Una de las peores cosas que podemos hacer es asumir que
nuestro pasado debe definir lo que somos hoy en día. Ciertamente, lo que
vivimos hoy es consecuencia de nuestro ayer, de las decisiones que tomamos, de
lo que aprendimos, de nuestras experiencias. Pero eso no debe ser en términos
normales una condena de lo que vivamos hoy y mucho menos un factor determinante
de lo que será nuestro futuro.
No tenemos acceso a nuestro pasado, solo a través de nuestros
recuerdos, no podemos revivirlo o cambiarlo, pero sí podemos darle un uso
práctico para lo que hoy vivimos, rescatando de él lo positivo, inclusive de la
peor experiencia, del dolor más profundo, intentar sacarle provecho para hoy
ser personas más capaces, más maduras, con una visión más amplia de la vida y
sobre todo con un camino por andar que solo dependerá de las decisiones que
tomemos en el presente.
Nunca es tarde para decidir ser diferentes a lo que hemos
venido siendo, nunca es tarde para iniciar cambios, para vernos al espejo y
decir quiero hacer algo distinto con mi vida. Evidentemente mientras más pronto
tomemos consciencia de que hay cosas que queremos cambiar, mejor aprovecharemos
nuestro tránsito por esta vida.
Algunas veces nos lamentamos por los errores del pasado,
vivimos sumergidos en la culpa o bien nos estancamos pensando en una situación
que nos marcó y que a partir de su ocurrencia nuestra vida dio un vuelco que
consideramos negativo. Pero debemos identificar cómo estamos afectando nuestra
vida con esa conducta, con el estilo que hemos adoptado para mirar nuestro
pasado y darle cabida en nuestro presente.
Nunca es tarde para decidir ser diferentes a lo que hemos
venido siendo, nunca es tarde para iniciar cambios, para vernos al espejo y
decir quiero hacer algo distinto con mi vida. Evidentemente mientras más pronto
tomemos consciencia de que hay cosas que queremos cambiar, mejor aprovecharemos
nuestro tránsito por esta vida.
Algunas veces nos lamentamos por los errores del pasado,
vivimos sumergidos en la culpa o bien nos estancamos pensando en una situación
que nos marcó y que a partir de su ocurrencia nuestra vida dio un vuelco que
consideramos negativo. Pero debemos identificar cómo estamos afectando nuestra
vida con esa conducta, con el estilo que hemos adoptado para mirar nuestro
pasado y darle cabida en nuestro presente.
Debemos aprender a soltar, a saber cuándo ha sido suficiente
el trayecto con una carga encima que no hace otra cosa distinta a limitarnos, a
pensar que podemos cometer los mismos errores, que nos pueden volver a
lastimar, que las cosas eran mejores antes o cualquier otro pensamiento
asociado a nuestro pasado que nos coloque repetidas veces sintiendo lo mismo
que en aquel momento.
Podemos reinventarnos y decidir cómo queremos vivir, si lamentándonos
o poniéndole condimento a nuestra vida. No debemos continuar escribiendo una
historia que no nos gusta, solo nosotros tenemos la potestad de engrapar las
páginas de nuestro pasado y colocarlas aparte, solo hojearlas para fines
prácticos.
Quitemos de nosotros las corazas, lancemos los sufrimientos a
otra parte, sufrir es una decisión, todo depende de las etiquetas que usemos
para definir nuestras vivencias. Nuestra mejor decisión será hacer las paces
con nuestro pasado. Aprendamos a verle el lado amable a la vida y siempre
tengamos fe en que estamos encaminados a lo mejor de nuestra vida.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet
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