Durante
mucho tiempo, el aspecto espiritual de la meditación se ha malinterpretado.
Cada uno de nosotros busca conectarse a todo, a la fuente y a la unicidad. Cada
uno de nosotros elige el camino que resuene mejor con nuestra individualidad
para comprender y expresar los conceptos más grandes, más profundos y
universales de la vida, muerte, dolor, amor, verdad, dicha y propósito. A
algunas personas no les importa estas cosas porque su conciencia aún no ha
derivado a estos conceptos en este momento de sus vidas. Al final, cada uno de
nosotros pasará por estas experiencias y posteriormente enfrentará estas
preguntas. Así que aunque alguien no esté vinculado a esta conversación, solo
con tener consciencia de estos principios naturales de la vida, invocará un
entendimiento de que hay algo más grande, más expansivo, más conocedor, y más
inteligente que nosotros. Podríamos llamar a esta entidad un ser universal que
nunca nació, y nunca murió; que existe en cada momento y está conectado con
todas las cosas simultáneamente. Algunos lo llamamos El Creador, La Fuente.
En
el Vedanta, la antigua filosofía de la India para la auto-realización, hay una
escuela de pensamiento conocida como Advaita, un término en sanscrito para “no
dualidad”. Según el Advaita, la unicidad es la única realidad. Todo lo demás es una ilusión, conocido en sanscrito como
“maya”. La filosofía afirma que nuestra ignorancia sobre nuestra unicidad – que
también es una ilusión – es la causa de todo sufrimiento en el mundo. Sólo a
través del conocimiento directo de esta unicidad (experimentando en realidad)
puede ocurrir la verdadera liberación. En sánscrito, esta liberación se llama
Moksha. El camino al Moksha es comprender que toda la existencia es no dual –
una pura totalidad.
La
mayoría de nosotros crecimos en hogares donde fuimos introducidos a un ser
infinito, omnisapiente y que todo lo ve. ¿De qué otra manera podrían seres
finitos de carne y hueso como nosotros, con conocimiento y comprensión
limitados, incorporar un concepto fuera de este mundo como el de la unicidad?
Se necesita que haya un ser todopoderoso que encarne todas las características
de la unicidad para que podamos entenderlas mejor – una especie de
intermediario entre nosotros y la unicidad. La mayoría de nosotros tiene una
comprensión similar de la naturaleza de nuestro Creador. En esencia, ese ser
creó todo; controla o influye en todo; está en todas partes a la vez o tiene
semidioses o avatares que pueden estar en cualquier lugar; es infinito,
inmortal, omnipresente, abarca la existencia del tiempo, por lo tanto, es
eterno; es capaz de la resurrección y el renacimiento, puede ser adorado e
invocado; y tiene la habilidad de hacer lo que consideramos milagros.
Aunque
tú no hayas crecido dentro de una tradición formal, religiosa o espiritual (aún
si eres ateo puedes meditar y recibir los beneficios que buscas), sigue siendo
probable que creas que hay alguna forma de inteligencia más allá de la nuestra. Por eso, aunque tu orientación sea hacia lo
divino, un Dios, múltiples Dioses, o un poder superior, personalmente definimos
nuestro entendimiento de ésta naturaleza universal como espiritualidad.
Esencialmente, la espiritualidad es el viaje que hacemos a cada momento desde
nuestro Ser más individual a nuestro Ser más universal y viceversa. ¡De la
constricción a la expansión!
Cuando
nuestra mente analiza a este ser o poder, vemos a este Dios o espíritu
omnisapiente, omnipotente e infinito de inmediato en todo, y sin embargo, lo
vemos separado de nosotros y de este mundo. El Advaita diría que esta
separación sólo existe superficialmente, está solamente en nuestras mentes. Muy
por debajo de la superficie, nuestra mente, cuerpo y espíritu son lo mismo
–consciencia pura e ilimitada – la unicidad vistiendo diferentes disfraces.
Según el Vedanta, la liberación yace en conocer la realidad de esta unicidad y
en experimentar el espíritu a través de aspectos variados del estudio (gyan),
devoción (bhakti), acción (karma), y práctica (raja o el camino real).
Dos
de las prácticas del camino real que nos conecta más directamente con el
espíritu son la meditación (conciencia calmada) y el yoga (consciencia calmada
centrada en el cuerpo). El camino a esta comprensión del espíritu es un
entendimiento más profundo de quienes somos, qué queremos realmente en la vida
y porqué estamos aquí. A esto se lo ha llamado la expansión de la consciencia
–moverse de un espacio restringido y condicionado donde nos identificamos a
nosotros mismos cómo los roles que desempeñamos en la vida y las cosas que
poseemos (básicamente nuestros cargos y posesiones) , y pasar a una perspectiva
más expandida de quienes somos, cómo estamos conectados con todo, y qué vinimos
hacer aquí.
Fuente: Alejandra Plaza
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