Bastante
se ha hablado sobre la decisión interna de ser feliz. ¿Pero es realmente
posible ser feliz sin la necesidad de algún estímulo externo?.
Si
observamos el rostro de las personas, rápidamente podemos agruparlos según sus
expresiones y sus correspondientes estados mentales y de conciencia: rostros
sonrientes que denotan felicidad externa y tal véz interna; rostros ceñudos y
desdeñados que indican tristeza y dolor emocional; caras agrias y sombrías que
revelan decepción y aburrimiento; y caras serenas que reflejan paz interior.
Un
deseo satisfecho produce placer. Un anhelo que no se satisface genera estrés.
Entre las cimas mentales de la felicidad y el estrés yacen las fosas del
aburrimiento. Cuando las elevadas olas del placer y del dolor, y las hondonadas
del aburrimiento quedan neutralizadas, se manifiesta el estado de paz.
Más
allá del estado de paz está el estado de dicha y felicidad, que cada persona
puede encontrar dentro de si misma y reconocer como el verdadero estado natural
de su alma. Esta dicha y felicidad está sepultada bajo las agitadas olas
mentales del exhuberante placer y del profundo abatimiento, y las hondonadas de
la indiferencia. Cuando estas olas desaparecen de las aguas mentales, se siente
el plácido estado de la paz; y en las calmadas aguas de la paz se refleja el
siempre renovado gozo del alma.
La razón de las reacciones
cargadas de emociones
En
este mundo, la mayoría de las personas son zarandeadas por las olas de
exitación de placer o dolor; y cuando éstas faltan, se aburren. Si observas las
caras de los demás durante el día – en tu hogar, en el trabajo, en la
universidad, en el instituto, en la calle, etc – podrás comprobar rápidamente
que son muy pocas las que manifiestan paz.
Cuando
ves una persona con un semblante alegre y tu le preguntas “¿porqué está feliz?”
probablemente te responda: “Me han subido el sueldo”, “Conocí a una persona
interesante” o “Gane una competencia”. Tras la felicidad yace la satisfacción
de un deseo. Este estado de felicidad esta condicionado a una circunstancia
externa, nunca es permanente.
Cuando
ves una persona con un rostro afligido, y tu le preguntas compasivamente “¿Qué
es lo que te pasa?”, puede que la persona te responda: “Estoy enfermo”, “Perdí
mi trabajo”, “Mi esposa me ha dejado”: Su deseo de recuperar su salud, su
esposa o su trabajo esta frustrado.
Cuando
ves a una persona y su rostro muestra neutralidad en su expresión, y tu le
preguntas: “¿Qué te pasa? ¿Algo te ha disgustado?”, la persona aludida,
rápidamente lo negará. Pero si insistes en la pesquisa, preguntando: “Entonces
¿Estás feliz?”, la persona te responderá “¡Oh no! Tan solo estoy aburrido”.
Una paz positiva y una paz negativa
Imagina
que conoces a un hombre refinado y próspero, que vive en una finca en medio de
la naturaleza, junto a un bosque y una laguna, el tiene un aspecto sano y se lo
ve vital. Pero notas en él que no está demasiado feliz, tampoco está triste, ni
aburrido. En tal caso se puede decir que está en paz. Pero cuando esta persona,
confortablemente situada, se cansa de tanta paz, de esa clase de paz que muy
pocas personas tienen el privilegio de experimentar, piensa interiormente: “He
tenido demasiada paz: necesito algo de exitación y entretenimiento”.
El
estado negativo de paz se deriva de la ausencia de los tres estados mentales:
felicidad, tristeza y aburrimiento. Sin cambio o exitación, un estado
prolongado de paz negativa se vuelve monótona y ya no es tan agradable. Sin
embargo, después de un largo periodo de continuos estados de felicidad,
tristeza y aburrimiento, este estado de paz negativa es nuevamente agradable.
Por dicha razón, los yoguis aconsejan la neutralización de las olas de
pensamiento, mediante la meditación, para lograr la paz mental.
Una
vez que el yogui ha aquietado las olas del pensamiento, comienza a buscar bajo
el lago de la calma y encuentra allí un estado positivo de paz: el
siempre-renovado gozo del alma.
Uno
de mis estudiantes al asistir al primer día de un taller comentó “Yo ya no
deseo atraer a mi vida más dinero porque lo tengo. Tampoco deseo encontrar una
pareja, llevo 20 años casado y creo que estoy bien. Mi deseo ahora es solamente
ser feliz”. Me quedé asombrada con la claridad que tenía sobre lo que quería
lograr ahora en su vida. Muchas personas buscan realizar cambios internos para
poder manifestar sus deseos y en consecuencia alcanzar la felicidad.
Él
ya había logrado casi todo lo que buscaba en la vida, había realizado cambios
internos y fue feliz mientras iba alcanzando sus sueños. Pero la felicidad y
dicha permanente no la había alcanzado aún. Yo le dije entonces: ”Bien, ahora
vas a aprender a sentir el gozo del alma y a traer ese estado de conciencia
permanente a tu vida diaria”.
Aprendió
a llevar una vida equilibrada, sin apegos, invariablemente dedicada a su
interior y a mantener el contacto con su Ser Superior. Hoy lleva una vida en
paz y rebosante de felicidad, como se ha desapegado de lo externo, entonces
nada puede sacarlo del equilibrio, de la felicidad y de la profunda paz que
experimenta desde su interior.
Extasíate de la felicidad eterna
del alma
Ahora,
entiendes entonces que los rostros que observas en tu día a día, muestran
placer, aburrimiento o paz temporal. A ti ¿cómo te gustaría vivir? ¿te gustaría
que tu rostro reflejara el contagioso y siempre nuevo gozo del Espíritu? Para
lograrlo, debes beber una y otra vez de la dicha y felicidad que encontrarás en
la meditación profunda, hasta que te embriagues de ese gozo y lo manifiestes
cuando duermas, cuando sueñes, cuando estés despierto, y en todas las
circunstancias de la vida –que de otro modo tendrían a hacerte arrogantemente
feliz o inmensamente triste, o a saturarte de aburrimiento o de paz temporal
negativa-. Tu risa debe reflejar desde las profundidades de la sinceridad tu
auténtica felicidad. Tu gozo ha de manar de la fuente de la realización de tu
alma. Tu sonrisa debe derramarse sobre todas las almas que encuentres y sobre
el Universo entero. Cada mirada tuya ha de reflejar tu alma feliz y en paz y
extender su contagio a las mentes embargadas de tristeza.
No
sigas soñando que eres tan sólo un común ser mortal, condenado a sufrir
constantemente altibajos mentales. No importa lo que suceda, recuerda siempre
que verdaderamente estás hecho a imagen del Espíritu. El vivo gozo que satura
todas las cosas – la Fuente de la Dicha y la Felicidad Cósmica – debe inundarte
con su cascada, y filtrarse a través de tus pensamientos, a través de cada
célula y tejido de tu ser.
Recuerda:
durante muchas horas, en el estado sin ensueños del sueño profundo, que es la
percepción inconciente del alma, eres feliz. De igual modo, durante el día,
independientemente de lo mucho que te asedien las pesadillas de las pruebas
mentales y los inconvenientes que trae la vida, debes mantenerte siempre
intimamente lleno de renovado gozo como las eternamente frescas y recientes
aguas de un arroyuelo cantarino.
Así
como el hombre que bebe frecuentemente licor puede estar ebrio todo el tiempo,
así también puedes tú embriagarte de la auténtica felicidad, permaneciendo
perpetuamente disfrutando del estado de conciencia que te proporciona el gozo
de tu alma, estado alcanzado únicamente con la meditación.
Cuando
puedas sentir de manera constante el gozoso estado después de la meditación,
vivirás en éxtasis, serás uno con el siempre nuevo gozo de tu alma, y quien
quiera que esté a tu alrededor se sentirá atraido e inspirado por ti, así como
el continuo contacto con la madera de sándalo llena de fragancia la mano que la
sostiene.
Fuente:
Alejandra Plaza
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