«No haces nada. Lo ves
hecho y está hecho». “Ilusiones” – Richard Bach
Según la ciencia, somos
el homo sapiens sapiens. Es decir, el hombre que sabe que sabe. El que se da
cuenta, el que es consciente de su consciencia porque es consciente de sí
mismo. Cuando se comprende que la consciencia es lo único que existe, se
entiende al mismo tiempo que permanecer consciente siempre y en todo lugar es
lo más importante.
La consciencia es el
eje de todo. Si nos damos cuenta estaremos en armonía con el mundo exterior. Si
no, funcionaremos a través de nuestra máquina con reacciones inconscientes y
mecánicas. Escapar a tal mecanicidad a través de la consciencia es disponer de
la posibilidad de crear nuestro propio mundo, nuestro microcosmos particular, y
por ende nuestro futuro.
Instalarse en la
creencia de que el futuro está determinado es sinónimo de estar dormido, o al
menos sumergido en la hipnosis colectiva que nos dice qué hacer, cómo y cuándo.
Despertar a la consciencia es tener la posibilidad de tomar en nuestras manos
el timón de la existencia, y a través de creencias conscientes crear el futuro
que deseamos.
Suena maravilloso,
¿verdad? Pues, lo es. El único precio a pagar por la libertad ilimitada de
elección es la responsabilidad de estar a cargo de nuestros actos, elecciones y
decisiones. ¿Seremos capaces de asumir tal responsabilidad? No es tarea fácil,
pero sí posible.
A partir del momento en
que se asume la capacidad de responder por nosotros mismos ya no hay otros a
quienes poder culpar por nuestros errores, así como tampoco habrá nadie a quien
seguir. Con la capacidad de crear nuestro futuro nos convertimos también en
nuestros propios maestros. Todos somos ya maestros, pero es más cómodo seguir a
otro a quien poder culpar si algo no sale bien, o como el ego quería.
Asumir nuestra maestría
es asumir la capacidad de dirigir la nave de nuestra vida al puerto que
decidamos, sabiendo que no existe ningún puerto mejor que otro. En todo caso,
semejante elección estará a cargo de nuestra alma.
Navegar por la vida
creando día a día las condiciones idóneas es una aventura maravillosa en la que
las prisas y la impaciencia han de ser erradicadas. De alguna manera, la
impaciencia es sinónimo de ausencia de confianza.
Sin embargo, más que
confianza lo que se necesita es certeza. Cuando en nuestro mundo interno hemos
creado con imaginación consciente –no con fantasía– aquello que deseamos para
nuestra vida, surge la certeza de que ello se materializará tarde o temprano,
dependiendo de nuestros propios bloqueos.
Y ocurrirá. Sin lugar a
duda que sucederá, pues hay certeza. ¿Qué tipo de certeza es esa? La
certidumbre de haberlo visto y sentido previamente en nuestro mundo interior.
Ya está hecho. Ya está realizado. Lo sé. Lo he visto. Lo he sentido.
En realidad, no se
trata de atraer, sino de saber proyectar. Creamos nuestros microcosmos con las
proyecciones de la luz de nuestra consciencia. La idea de atraer cosas,
situaciones o condiciones, es fruto de la ignorancia, pues tal idea nace del
concepto de una dimensión dual. Sin embargo, la creación consciente, y la
subsiguiente materialización, suceden ambas en la dimensión de la unidad, luego
se trata de una proyección-creación consciente, no de atracción.
Es hermoso comprender
que todos los seres humanos tenemos ese don, todos sin excepción. Pero, lo
hemos olvidado. Nos guste admitirlo o no, todos llevamos el tipo de vida que
deseamos llevar. Lo que sucede es que hemos olvidado nuestras posibilidad de
crear y naufragamos en los estrechos parámetros mentales en los que
habitualmente vivimos, y morimos.
Despertar a nuestra
plenitud creativa siempre es posible. La plenitud está en todos nosotros, aquí
y ahora. No es necesario marcharse a una cueva de los Himalayas. La consciencia
se actualiza siempre aquí y ahora. ¿Quieres? ¡Puedes!
Naveguemos a través de
nuestras creaciones con una suave perseverancia, con la certeza interna de que
aquello que deseamos ya ha sucedido. No se trata de magia, es lo natural cuando
se conocen cómo funcionan las leyes que rigen el universo.
Feliz creación
consciente. Feliz vida
Fuente: Silencio Interior
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