no conoces a la
gente, no tienes entonces modo alguno de interactuar con la sociedad. Si
conoces a la gente pero no conoces a la Naturaleza, no tienes modo alguno de
viajar a lo largo del Camino.
Si
diriges tu intención directamente a lo que es cómodo, los inexorables y
poderosos te robarán; si utilizas tu cuerpo para trabajar por cosas, el yin y
el yang te devorarán.
Las
personas que han alcanzado el Camino cambian externamente pero no cambian
internamente. El cambio externo es la manera mediante la que conocen a las
demás personas; el no cambio interno es la manera mediante la que se preservan
a sí mismos.
Por
ello, si posees un control interno estable, al tiempo que eres capaz de
contraerte y expandirte externamente, fluyendo con las cosas, puedes evitar el
fracaso en todo lo que emprendas.
Lo
que se estima en el Camino es la capacidad de cambiar. Si te mantienes en una
sola disciplina y llevas a cabo una sola actividad, aunque alcances con ello
la realización, aun esto no es algo diferente de bloquear el gran Camino
aferrándote a la pequeña preferencia.
El
Camino es silencioso, porque está vacío; no implica actuar sobre los demás y no
implica actuar sobre uno mismo. Por ello, cuando sigues el Camino al emprender
algo, éste no es el hacer del Camino, es la aplicación del Camino.
Lo
que encierra el cielo y la tierra es iluminado por el sol y la luna, calentado
por el yin y el yang, humedecido por la lluvia y el rocío, y sostenido por el
Camino y la virtud, todo es la misma única armonía.
Por
tanto, quienes pueden llevar el cielo pueden caminar por la tierra; quienes
reflejan absoluta pureza ven gran claridad. Quienes establecen gran paz viven
en una vasta morada; quienes pueden vagar en la más profunda oscuridad tienen
la misma luz que el sol y la luna, sin forma y, sin embargo, produciendo
formas.
Por
tanto, las verdaderas personas dejan descansar sus esperanzas en la base de la
atención, y hacen su morada en el principio de las cosas. Miran dentro de la
más profunda oscuridad y escuchan el silencio. En medio de la más profunda
oscuridad solitaria encuentran luz; sólo en medio del silencio esencial
encuentran la iluminación. El uso que hacen de ellas es un no uso; sólo
después del no uso son capaces de utilizarlas. El conocimiento que tienen de
ellas es un no conocimiento; sólo después del no conocimiento son capaces de
conocerlas.
El
Camino es lo que siguen los seres, la virtud es lo que la vida sostiene. La
humanidad es una prueba de caridad acumulada, la justicia es lo que está cerca
del corazón y se armoniza con lo que es adecuado para la comunidad. Cuando
desaparece el Camino, surge la virtud; cuando decae la virtud, aparecen la
humanidad y la justicia. Por ello, la gente de la muy remota antigüedad
caminaba por el Camino y no por la virtud; la gente de la antigüedad media
conservaba la virtud pero no el sentimiento; mientras que la gente de los
últimos tiempos era precavida y cuidadosa para no perder la humanidad y la
justicia.
Así
pues, sucede que sin justicia superior la gente no tiene modo alguno de vivir;
si pierden la justicia, pierden aquello por lo que están viviendo. Sin
provecho, las personas ordinarias no tienen una manera de vivir; si pierden el
provecho, pierden su manera de vivir. Por ello, las personas superiores temen
la pérdida de la justicia, mientras que las personas ordinarias temen la
pérdida del provecho. Observa lo que temen, y podrás ver la diferencia entre lo
que es desastroso y lo que es afortunado para ellos.