Presentar
un libro así no es cosa fácil. La primera tentación sería no presentarlo en
absoluto, sino entregárselo al lector tal cual, es decir, tal como lo hemos
recibido.
¿Podemos
decir que lo hemos escrito nosotros? Indudablemente no, y eso es lo que le confiere
su carácter especial, y lo que desdichadamente, no nos cabe duda, lo convertirá
en tema de polémica.
Y, sin
embargo, los hechos son de lo más sencillo, tan sencillos que lo que supone un
problema es su transcripción... o más bien la confesión de su origen. En
efecto, ¿cómo decir lo que ha pasado, cómo atreverse a exponer una firma,
evitando el ridículo, el encogimiento de hombros y las sonrisitas burlonas?
¿Cómo
escribir:
«Él nos ha confiado estas líneas», sin granjearnos una multitud de miradas hostiles?
Pero no importa; hace mucho tiempo que nos hemos resignado a todo eso. Lo único
que nos preocupa de verdad es no poner obstáculos a lo que debe ser, aunque
tengamos que pasar por sabios mistificadores a los ojos de ciertos
intelectuales de la espiritualidad.
Así que
los hechos son así de sencillos: un Aliento nos condujo a Siria, en el calor
abrasador del pleno verano y de sus tensiones políticas; un Aliento que nos
decía que debíamos recoger «algo» allí, sin más.
En
realidad, ese «algo» es más bien una luz que vino hacia nosotros. ¡Y qué luz!
¡Qué presencia! Durante once días, su fuerza nos siguió paso a paso, de
ciudades a desiertos, prodigando con la misma voz, tan firme y tan apacible, su
enseñanza. ¿Qué podemos añadir, aparte de que, desde sus primeras entonaciones,
nos remitió a cierto rabí vestido de blanco que en su día recorrió los caminos
de Palestina?
Porque
ésos parecen ser los hechos: Él está de nuevo entre nosotros, no Cristo otra
vez en tanto que realidad física, sino el Maestro Jesús que le prestó su
cuerpo.
A partir
de esta afirmación, ya se ha dicho todo o casi todo. O lo tomamos a broma, o
nos llevamos la mano al corazón y reflexionamos.
En
efecto, ¿qué significa esto?
No
pretendemos resumir en algunas líneas el impacto frontal que hemos recibido
durante casi dos semanas. Cada cual podrá estimar su contenido tras la lectura
de las siguientes páginas. Deseamos subrayar simplemente que tenemos plena
conciencia de la responsabilidad que asumimos aquí.
Cuando se
transcribe un texto semejante, la primera preocupación es, y sigue siendo, la
de ser fiel a él.
Entonces,
¿cómo permanecer transparente durante su redacción, palabra por palabra?
Es
necesario hablar de ello: nuestro método de trabajo no ha sido el del
channeling, por emplear un término de moda que designa una facultad de
mediumnidad controlada.
Algunos
meses después de su desarrollo, hemos revivido los contactos mediante una serie
de lecturas en los Anales Akásicos. Este método resultaba imprescindible para
transcribir nuevamente el mensaje con precisión y en condiciones materiales
flexibles. Por lo tanto, no hay un «más o menos» en las líneas que ofrecemos
aquí, en la medida en que nuestro ser haya podido permanecer «a disposición» de
la Fuente.
Y ahora,
a cada cual le incumbe, en conciencia, apreciar o rechazar el contenido de este
libro, admitir o no su origen.
En cuanto
a nosotros, no pretendemos entrar en lizas oratorias a fin de demostrar la
presencia actual de Jesús en la Tierra. Sería pura pérdida de energía y, ante
todo, no comprender el mensaje recibido.
Más allá
de las desilusiones, ojalá estas páginas os inspiren Paz y una voluntad de
reencontraros a través de los instantes de silencio que hemos tenido la
felicidad de acoger en nosotros... sin tratar de juzgar.
Anne y
Daniel Meurois-Givaudan
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