“El verdadero guerrero
no es inmune al miedo. Lucha a pesar de él”. Francesca Lía Block
La vida nos pone a
prueba bajo muchas circunstancias y esto, de alguna manera, se convierte en un
señalador de nuestro grado de resistencia y capacidad adaptativa; del valor y
la integridad con las que contamos para hacer frente a las adversidades; del ímpetu
y la firme decisión que hacen surgir al guerrero interior que todos llevamos.
Por supuesto, esto hace
que también debamos reconocer y afianzarnos en el territorio que pisamos, para
crear límites infranqueables que nos permitan conservar la individualidad,
reconociendo las carencias propias, pero al mismo tiempo identificando en ellas
los esfuerzos por realizar, lo cual implica enfrentar los temores. Esto nos
hace pensar que tal vez la principal arma del guerrero es el amor, capaz de
diluir cualquier sentimiento o vibración mezquina.
Cuando reaparecen
viejas heridas o traumas del pasado, este arquetipo surge para enfrentar al
déspota que trata de generar obstáculos e impedir el bienestar. Su armadura
representa solidez, fortaleza y poder, que generan la confianza suficiente para
utilizar los recursos disponibles, pero comprendiendo también que, en la
nobleza cultivada, el guerrero interpreta lo ocurrido desde la humildad de
quien siempre está dispuesto a aprender de nuevas tácticas para darse cuenta de
lo absurdas que pueden ser las batallas innecesarias.
Es entonces, cuando la
convicción permite crear el nuevo mundo con opciones propias que parten de lo
vivido y se sumergen en lo profundo de los significados, para renegociar el
pasado y dimensionar nuevos panoramas. De esta manera se localiza el origen del
conflicto, y la realidad empieza a evidenciarse en el plano de la conquista del
territorio que habrá de ser protegido desde los argumentos, más que de la
reciedumbre y la violencia. Por eso, el guerrero renuncia a la crítica, al
resentimiento, a la condena y a la autocompasión, para encontrar en la
responsabilidad por sus actos, la mejor alternativa y comprender así, que se
puede ser más grande que las circunstancias y trascender los lamentos por aceptación.
O que se pueden liberar las ataduras desde el acto sublime del perdón para
identificar luego que el sufrimiento resulta ser una elección y que la
“chatarra emocional” puede ser eliminada.
Es tiempo de entrar en
comunión con el espíritu del guerrero, del que se desprenden la tolerancia, la
paciencia y la perseverancia. Se transmuta lo negativo hacia el provecho y se
reemplaza lo no esencial por aquello que edifica…
Alejandro Posada Beuth
No hay comentarios:
Publicar un comentario