El médico alemán Ryke Geerd Hamer
postularía en 1981 que lo que llamamos cáncer no es a menudo sino un proceso
biológico natural que el organismo pone en marcha como respuesta a un shock
traumático inesperado que se vive en soledad y que según la naturaleza del
conflicto –afectivo, laboral, sexual, etc.- impacta en una u otra área del
cerebro provocando una ruptura del campo electrofisiológico o electromagnético
que, como consecuencia, altera el órgano que esa parte del cerebro regula.
Hasta 1978 Hamer era un hombre
razonablemente feliz, casado y con dos hijos que ejercía la Medicina Interna y
había trabajado en clínicas universitarias durante quince años –cinco de ellos
como profesor- compaginando en algunos períodos su trabajo con la práctica
privada, pero todo su mundo cambió el 18 de agosto de ese año. Esa noche Victor
Manuel de Saboya, hijo del último rey de Italia, disparó dos tiros en la isla
corsa de Cavallo sobre unos ladrones que se llevaban su bote inflable con tan
mala suerte que una de las balas alcanzó a Dirk, hijo del doctor Hamer, que se
encontraba durmiendo en una embarcación próxima y que tres meses más tarde
murió. Juzgado por ello, los magistrados franceses decidirían absolver al
heredero de los Saboya.
El caso es que poco después el Dr.
Hamer, que no había sufrido ningún problema de salud a lo largo de su vida pero
que había quedado completamente abatido por el asesinato de Dirk, descubrió que
sufría un cáncer testicular. Y su mujer, Sigrid, un cáncer de mama del que
fallecería en 1985.
Hombre de mente inquieta, Hamer
sospechó desde un primer momento que las dramáticas circunstancias de la muerte
de su hijo y los cánceres que él y su mujer habían sufrido estaban relacionadas
así que decidió investigarlo aprovechando que era jefe de Medicina Interna de
una clínica ginecológica-oncológica de la Universidad de Munich. Tendría así la
oportunidad de hablar con decenas de mujeres con cáncer a las que preguntaría
si también ellas habían sufrido algún conflicto, angustia o trauma antes de
enfermar. “Descubrí entonces –explicaría Hamer- que todas ellas, sin excepción,
habían experimentado el mismo tipo de conflicto biológico que había sufrido yo.
Fueron capaces de recordar el shock, el insomnio resultante, la pérdida de
peso, sus manos frías y el comienzo del crecimiento del tumor. Era algo que
difería profundamente de los conceptos sobre la enfermedad que prevalecían en
aquel entonces y de ahí que cuando presenté lo descubierto a mis colegas
recibiera un ultimátum: o renegaba de mis descubrimientos o dejaba la clínica
de inmediato”.
Como se sabe Hamer no sólo no
renunció a su descubrimiento sino que en 1981 postuló la llamada Ley de Hierro
del Cáncer según la cual un fuerte trauma emocional –un shock- inesperado y
vivido en soledad puede producir en quien lo padece lo que en honor a la
memoria de su hijo denominó Síndrome de Dirk Hamer (DHS) o Foco de Hamer; es
decir, un impacto en el cerebro que es posible constatar haciendo una
Tomografía Axial Computarizada (TAC) ya que el mismo se manifiesta como una
especie de anillos concéntricos que aparecen un lugar concreto.
En otras palabras, para el Dr. Hamer
lo que genéricamente se denomina cáncer –y que puede manifestarse en un tumor
sólido, una proliferación celular como la leucemia, una úlcera carcinomatosa o
una necrosis tumoral- no es a menudo sino un proceso biológico natural que el
organismo pone en marcha cuando se sufre un fuerte shock traumático inesperado
capaz de generar lo que llamaría un “conflicto biológico”. Conflicto que
mientras no se resuelve lleva al organismo a responder con toda una serie de
cambios en sus células que pueden provocar diversas patologías, cáncer
incluido. Sin embargo cuando se soluciona ese conflicto –o conflictos- de forma
definitiva –y no sobrevienen recaídas –recidivas- se entra en un proceso de
curación en el que al enfermo, una vez ha conocido y comprendido el cómo y el
porqué de su enfermedad, le basta seguir una sencillas medidas terapéuticas no
agresivas para sanar, entre las que no se descarta en ocasiones muy puntuales
la cirugía.
Y tras constatar que era así en miles
de casos, Hamer desarrolló todo un cuerpo teórico y práctico sobre el origen y
tratamiento del cáncer que bautizó como Nueva Medicina Germánica. Una obra cuya
publicación le llevó a perder su licencia de médico y a ser perseguido
internacionalmente tras pasar encarcelado dieciocho meses en Alemania. ¡Y todo
por defender una manera de entender y afrontar el cáncer distinta de la de los
oncólogos que tratan el cáncer con cirugía, quimioterapia y radioterapia,
tratamientos cuya efectividad es menor al 10% y que llevan cada año a la muerte
a más de 20 millones de ciudadanos!
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