El efecto del cambio en las vías
neuronales para ampliar nuestra perspectiva
e decir un funcionario estadounidense de alto rango que el nuestro “es un mundo de gigantes nucleares e infantes éticos”, Tara Brach, doctora en psicología y maestra de mindfulness y meditación, reflexionó en una entrevista periodística: “La meditación es una forma de volver a casa a un refugio tranquilo, en el interior, donde podemos responder a lo que está sucediendo con más inteligencia y corazón”. Se aproxima, quizá, a una expresión similar en el final de un cuento sobre una estrella de mar devuelta al océano.
Brach, al explicar por qué meditar
especialmente en estos tiempos inciertos, difíciles, a escala global, expresó
que se nos presenta la oportunidad de superarlos a través de la meditación, con
más compasión, evitando entrar en el ciclo de reactividad: lucha-huida. En este
aspecto citó las estadísticas que muestran un aumento en los comportamientos
adictivos, de violencia, depresión, etcétera.
Cuando estamos estresados se activa
nuestro modo de supervivencia en la parte más primitiva del cerebro (llamado
reptiliano) para que se vuelva protectora, agresiva, defensiva y crítica. “Si
tenemos las herramientas de la meditación y activamos la corteza prefrontal, la
parte de nuestro cerebro que ha evolucionado más recientemente, accedemos a
nuestro funcionamiento ejecutivo, de mente racional y corazón, a nuestra
bondad”, dijo la psicóloga.
Es decir, en momentos como este,
nuestro condicionamiento es huir de nuestra vulnerabilidad como sea. Pero la
meditación hace que estemos presentes, calmados, y ser consecuentes con
nosotros mismos y con los demás.
Para conseguirlo, apuntó Brach, hay
que entender que “la meditación es un entrenamiento mental que nos da acceso a
recursos como la claridad mental, la creatividad, la compasión y la empatía”.
Entrenamiento, sí, “pero no una gran cantidad”. De hecho, aseguró, “sabemos que
si alguien dedica cinco o diez minutos al día, hay un impulso creciente de un
camino de regreso” al equilibrio interno.
De tal modo que con la práctica
“cambian las vías neuronales habituales que nos dejan ansiosos y reactivos,
encontrando otras que nos permiten acceder a la parte de nuestro cerebro que ha
evolucionado más recientemente”, expuso, con respecto a la zona reptiliana que
opera el ciclo de reactividad.
Al estar en el modo de lucha-huida,
no tenemos la perspectiva que incluye lo que otros podrían estar pasando, corta
nuestras capacidades empáticas. De forma que la meditación nos permite mirar a
través de los ojos de otra persona.
La pierna en una trampa
Para explicar esto último, Brach usó
la siguiente metáfora: “Estás en el bosque y ves un perrito. Te acercas a
acariciarlo y se tambalea hacia ti con los colmillos al descubierto. Te asustas
y luego te enojas… pero ves que una de sus patas está en una trampa. Entonces
pasas de estar enojado a sentir compasión, aunque todavía no te acercas porque
aún podría morderte. Sin embargo, tu corazón ha cambiado”.
Por lo tanto, reflexionó, “en lugar
de sentirnos como una víctima de los demás o echarnos la culpa, si pudiéramos
hacer una pausa para preguntarnos ‘¿cómo es que esa persona tiene la pierna en
una trampa?’. Cuando un colega no responde, no cumple con su parte o se
comporta mal, tal vez le pasa algo en su casa o no se siente bien. O quizás
esté ansioso por una fecha límite. En otras palabras, si ampliamos nuestra
perspectiva, podemos responder de una manera que cambie la calidad de esta
relación. Con la meditación podemos detenernos lo suficiente como para ampliar
nuestra perspectiva”.
¿Qué hace la meditación? Interrumpe
cualquier patrón en el que estemos.
Brach hazo hincapié en que uno de los
entrenamientos centrales en la meditación es aprender la habilidad de reconocer
“pensar como pensar” y tener la opción de regresar a alguna experiencia
sensorial del momento presente.
El más común es la respiración,
aunque también pueden ser sonidos o un conjunto de palabras. “Eso nos da una
perspectiva suficiente de que ‘pensar es pensar’ para que no tengamos que creer
en nuestros pensamientos”, dijo la psicóloga.
En su opinión, el mayor regalo que
proviene de la meditación para muchas personas y que realmente cambia sus vidas
es descubrir que no tiene por qué creer en sus pensamientos. En otras palabras,
no somos nuestros pensamientos.
Estudios de neurociencia ha
comprobado que las emociones como el miedo y la ira tienen una vida de
aproximadamente un minuto y medio. Sin embargo, la razón por la que se bloquean
es porque las seguimos perpetuando con nuestros pensamientos. Entonces tener la
habilidad de poder notar el pensamiento y volver al momento presente puede
cambiar toda nuestra experiencia emocional.
Plasticidad cerebral
Como es sabido, el cerebro es
plástico. Supongamos que tienes el patrón habitual de estar ansioso por actuar.
Son pensamientos circulares y debido a estos y la consecuente ansiedad, cometes
muchos errores. Este patrón está grabado en tu cerebro. Si puedes darte cuenta
que es un pensamiento ansioso, entonces respiras profundamente un par de veces
y regresas al cuerpo, interrumpiendo ese patrón porque estás comenzando a
introducir una nueva vía neuronal. Con la práctica, puedes cambiar todo el
patrón de pensamiento y vida ansiosos a uno de quietud, calma y perspectiva.
Otro aspecto que transforma la
meditación es el enjuiciamiento que atenta contra nuestra propia autoestima,
que nos hace sentirnos indignos, y todo para llegar a ser una persona
aceptable, exitosa, adorable…
Cada uno de nosotros puede pasar
muchos momentos sintiendo que no cumple con el estándar social. Gracias al
efecto de la meditación, el primer paso para despertar del trance de la
indignidad es simplemente reconocer que este es un patrón omnipresente en este
cuerpo y mente de pensamientos y sentimientos. Y para conseguir eso, saber que
no soy solo yo; somos todos nosotros.
Tara Brach es autora, entre otros
libros, de “Compasión radical” (Ed. Urano)
Alejandro Ferro
Fuente: Tu Mismo
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