Los dos paramentos de hoy no son diferentes
en ese aspecto, la consideración hacia los demás, y la desconsideración hacia
ellos. La empatía y la apertura de miras, el querer comprender y el ponerte en
la piel del otro, o el querer cerrar los ojos ante ellos y rechazarlos, ya que
es más fácil, o suele serlo, debido a mecanismos automáticos de protección
imbuidos en la psique, rehusar y confrontar que escuchar y aceptar. Y todo,
efectivamente, una vez más, por los múltiples miedos subyacentes que poseemos y
que se manifiestan en las relaciones humanas.
Un espacio para el entendimiento
¿Qué es la consideración? Es tener y
tomar en cuenta a los demás, lo que dicen, lo que piensan, lo que hacen. Aunque
no lo compartamos o no nos veamos reflejados en ellos, les comprendemos o
tratamos de hacerlo. Este comportamiento provoca y genera un espacio energético
para el entendimiento, cosa harto difícil en muchos lugares, situaciones y
entre muchas personas ahora mismo en una gran parte de las realidades de
nuestro planeta. ¿Os imagináis que toda la población fuera considerada con todo
el resto? Utopía quizás, pero realidad sin la cual no se puede alcanzar ningún
futuro nivel evolutivo basado en otras reglas de convivencia y respeto común.
La consideración de una persona hacia
otra suele ser un atributo de aquel que comprende varias máximas de la realidad
en la que vive, y, por lo tanto, las aplica en su trato con sus semejantes, y
que vienen a ser algo así como que nadie tiene en este plano la verdad
absoluta, que cada uno vive en su propio universo y nivel de realidad según sus
creencias, patrones y programas almacenados en su psique, y que, para cada uno
de nosotros, existe una verdad tan real como la verdad de la persona de al
lado, pero que no la percibe de la misma manera.
Teniendo en cuenta esto, ¿para que
vas a discutirle a alguien algo en lo que cree firmemente solo porque no cuadra
con lo que crees tu? Siempre suele ser más efectivo escucharse mutuamente y
tomar en cuenta, considerar, todas las verdades individuales de todas las
realidades existentes en el planeta, pues el mundo que vemos es la suma de las
realidades donde considerándolas todas como válidas por parte de su proyector
responsable (la persona que la crea), podemos llegar a entender a otra parte de
la Creación haciendo su trabajo de crear en su trozo de universo la experiencia
que necesita para que la Fuente se expanda y se comprenda a si misma un poco
más.
Las fuerzas del choque entre
realidades
Por el contrario, las fuerzas de la
confrontación promueven la desconsideración como arma para enfrentar posturas,
aunque lo que subyace por debajo de ello puede ser simplemente el miedo que uno
puede tener a estar equivocado, a sentirse infravalorado, o simplemente miedo a
que con las posturas o ideas de los demás se lleguen a romper parte de las
estructuras y creencias que pudiéramos tener nosotros fuertemente implantadas
sobre algún aspecto, y que nos obligue a replantear los cimientos mismos de
nuestra vida en casos más extremos.
Así, para evitar esto último,
poseemos varios Yos gestionados por el ego que facilitan la puesta en marcha de
mecanismos de defensa ante estas situaciones, y que son los que detonan ataques
entre personas, procesos de difamación, juicio a otros, crítica, etc.
Simplemente, por miedo, y por ser incapaces de ponernos en la piel de los demás
y entender que ven el mundo de forma diferente a uno, ya que el contenido de su
realidad es distinto. Energéticamente, además, es fácil suponer que subyace
debajo de estos opuestos, pues la consideración incluye patrones derivados de
la energía del amor, mientras que la desconsideración tiene siempre un sustrato
de algún tipo de miedo, por mucho que se disfrace o se esconda bajo cualquier
otro comportamiento aparentemente más inocente o superficial. También, como
posiblemente ya habéis visto o leído anteriormente, el ser humano puede llegar
a poseer de forma natural la cualidad de la consideración activa a través de
los llamados centros superiores de control, ya que precisamente el centro
emocional superior regula esta capacidad de entender y ponerse en la piel de
otros para empatizar con ellos y pasar de la visión del “yo” a la visión del
“nosotros”, proceso que se consigue a partir, como siempre, del trabajo
interior que cada uno debe hacer para conseguir despertar esas otras cualidades
subyacentes de forma que se manifiesten siempre de forma automática.
Dejemos paso a la consideración. Hay
tantos puntos de vista y realidades solapadas como mónadas hay en el conjunto de
toda la existencia, y es de recibo que todas contengan su propia versión del
universo y de la Creación.
Saludos-
David
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