¿Existe
sobre la Tierra una plenitud de gozo, o acaso no existe tal cosa? ¿Existe
alguna manera de hacer que la vida sea realmente digna de vivirse, o es
imposible? Si existe esa manera, ¿Cómo es posible encontrarla? ¿Qué debemos
intentar hacer? ¿Qué debemos intentar evitar? ¿Cuál debería ser la meta en la
que nuestra actividad llega a su fin? ¿Qué debemos aceptar? ¿Qué debemos
negarnos a aceptar? ¿Qué debemos amar? ¿Qué debemos odiar? Lo que el mundo
valora es el dinero, la reputación, la larga vida, los logros. Lo que considera
goce el la salud y el bienestar del cuerpo, la buena comida, la buena ropa, las
cosas bellas de ver, la música agradable que escuchar. Lo que condena es la
falta de dinero, un rango social bajo, la reputación de no valer para nada y la
muerte temprana. Lo que considera desgracia es la incomodidad corporal y el
trabajo. La falta de oportunidad de hartarse de buenas comidas, no tener ropas
elegantes, no tener miedos para entretener o deleitar la vista ni música agradable
para oír. Si la gente se encuentra privada de estas cosas, le entra el pánico o
la desesperación. Está tan preocupada por su vida, que su ansiedad se la hace
insoportable, incluso cuando tiene todo lo que cree desear. Su propia
preocupación por divertirse la hace infeliz. Los ricos hacen tolerable la vida,
esforzándose por conseguir cada vez más dinero que, en realidad, no pueden
usar. Al hacer esto, quedan alienados de sí mismos y se agotan a su propio
servicio, como si fueran esclavos de alguna otra persona. Los ambiciosos corren
día y noche en persecución de honores, constantemente angustiados por el éxito
de sus planes, temiendo el error de cálculo que lo puede echar todo a perder.
Así, están alienados de sí mismos, agotando su vida real al servicio de una
sombra creada por su insaciable esperanza. El nacimiento de un hombre es el
nacimiento de su dolor. Cuándo más tiempo vive, más estúpido se vuelve, porque
su ansiedad por evitar la inevitable muerte se hace cada vez más aguda. ¡Qué
amargura! ¡Vive para algo que está siempre fuera de su alcance! Su sed de
supervivencia en el futuro lo hace incapaz de vivir en el presente. ¿Y qué hay
de los líderes y los eruditos que tanto se sacrifican? Son honrados por el
mundo, porque son hombres buenos, rectos y sacrificados. Y aun así su buen
carácter no los preserva de la infelicidad, ni siquiera de la ruina, la
desgracia y la muerte. ¡Me pregunto, en este caso, si su "bondad" es
realmente tan buena después de todo! ¿No será tal vez una fuente de infelicidad?
Supongamos que admitimos que son felices, ¿Pero es acaso algo alegre tener un
carácter y una carrera que llevan finalmente a la propia destrucción? Por otra
parte, ¿puede llamárselos "infelices", si al sacrificarse salvan las
vidas y fortunas de otros? ¡Tomemos el caso del ministro que, consciente y
rectamente, se opone a una decisión injusta de su rey! Algunos dicen: "Di
la verdad y, si el rey se niega a escuchar, déjalo que haga lo que quiera. Ya
no tienes mayor compromiso." Por otra parte, Tzu Shu siguió oponiéndose a
la injusta política de su soberano. Fue, por consiguiente, destruido. Pero si
no se hubiera alzado por lo que consideraba correcto, su nombre no será honrado
como lo es. De forma que ésta es la cuestión: ¿Habrá de considerarse
"bueno" el camino que siguió si, al mismo tiempo, le fue fatal? No
puedo decir si lo que las personas consideran "felicidad" es
felicidad o no. Lo único que sé es que, cuando considero la manera en que
buscan conseguirla, los veo arrastrados de cabeza, adustos y obsesionados por
la marea general del rebaño humano, incapacies de detenerse o de cambiar de
dirección. Continuamente afirman estar a punto de alcanzar la felicidad.
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Por
lo que a mí respecta, no puede aceptar sus parámetros, ya sean de felicidad o
de infelicidad. Me pregunto si, después de todo, su concepto de la felicidad
tiene realmente algún significado. Mi opinión es que nunca se encuentra la
felicidad hasta que se deja de buscarla. Mi mayor felicidad consiste
precisamente en no hacer absolutamente nada pensado para obtener la felicidad;
y éste, según el criterio de la mayor parte de la gente, es el peor de todos
los caminos posibles.
Me remito al dicho de que:
"El goce perfecto es
carecer de él. La alabanza perfecta es carece de alabanzas." Si preguntáis
"qué hacer" y "qué no debe hacerse" sobre la Tierra para
obtener la felicidad, yo contesto que estas preguntas no tienen respuesta. No
hay forma de determinar tales cosas. Y aun así, al mismo tiempo, si dejo de
buscar la felicidad, el "bien" y el "mal" resultan
inmediatamente evidentes por sí mismos. El contento y el bienestar se hacen
posibles al instante en el momento en que se deja de actuar con ellos en la
mente; y, si se practica el no-hacer (wu wei), se consigue tanto la felicidad
como el bienestar. He aquí cómo resumo todo esto: El Cielo no hace nada: su
no-hacer es su serenidad. La Tierra no hace nada: su no-hacer es su reposo. De
la unión de estos dos no-haceres, proceden todos los actos, se componen todas
las cosas. ¡Cuán vasto, qué invisible este llegar-a-ser! ¡Todas las cosas
vienen a ninguna parte! ¡Cuán vasto, qué invisible... no hay forma de
explicarlo! Todos los seres en su perfección nacen del no-hacer. Es por esto
por lo que se dice: "El Cielo y la Tierra no hacen nada, y aun así no hay
nada que no hagan." ¿Dónde estará el hombre capaz de alcanzar este
no-hacer?
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