Esta analista jungiana y
autora canadiense, explora el llamado del alma en la vida de hombres y mujeres,
la importancia de enraizar el espíritu en el cuerpo, y la urgencia por
reinstalar lo sagrado femenino en nuestras sociedades. Te invitamos a descubrir
sus intuiciones profundas y las causas que inspiraron su vida.
El principio femenino y
el amor
“Cuando hablo de lo
femenino, no me refiero al género. Me refiero al principio femenino que vive –o
es reprimido– en hombres y mujeres. El principio femenino busca relacionarse.
En vez de separar las cosas en diferentes partes, dice: ‘¿En qué somos
parecidos? ¿Cómo nos conectamos? ¿Dónde está el amor? ¿Me puedes escuchar?
¿Puedes escuchar lo que realmente digo? ¿Puedes verme? ¿Te importo o no te
importo?’.
Estas son preguntas muy
serias. Y es difícil hablar de lo femenino cuando tan pocas personas lo han
experimentado. Lo femenino es presencia, es conexión, y es un corazón que está
tan abierto que cuando conoces a otra persona lo que estás viendo es realmente
el yo auténtico de esa persona. ¿Qué sentido tiene la vida humana si nadie te
ha visto jamás?
No imaginarían la
cantidad de personas –hombres y mujeres– que han llorado en mi consultorio,
diciendo: ‘Nadie me vio jamás. Nadie tuvo tiempo de escucharme. Soy indigna de
amor’. No hay término más triste en un idioma. Algunas veces he sentido una
ternura profunda hacia una persona y cuando he estirado mi brazo para tocarlos
me han dicho: ‘No me toques. Soy indigna de amor’. Y lo dicen de verdad. De
niños, esas personas fueron criadas en un ambiente en el que lo femenino estaba
ausente. Tienes que haber experimentado lo femenino para comprenderlo.
Pregúntate: de niño,
¿quién te veía? ¿Quién te escuchaba? ¿Había alguien ahí con quien pudieras ser
completamente tú misma y a quien pudieses confiar tu corazón y las respuestas
de tu alma? Alguien que te hiciera pensar: ‘Dios mío, soy alguien. Están
felices de que esté acá’.
Marion Woodman nació el
15 de agosto de 1928, en London, Canadá y murió en 2018. Escritora mitopoética
canadiense, poeta, analista junguiana y figura representativa del movimiento de
la mujer, escribió y habló extensamente sobre la interpretación de los sueños
del psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. A lo largo de su vida inspiró a
mujeres y varones en la búsqueda de la integración humana y fue una de las
autoras más ampliamente leídas sobre psicología femenina.
El gran trabajo de
nuestra era es recuperar lo femenino en la cultura. No es un camino fácil. ¿En
qué puede contribuir cada uno? Aunque no lo crean, la forma de hacerlo es muy
personal. Tomarse tiempo para escuchar los propios sueños y anotarlos. Tomarse
tiempo para reconocer que hay cosas en tu interior que necesitan ser sentidas,
dichas, vividas o lloradas. Prestarles atención a estas cosas en uno mismo y en
nuestros seres amados. Prestarle atención a nuestro yo auténtico.
Respecto de la palabra
‘auténtico’: se relaciona con la palabra ‘autor’ –podemos pensarlo como ‘ser
autores de nuestras propias vidas’. Cuando estás viviendo tu propia realidad,
te conviertes en el soberano de tu vida. Sabes quién eres, dices lo que crees.
Esto despierta orgullo: ‘Esto es lo que soy, te guste o no te guste’. Pensemos,
por ejemplo, en Michelle Obama: ella no le tiene miedo a su propia fuerza. Y
como su fuerza no le quita nada a los demás –porque la da con amor–, es libre
de ser auténtica.
Para mí, el verdadero
poder es la presencia. Es la energía de saber quiénes somos y, por lo tanto, de
actuar y hablar desde nuestro yo auténtico. No importa qué es lo que uno haga
–si eres una maestra o una enfermera o lo que sea–, tu presencia contiene poder.
No es poder sobre otra persona; es solo la expresión de la persona que eres.
El poder que habla de
controlar a otra persona es muy distinto al poder que emana de la propia
presencia. Esa clase de poder –el poder patriarcal– no valora a los demás (…). El
amor, la energía amorosa, es el verdadero poder. Cuanto más expreses esa
energía, más verás cuánto responden las personas a él y más querrás usarlo.
Esta energía saca a la superficie tu creatividad y ayuda a que los que te
rodean florezcan: tus hijos, las personas con las que trabajas… todos
florecen”.
Del discurso “Conscious
Femininity”, que pronunció Woodman en la 3a Conferencia Anual de Las Mujeres y
el Poder, organizada por el Omega Institute, en Nueva York.
El alma y el hambre
espiritual
“Si no tenemos tiempo
de escuchar el alma, de escuchar sus valores, de permitirle adentrarse en lo
divino femenino que nos conoce desde antes de que naciéramos, de vivir esa
realidad, sobreviene la desesperanza. Y cuando se instala la desesperanza, la
cultura sufre. Las personas se vuelven hacia las adicciones para intentar
vivir. No pueden lidiar con la agonía implícita en la vida real (…) La Gran
Madre se convierte en comida, tanta comida como puedan meter en su boca, porque
el agujero es muy grande. No se puede alimentar el cuerpo para saciar un hambre
espiritual; la adicción es un hambre espiritual. Lo espiritual requiere
alimento espiritual. El alcohólico busca el espíritu en una botella. La Gran
Madre, a quien todos añoramos, se convierte en comida, en dulzura, en cobijo”.
De Addiction to Perfection. The Still Unravished Bride: A Psychological
Study.
Las lecciones de la
enfermedad
“Mientras reinstalaba
mis tonos rosas y violetas, devolviéndole el color a mi cuarto después del
blanco del verano, pensé mucho. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? No por qué yo. No
siento vergüenza ni culpa por mi cáncer, pero necesito asumir responsabilidad
por un nuevo futuro. ¿Cuál es la lección que tengo que aprender aquí? ¿Qué
factores pueden haber contribuido a mi enfermedad?
1. ¿Traicioné mi
femineidad por hacer demasiado: demasiados viajes, clases, responder correos.
¿Había una corriente subyacente que susurraba: ‘Esto no es vivir’? Sé que el
peso de mi correspondencia era más de lo que podía acarrear, aunque amo
escribirles a mis amigos. Aun así, no importa cuánto hiciera, siempre aparecía
otra bolsa. La correspondencia me llevaba dos horas todos los días: dos horas
de tomar decisiones, dos horas que en algún momento fueron tiempo para el alma,
para bailar escribir, jugar.
2. ¿Fui incapaz de
acarrear la proyección de la Gran Madre por más tiempo? Maternar no es un
impulso primario en mí. Lo hago. Asumo la responsabilidad, el deber, la pesada
densidad del cuerpo. Amo cocinar, crear espacios hermosos, pero esa no es mi
esencia. No prospero. Me convierto en una masa cargada e hinchada. Mi cuerpo
eventualmente dice: ‘No, quiero jugar’. El juego para mí es creatividad. Nunca
jugué a la mamá con mis muñecas. Moma y Topsy eran mis alumnas, junto al resto
de mi clase imaginaria. En mi vida no me convertí en madre, me convertí en
maestra. Tal vez en mi trabajo llevé la proyección más allá del punto donde era
creativo para mí.
3. Lo que es esencial
en mi vida es la dinámica del arquetipo maestro/estudiante. Cuando vi a Joseph
Campbell llenarse de luz y vida mientras enseñaba, vi cómo su energía aumentaba
en vez de disminuir, supe que ese arquetipo existía y que la dinámica de
maestro/estudiante era la fuente de mi vida. Mi relación primaria con mi padre
fue de maestro/estudiante. El pizarrón que usé de los 4 a los 16 años fue el
foco de mi constante diálogo interior: pregunta y respuesta. También lo fue el
microscopio. Y ahora lo son el rotafolio y los bolígrafos de colores. La idea
de no volver a enseñar me marchita. Me desperté temblando en Zúrich ante la
idea de no volver a enseñar dramaturgia. ¡El puro placer creativo!”.
De Bone. Dying Into
Life, un libro que escribió Woodman al enfrentar un diagnóstico de cáncer de
útero del que pudo recuperarse.
Hacia una nueva armonía
“Una cosa ha quedado
grabada en mi conciencia. Como sea que llamemos a estas dos polaridades que
crean el equilibrio de energías en nuestros cuerpos y en nuestro planeta
–masculino/femenino, Shiva/Shakti, yin/yang, espíritu/alma,
trascendencia/inmanencia, hacer/ser–, somos hoy responsables de hacer espacio
para la sanación del cuerpo, el alma y el espíritu. Nos dirigen en el proceso
evolutivo guías divinos a través de nuestros sueños, nuestros síntomas, nuestro
planeta. Están emergiendo nuevos valores, valores femeninos y valores
masculinos que están libres de abuso patriarcal. Una armonía totalmente nueva
nos espera en el nuevo milenio”.
Fuente: Sophia Online
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