La fórmula de Thoreau para combatir
nuestra distorsión automatizada de la realidad
Decía Mattieu Ricard, el célebre
monje budista, que “tener una mente simple no es lo mismo que ser ingenuo”. No,
no es lo mismo, ciertamente, aunque algunos crean que sí. Una mente simple se
manifiesta lúcidamente, trasluce poder interior y enfrenta los desafíos vitales
con un espíritu sereno.
La simplicidad se contrapone a la
distorsión de la realidad que hacemos a diario, esa realidad cotidiana que
deformamos a través de reconstrucciones mentales. Todo ello provoca estados y
comportamientos que corroen la paz interna y la ajena también.
Ricard recordaba estas palabras de
Henry Thoreau: “Simplificar, simplificar, simplificar”. Una sencilla fórmula
que puede servir para combatir aquella distorsión automatizada, muy bien
aprendida, que es causa de inútil sufrimiento hasta en los temas más triviales.
Esta es la razón de la necesidad de
simplificar (facilitar) pensamientos, palabras y acciones. Algunos modos de
conseguirlo son sencillas estrategias. Como lo expresa este monje, evitar caer
en la rumia mental circular, como también las conversaciones inútiles y las
actividades frívolas que malgastan el tiempo y que forjan circunstancias
disfuncionales.
Como consecuencia, con la simplicidad
aprenderemos
·
a amarnos a nosotros mismos,
· a cuidar nuestro cuerpo (porque es
nuestro templo
· a no lastimar a los demás con lo que
nos causa dolor a nosotros mismos,
· que no es más rico quien más tiene sino
quien menos necesita,
· que para entender todo es necesario
olvidarlo todo,
· que el odio no se reduce con el odio
sino con el amor,
· que no podemos quedarnos en el pasado
porque la vida está pasando en este momento,
· a no hacer algo solo porque los demás
lo hacen,
· a dejar ir el deseo de controlarlo
todo…
· y, especialmente, a ser agradecido.
Aleajndro Ferro
Fuente: Tu Mismo
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