En
la era en que la vida sobre la Tierra era plena, nadie prestaba particular
atención a los hombres valiosos, ni señalaba al hombre de habilidad. Los
gobernantes eran simplemente las ramas más altas del árbol, y el pueblo era
como los ciervos en los bosques. Eran honestos y justos, sin darse cuenta de
que estaban "cumpliendo con su deber". Se amaban los unos a los
otros, y no sabían que esto significaba "amar al prójimo". No
engañaban a nadie y aun así no sabían que eran hombres de "fiar".
Eran íntegros y no sabían que aquello era "buena fe". Vivían juntos
libremente, dando y tomando, y no sabían que eran "generosos". Por
esta razón, sus hechos no han sido narrados. No hicieron historia.
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