En la
vida hay momentos en los que la mayoría podemos caer en estados de confusión y
verlo todo negro, en los que nos asaltan las dudas sobre si conseguiremos lo
que queremos, o si somos capaces de lograr aquello que nos proponemos o llegar
a ser lo que queremos ser. Nos asaltan pensamientos invalidantes del tipo: ‘no
voy a ser capaz’,‘no tengo las habilidades para conseguir lo que me proponga’ o
‘no lo merezco’ o ‘no es posible para mí’.
A veces
creemos que no somos tan buenos, inteligentes y dotados para llegar a lograr
nuestras metas. Son situaciones en las que estamos en contacto con el miedo e
incluso nos quedamos paralizados, sin
atrevernos a enfrentar
la vida y
dudamos de nosotros mismos.
Una de
las causas profundas de esta desconfianza es el concepto, muy arraigado en
nuestra cultura, de que las cosas están bien o están mal, de que somos buenos o
malos. Es decir, dividimos el mundo entre lo correcto y lo incorrecto, y nos
enjuiciamos y condenamos a nosotros mismos.
No nos
dejamos ser lo que somos, con todas nuestras partes y no confiamos en que nuestra manera de hacer las cosas puede
ser tan válida como cualquier otra. Nos ponemos exigentes en que deberíamos ser
de una manera determinada, normalmente nos exigimos ser perfectos. En que
consiste esta perfección, básicamente en que no tenemos que tener partes
oscuras, aquellas que nosotros consideramos como negativas. Para algunos es no
ser agresivos, ni miedosos, ni lujuriosos, para otros es no ser débiles, ni
frágiles; para la mayoría es ser bondosos y querer a los demás.
La
realidad es que tenemos miedo, nos enfadamos y nuestras pasiones y deseos nos
arrastran a veces, y que hay algunas
cosas con las que no podemos y otras que
nos hacen sentir vulnerables ¿que
hacemos con estas emociones y estas necesidades? Renegar de ellas e intentar
ocultarlas, reprimirlas y negarlas, decir que ya no voy a ser así nunca más.
Este es el error que cometemos, en nuestro interior sabemos que aunque las
neguemos siguen estando ahí y nos sentimos
incapaces y no confiamos en nosotros.
Aunque sabemos que
esto forma parte
de nosotros y que
estamos haciendo mucha fuerza para reprimir ciertas actitudes. Hemos aprendido a
perseguirnos, a no aceptarnos como somos.
Estamos formados por conjuntos de polaridades,
es decir de actitudes y capacidades que aun pareciendo opuestas, conviven
dentro de nosotros y cumplen funciones útiles. Yo soy agresivo y a la vez soy
pasivo, yo soy amable y a la vez desagradable, yo soy tierno y a la vez frío.
Cuando no queremos asumir alguna de estas cualidades y la negamos, entonces
empezamos a desconfiar de nosotros mismos. Si nos aceptamos tal y como somos
creyendo que estas características que tenemos nos pueden ser útiles en algún
momento, y que seguramente nos pueden
servir para poder adaptarnos mejor a la realidad y a los diferentes contextos,
entonces es más fácil que confiemos en nosotros y en nuestra naturaleza. Si que
podemos darnos cuenta que algunas de nuestras partes pueden ser perjudiciales
para nosotros y para los otros en algún
momento, pero eso no significa, que neguemos que existen, sino que tenemos que
aprender a canalizarlas para poderlas utilizar de forma adecuada.
Es común en personas que no pueden confiar en
ellas, el hecho de haber recibido mensajes muy contradictorios o negativos,
especialmente durante su infancia. “Eres
la peste”, “estas poseído por el diablo”, “eres un castigo divino”, “eres malo,
dios te castigará”, “eres mas malo que Barrabás”. Son frases que algunos han
escuchado de sus padres cuando eran pequeños. ¿Qué clase de concepto de si
mismos han desarrollado estos hijos? Primero, que tenían algo malo en su
interior, y después, que fuera de ellos reside un poder que los juzga, que sabe
cual es el bien y el mal. ¿Como pueden confiar estas personas en si mismas
cuando son mayores? Lo tendrán bastante difícil. Si sus padres no confiaron en ellos, como van
a poder hacerlo ellos en si mismos. Con suerte, a posteriori la vida les
regalara experiencias en las que se podrán sentir validados o encuentros con
personas constructivas a través de las cuales podrán cambiar sus valores
interiores.
Otras veces la pérdida de confianza no tiene
que ver con que a uno le hayan dicho cosas peyorativas sobre
si mismo sino
en que, precisamente,
han recibido mensajes
de excesiva e irreal valoración, del tipo eres el mejor en todo, o bien
de sutil infravaloración, al impedirles sus propias experiencias o evitarles
obstáculos que los podrían haber fortalecido. Por ejemplo, pueden haber sido
sobreprotegidos. O quizá no les hayan dejado realizar la mayor parte de las
tareas, y las han hecho por ellos, con
la mejor de las voluntades, para que no tuvieran que esforzarse o para
que no tuvieran que sufrir.
En este
caso también se puede construir una idea de uno mismo como incapaz. Frases como
“no te subas….” “no corras...” “quédate aquí conmigo y no te pasara nada” “no
hagas las cosas solo, me necesitas…”, “cuidado, te harás daño”, etc. son frases
que hacen que la persona que las recibe construya un concepto pesimista y de
incapacidad.
Cuando
sobreprotegemos, sin darnos cuenta, podemos señalar en el otro sus
incapacidades para resolver la situación. No nos arriesgamos a que el otro
pueda ver hasta donde es capaz de realizar y hasta donde no, para aprender
tanto de los éxitos como de los fracasos. De hecho, ante los fracasos, muchos
niños suelen intentarlo una y otra vez hasta que lo consiguen. Para aprender se
necesita experimentar, para confiar hay que saber enfrentar tanto el éxito como
el fracaso y saber manejar las situaciones de ganancia tanto como las de
perdida, pues de ambas la vida nos proveerá.
Con esto
no estamos diciendo que no haya que proteger a los niños. No es necesario dejar
que metan peligrosamente los dedos en el enchufe para saber que es una descarga
eléctrica pero si es necesario permitir que resuelvan dificultades de su
tamaño. Imaginemos un adolescente que nos se arriesga en sus relaciones para no
recibir calabazas o quebraderos de cabeza. Lo mejor seria entregarlo a sus
cuitas sin interferir. Por otro lado lo que ayuda a un niño es sentirse mirado
como intrínsecamente bueno y bello tal como es, y así puede sentir que merece.
Todo sin olvidar los limites tan
necesarios que le permiten canalizar la verdadera fuerza y el instinto, y que
una cierta disciplina es necesaria para poder expresar o contener una actitud
que pueda se difícil o dañina.
Quizá la mejor educación en la confianza es la
que nos confronta con problemas para que a través de la experiencia sintamos
que algo es posible y merecido para nosotros, experiencias que nos enseñen la
medida de los que somos capaces.
Al final,
la confianza va más allá de uno mismo, y la confianza en uno mismo sólo es la
expresión de una confianza mayor y más abarcativa: la de que la vida tal como
es, es buena, y que la guía una inteligencia más grande, aunque no siempre
comprendamos sus tramas ni su lógica, especialmente cuando se manifiesta a
través de lo desdichado.
Confiar en
uno mismo resulta por tanto un síntoma de confianza en la vida y en la
naturaleza de las cosas tal como son.
CONFIANZA
Consejos
prácticos
LA
VIDA TIENDE A
AUTORREGULARSE: En una
semilla ya está
todo el proyecto de árbol en que
se va a convertir y se desarrollará, si se dan las condiciones necesarias. Este
concepto de autorregulación de los organismos es muy importante en la terapia
Gestalt. Se confía en una sabiduría propia de la naturaleza y de la realidad
que siempre llega a un lugar bueno si no es interferida por nuestras pequeñas y
humanas voluntades, o sea, por la tiranía del ego. Tener una visión más global
de nuestra existencia y nuestra vida puede ayudarnos a tener más confianza, y
si nos quedamos únicamente atrapados en los momentos difíciles no vamos a ver
la globalidad.
EXISTEN DISTINTOS ESTILOS EN LAS PERSONAS:
Existen personas que tienen la referencia del valor dentro de ellas, o sea,
ellas son la medida de ellas mismas, ellas son sus jueces y sus dirigentes, se
fían de sí mismos, no necesitan el referente externo. Otros la tienen afuera y
esperan de los demás la valoración o el juicio que les inyecte la confianza. En
verdad son distintos estilos de carácter o tendencias de personalidad, esto no
quiere decir que uno sea mejor que el otro.
PARA TENER CONFIANZA ES NECESARIO EL DIÁLOGO:
Para encontrar la medida justa de la confianza necesitamos el diálogo que junta
y enfrenta lo que nosotros vemos y pensamos, con lo que los demás ven y
piensan. La confianza se asienta en el diálogo, huye del monólogo. Dictadores,
mandamases, mandarines de distinto pelaje, sobresalen como gente con gran
confianza en sí misma. Pero no resisten el diálogo que les puede cuestionar su
frágil y engreída estructura. La verdadera confianza incluye al otro, lo toma
en consideración.
SÉ CONSCIENTE DE TI MISMO: Para poder confiar
es necesaria una conciencia clara de uno mismo. La desarrollamos cuando
superamos la pereza de mirarnos y podemos reconocer y distinguir en nosotros lo
que sí tenemos y nos corresponde y lo que no tenemos y no nos corresponde, lo
que sí somos y lo que no somos. Por ejemplo es
absurdo tener confianza
en ganar una
competición de natación
cuando apenas sabemos nadar. Esto
sería manía, algo iluso, más que confianza. Pero también es tonto pretender que
uno es un nadador mediano cuando acaba de ganar la medalla olímpica.
TEN EL CORAJE DE ARRIESGAR: La confianza se asienta
en la capacidad de tener coraje, es decir, tener la valentía de dar lo que si
tenemos, de arriesgarnos en esta dirección: podemos competir si realmente somos
buenos nadadores. De hecho no sólo podemos, incluso debemos. Lo que la vida nos
da, nuestros dones y talentos, nos los da para que los entreguemos. La vida nos
obliga a dar lo que tenemos, a entregar lo que somos. ¿Podemos imaginar a Dalí
o Picasso sin crear y pintar? La vida les dio el talento o el genio y ellos
quedan obligados a cultivarlo y entregarlo. La confianza necesita de la
valentía de ponerse a prueba, de evidenciarse, de entregarse y estar
disponible, permitiendo que los demás nos devuelvan también la medida de cómo
somos percibidos y recibidos.
SER AUTÉNTICO AYUDA: La confianza se asienta
en la autenticidad que nos hace ser honestos en lugar de pretenciosos, y no
pasar de contrabando un buen vestido en una mala percha, y reconocer nuestros
límites. ¿Podemos imaginar a Dalí tratando de ser campeón de waterpolo? La
confianza, cuando es de barro, se asienta en la pretensión de que nuestro
personaje capitanea el barco en lugar de nuestra verdadera identidad.
EDUCA A TUS HIJOS EN CONFIANZA: En origen la
confianza viene de afuera. Gota a gota la confianza se asienta en nosotros
mismos a través de la valoración, el aprecio y la ecuanimidad de los demás. Por
eso es importante que los Padres sean justos y ecuánimes, que no creen falsas
expectativas, que no hagan sentir a sus hijos que son los mejores en todo ni
tampoco los peores en todo, que no los llenen de tareas imposibles, que los
confronten con sus destrezas y méritos, que los expongan a los obstáculos y
problemas para que puedan sentir lo que pueden y merecen, que los inciten a los
aprendizajes y las tareas para el logro de las cosas. Es adecuado también que
los Padres muestren a sus hijos los límites, que los confronten con amor y
claridad.
A VECES ASOCIAMOS EL ÉXITO CON LA CONFIANZA:
La confianza se asocia al éxito y muchos persiguen el éxito, tenga que ver o no
con la expresión de sí mismos. Pero se puede tener éxito con y sin confianza.
Me parece que la confianza se expresa en algo tan esencial como “hacer lo que
hay que hacer” y “dar lo que hay que dar” y “recibir lo que hay que recibir”,
según la expresión de Prajnanpad, un conocido sabio hindú.
El éxito,
por tanto no es lo importante, sino sólo la consecuencia de hacer lo que hay
que hacer. Uno hace lo que tiene que hacer ni más ni menos. Y además lo hace de
una manera inevitable. A menudo la consecuencia de hacer lo que hay que hacer
es el éxito en algún campo, en ser madre por ejemplo, o carpintero o jardinero,
o músico o actor o cineasta, etc.
Pero el
mayor éxito de todos siempre es el de haber sido un ser humano que fue
significativo para los demás.
Joan
Garriga
No hay comentarios:
Publicar un comentario