Corría el otoño de 1942 cuando Viktor
Frankl, un neurólogo y psiquiatra vienés, fue deportado al campo de
concentración de Theresienstadt. Más tarde, en 1944, lo trasladaron a
Auschwitz. Durante los tres años que pasó en aquellos infiernos, se dedicó a
reconfortar a los prisioneros para prevenir los suicidios. Así se percató de
que las personas que tenían mayores probabilidades de sobrevivir en aquellas
condiciones de sufrimiento extremo, eran quienes tenían una razón para vivir.
En el año 2008 investigadores de la
Escuela de Medicina de la Universidad de Tohoku constataron un fenómeno similar
en un contexto completamente diferente. Publicaron lo que se conoce como el
“estudio Ohsaki”, en el que analizaron a 43.391 personas a lo largo de siete
años, durante los cuales se produjeron 3.048 muertes.
Descubrieron que los hombres y las
mujeres con ikigai vivían más, no solo tenían un menor riesgo de morir por
problemas cardiovasculares sino también por causas externas. Un estudio
posterior llevado a cabo en la Universidad Médica de Iwate en el que se les dio
seguimiento a más de 73.000 personas durante cinco años, llegó a las mismas
conclusiones.
¿Qué es el Ikigai?
Todo parece indicar que, además de la
dieta, otro de los secretos de la longevidad de los japoneses, en especial de
los centenarios que viven en Okinawa, radica precisamente en el ikigai, una
motivación vital, algo que les da fuerzas para levantarse todas las mañanas y
seguir viviendo.
La palabra ikigai proviene de los
vocablos ikiru y kai. Ikiru significa vivir y kai hace referencia a la materialización
de lo que uno espera. Por tanto, este concepto puede traducirse como “una razón
para ser”. Según esta filosofía, todos tenemos un ikigai, pero no todos lo
descubrimos porque es necesario una búsqueda profunda que implica un viaje
introspectivo de autodescubrimiento.
Abraham Maslow había hecho referencia
a esa razón de ser al escribir: “Un músico debe componer canciones, un artista
debe pintar y un poeta debe escribir, si quieren vivir en paz consigo mismo. Lo
que un hombre puede ser, debe serlo”.
No se trata de buscar la felicidad
sino de encontrar lo que hacemos bien y nos apasiona
El objetivo último del ikigai no es
la felicidad. De hecho, Japón se ubica en el puesto 51 de los países más
felices del mundo. Se trata de un detalle interesante ya que se ha apreciado
que quienes buscan la felicidad tienen un mayor riesgo de obsesionarse con ella
y ser infelices. La presión por ser felices y el escrutinio constante de
nuestras reacciones emocionales suele generar el efecto opuesto y hacer que nos
sintamos más insatisfechos y desgraciados.
El objetivo del ikigai es descubrir
aquello en lo que somos realmente buenos, que nos reporta placer cuando lo
realizamos y que puede aportar algo al mundo. Cuando encontramos nuestro lugar
en el mundo y nos sentimos satisfechos, en vez de andar dando tumbos por la
vida, la felicidad llega sola. De hecho, una persona puede sentir el ikigai
incluso en los días más oscuros porque la adversidad no les arrebata esa
profunda convicción ni su pasión.
Cuando encontramos ese propósito todo
nos resulta más fácil y placentero, nos divertimos haciendo nuestro trabajo y
nos sentimos útiles porque aportamos algo al mundo. Eso genera una agradable
sensación de empoderamiento, además de eliminar gran parte del estrés.
De hecho, varios estudios han
comprobado que las personas que refieren haber encontrado una razón de ser
tienen una mayor habilidad para integrar las experiencias vitales estresantes
experimentando menos conflictos e incertidumbre. Esta habilidad se expresa en
una disminución de la ansiedad, así como en una menor activación del sistema
nervioso simpático durante los sucesos adversos.
Para encontrar nuestro ikigai también
es importante que sintamos que estamos aportando algo valioso a quienes nos
rodean, ya que de lo contrario puede sobrevenir la frustración. Nuestro aporte
puede ser desde una ayuda directa para solucionar un problema concreto hasta la
transmisión de conocimiento, generar alegría o proporcionar sosiego en medio
del caos.
Este gráfico muestra el punto exacto
en el que encontramos el ikigai:
¿Cómo encontrar tu ikigai?
En la vida cotidiana, no siempre es
fácil encontrar momentos de instrospección. A veces los hábitos, compromisos y
presiones nos llevan por un camino que no es el más adecuado para nosotros. Si
eso nos sucede, no es extraño que nos sintamos deprimidos, suframos ataques de
pánico o experimentemos una profunda frustración o insatisfacción con la vida.
De hecho, quienes llevan muchos años
realizando un trabajo que no les gusta o sometiéndose a compromisos sociales
que no le satisfacen, suelen pensar que no tienen un ikigai, que no poseen
habilidades especiales ni objetivos que cumplir en la vida. Eso se debe a que
se han alejado demasiado de sus habilidades innatas y han perdido la conexión
con ese sexto sentido para la felicidad.
Sin embargo, nunca es demasiado tarde
para buscar nuestro lugar en el mundo. Existen algunos momentos clave en la
vida que facilitan emprender ese camino de búsqueda, uno de ellos es la
adolescencia, cuando estamos intentando encontrar nuestro lugar en el mundo y
un motivo por el que merezca la pena vivir. No obstante, en este momento no
todos logran encontrar su ikigai ya que es muy fácil dejarse influenciar por el
discurso normativo del éxito.
Otro momento importante es cuando
estamos atravesando por una crisis. Por ejemplo, si hemos perdido el trabajo o
nos proponemos cambiar de ciudad o país, es un momento ideal para que nos
preguntemos a qué queremos dedicarnos realmente. En las peores crisis, cuando
todo se ve negro, puede ser más fácil encontrar el ikigai puesto que tenemos
menos que perder y los lazos sociales que nos atan se debilitan. Podemos
aprovechar esas situaciones aparentemente negativas para darle un vuelco
positivo a nuestra vida.
Estas preguntas pueden ayudarnos a
encontrar esa razón de ser:
- ¿Con qué te sientes realmente
cómodo? Hay personas que se sienten cómodas relacionándose con las demás, otras
prefieren actividades más solitarias. Hay quienes aman el riesgo, a otras les
da pavor. La idea es que encuentres eso con lo que te sientes cómodo, tan a
gusto que te hace sentir que “has nacido para ello”.
- ¿Con qué actividades el tiempo pasa
volando? Responder a esta pregunta te permitirá entrar al “estado de flujo” al
cual se refiere Mihaly Csikszentmihalyi. Se trata de buscar esa actividad en la
que te sumerges por completo, en la que pierdes la noción del tiempo porque
toda tu concentración está puesta en lo que estás haciendo. Y lo disfrutas.
- ¿Qué te resulta fácil hacer? Todos
tenemos habilidades diferentes, cosas que se nos dan mejor. Se trata de
encontrar eso que te viene con facilidad, sin importar cuán intrascendente
pueda parecerte en un primer momento. Todas las habilidades pueden encauzarse
en actividades útiles que te reporten satisfacción.
- ¿Qué te gustaba cuando eras niño? A
medida que crecemos, nos distanciamos de las cosas que más nos gustaban y nos
reportaban auténtica satisfacción para plegarnos al deber y la responsabilidad.
Sin embargo, todos de niños teníamos “dones naturales”, cosas en las que éramos
buenos y nos reportaban una enorme felicidad. Lo que ocurre es que muchos de
esos talentos se silencian en la adultez. Para encontrar el ikigai, a veces
solo hay que echar la vista atrás.
De la "revelación
trascendental" a la práctica mundana
En esa búsqueda debemos ser
conscientes de que el ikigai no siempre es una "gran revelación
interior" que nos motiva a cambiar radicalmente vida, también puede
consistir en mirar con otros ojos nuestra realidad, encontrando en ella los
motivos para sentirnos plenos. De hecho, para los japoneses las pequeñas
alegrías cotidianas son las que nos llevan a nuestra meta final en la vida.
Un estudio realizado en la
Universidad de California corrobora esta idea. Estos psicólogos descubrieron
como las personas con ikigai saben adaptarlo a las circunstancias, encontrando
en cada situación una manera para desplegar sus mejores habilidades ayudar a
los demás. De hecho, a veces lo más difícil no es encontrar el ikigai sino
mantenerlo a lo largo de los avatares de la vida.
El secreto radica en conectar
contigo, encontrar lo que te apasiona y descifrar cómo puedes llevarlo a la
práctica en tus circunstancias, aportándole valor a los demás. Cuando lo
logras, el resto de las cosas que deseas llegarán solas.
Fuentes:
Ishida, R.
(2011) Enormous Earthquake in Japan: Coping with Stress Using
Purpose-in-Life/Ikigai. Psychology Scientific Research; 2(8): 773-776.
Tanno, K. et.
Al. (2009) Associations of ikigai as a positive psychological factor with
all-cause mortality and cause-specific mortality among middle-aged and elderly
Japanese people: Findings from the Japan Collaborative Cohort Study. Journal of
Psychosomatic Research; 67(1): 67-75.
Sone, T. et.
Al. (2008) Sense of life worth living (ikigai) and mortality in Japan: Ohsaki
Study. Psychosom Med; 70(6):709-715.
Ishida, R.
(2006) Effects of a firm purpose in life on anxiety and sympathetic nervous
activity caused by emotional stress: assessment by psycho-physiological method.
Stress & Health; 22(4): 275–281.
Yamamoto-Mitani,
N. & Wallhagen, M. I. (2002) Pursuit of psychological well-being (ikigai)
and the evolution of self-understanding in the context of caregiving in Japan. Cult Med Psychiatry; 26(4): 399-417.
Fuente:
Rincon Psicologia
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