Querido Stig:
Ojalá seamos dignos de tu desesperada esperanza.
Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de
arriesgarnos a estar juntos, porque de nada sirve un diente fuera de la boca,
ni un dedo fuera de la mano.
Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos
órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común.
Ojalá podamos merecer que nos llamen locos, como han sido
llamadas locas las Madres de Plaza de Mayo, por cometer la locura de negarnos a
olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
Ojalá podamos ser tan porfiados para seguir creyendo, contra
toda evidencia, que la condición humana vale la pena, porque hemos sido mal
hechos, pero no estamos terminados.
Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del
viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la
historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está
diciendo: hasta luego.
Ojalá podamos mantener viva la certeza de que es posible ser
compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva animado por la voluntad de
justicia y la voluntad de belleza, nazca donde nazca y viva cuando viva, porque
no tienen fronteras los mapas del alma ni del tiempo.
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