LAS CREENCIAS
El poder de creer.
Aprendemos cientos, incluso miles de
símbolos, cuentos y supersticiones. El símbolo de Santa Claus demuestra de qué
modo creer en una mentira, aunque sea inocente, puede hacer surgir emociones
que sentimos como un fuego que quema en nuestro interior. Las emociones son
reales; son parte de la verdad, pero la razón por la que las estamos sintiendo
no lo es. No es verdad; es ficción. Si te preguntas por qué en ocasiones te
sientes desdichado, es porque te estás contando una historia que no es verdad,
pero tú te la crees.
El sistema de creencias gobierna la
vida humana como un tirano. Nos despoja de nuestra libertad y nos convierte en
sus esclavos. Se apodera de nuestro yo real, la vida humana, ¡y este sistema ni
siquiera es real! Nuestro yo real permanece oculto en algún lugar de la mente
y, cuando llegamos a ese punto, lo que controla la mente es todo lo que
sabemos, todo lo que estuvimos de acuerdo en creer.
El sistema de creencias constituye el
reino de la mente; no podemos verlo ni medirlo, pero sabemos que existe. Tal
vez lo que no sabemos es que esta estructura sólo existe porque la hemos creado
nosotros.
LAS DUDAS
Sé escéptico, pero aprende a
escuchar.
La verdad no necesita que tú creas en
ella; la verdad sencillamente es y sobrevive tanto si crees en ella como si no.
Las mentiras necesitan que creas en ellas. Si no te crees las mentiras, no
sobreviven a tu escepticismo y simplemente desaparecen. Cuando aprendes a
escuchar, eres respetuoso con los demás. Cuando aprendes a escuchar, sabes
exactamente lo que quieren los demás.
Que otras personas quieren algo no
significa que tú tengas que darles lo que quieren. La gente está siempre
tratando de captar tu atención porque, a través de la atención, pueden
descargar cualquier información. Si no aprendes a escuchar, nunca comprenderás
lo que estoy compartiendo contigo ahora mismo. Sacarás precipitadamente una
conclusión y reaccionarás como si se tratara de tu sueño cuando no lo es.
Por consiguiente, quizá lo que yo
digo es la verdad o no lo es, pero tal vez lo que tú crees no es la verdad. Yo
sólo soy la mitad del mensaje; tú eres la otra mitad. Soy responsable de lo que
digo, pero no soy responsable de lo que tú entiendas. Tú eres responsable de lo
que tú entiendes; tú eres responsable de cualquier cosa que hagas con lo que
oigas en tu cabeza, porque tú eres quien da significado a cada palabra que
oyes.
Si comprendes, verás la razón por la
que no necesitas creer lo que puedes ver, lo que ya sabes sin palabras. La
verdad no viene con las palabras. La verdad es silenciosa. Es algo que
simplemente sabes; es algo que puedes sentir sin palabras y esto se llama
conocimiento silencioso. Sé escéptico, pero aprende a escuchar y entonces
elige. Sé responsable de todas las elecciones que hagas en tu vida. Ésta es tu
vida; no es la vida de nadie más y descubrirás que lo que tú haces con tu vida
no es asunto de nadie más.
Somos víctimas de todos los símbolos
que creamos, somos víctimas de todas las voces en nuestra cabeza, somos
víctimas de todas las supersticiones y distorsiones de nuestro conocimiento.
LA CULPABILIDAD
Quizá todo lo que he aprendido no es
la verdad.
En el sueño de la segunda atención
empezamos a dudar: “Quizá todo lo que he aprendido no es la verdad”. Empezamos
a desafiar lo que creemos; empezamos a cuestionarnos todas las opiniones que
aprendimos. Sabemos que hay algo en nuestra cabeza que nos lleva a hacer muchas
cosas que tal vez no queremos hacer –algo que tiene el control total de nuestra
mente– y no nos gusta. Y como no nos gusta, en un momento determinado empezamos
a rebelarnos.
Los seres humanos cargamos con nuestro
pasado, con nuestra historia, y es exactamente como si cargáramos con un pesado
cadáver. Para algunos no es tan pesado, pero para la mayoría de la gente ese
cadáver es muy pesado. Y no sólo es pesado; huele muy mal. Lo que muchos de
nosotros hacemos es quedarnos con nuestro cadáver y compartirlo con las
personas que amamos.
Digamos que estás viviendo con
culpabilidad y vergüenza por un error que cometiste hace diez años. La excusa
para tu sufrimiento es: “Cometí un terrible error”. Y piensas que todavía estás
sufriendo por algo que ocurrió hace diez años, pero la verdad es que estás
sufriendo por algo que ha sucedido hace diez segundos. Cuando eres
completamente auténtico, te dices la verdad a ti mismo, sin dudas: “Me gusta;
no me gusta. Lo quiero; no lo quiero”. No tienes que hacer lo que no te gusta
hacer. Disfruta tu vida haciendo exactamente lo que te gusta hacer.
Nos hacemos la vida difícil cuando
tratamos de sacrificarnos por alguien más. Indudablemente, no estás aquí para
sacrificarte a ti mismo por otra persona. En ese momento descubres que te
resulta mucho más fácil ser tú mismo que tratar de ser lo que no eres.
No necesitas competir con nadie; no
necesitas compararte con nadie.
Don Miguel Ruiz
Fuente: La Iluminacion Espiritual
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