LA CELDA RELIGIOSA
Todas las grandes
grandes religiones te dan una bella celda.
Quieren que ustedes se
conviertan en seguidores, quieren que practiques una cierta disciplina, quieren
que manejes tus asuntos, tu moralidad, tu estilo de vida. Hacen un molde de ti
y te dan una bella celda.
La verdad os hará
libres. Sin libertad el hombre no puede conocer su último misterio, encadenado
no puede mover sus alas al cielo y no puede entrar en el más allá. Todas las
religiones están encadenando a las personas, manteniéndolas bajo control, no
les permiten ser seres originales, sino que les dan personalidades y máscaras,
y a esto lo llaman educación religiosa.
La verdad en realidad
no es una educación religiosa alguna. La verdad simplemente quiere que seas tú
mismo, sea lo que sea. Esa es tu religión, ser tú mismo. Un hombre espiritual
ama la libertad. Un hombre espiritual ama la humanidad. Un hombre espiritual no
aceptaría seguidores por la simple razón de que aceptar un seguidor es destruir
su dignidad. Acepta solo compañeros de viaje.
Veamos como la
sabiduría Budista nos libera de la celda religiosa...
CUENTOS BUDISTAS
¡Despierta! Sé testigo
de tus pensamientos.
Un buen cuento te
enseñará a hacer más simple tu vida, y a nunca perder de vista lo que sientes,
te harán más sabio, te harán despertar. Por esa razón, la filosofía budista se
considera la filosofía del «proceso de despertar». Un proceso por el que no
solamente abrimos los ojos, sino también el resto de sentidos y nuestro
intelecto, de una forma plena a través de diferentes maneras como los cuentos y
relatos budistas.
Con estos 7 siete
relatos budistas, te animamos a dejar atrás la apatía, desarrollar una mayor
comprensión y convertirte en una persona más sabia. El budismo enseña que,
aparte de cultivar el amor y la bondad, deberíamos tratar de desarrollar
nuestra capacidad intelectual para alcanzar un claro entendimiento.
Veamos los 7 cuentos...
CREER EN DIOS
Cuestionamientos
religiosos
Maestro: ¿Usted cree en
Dios?
¿En cuál dios?
¡Pues en el gran dios
universal!
Existen muchos dioses
conocidos por la mente humana.
En el dios verdadero
que está en el libro sagrado.
Existen muchos muchos
libros sagrados.
Me refiero al libro
sagrado de la religión verdadera.
Existen muchas
religiones.
Si, pero la religión
tiene el libro sagrado donde habla del dios verdadero en el cual yo creo.
¡Todos los creyentes
creen que su dios, su libro sagrado y su religión son los verdaderos!
Nuestro dios dice que
sino crees en él serás enviado al lugar de tormento eterno.
Los otros dioses tienen
la misma amenaza en sus libros sagrados.
Si, pero mi dios
promete un paraíso para sus fieles.
Los otros dioses
prometen lo mismo.
¿Pero entonces cuál es
tu dios?
Podría escoger al azar,
total todos cumplen con el mismo patrón de amenazas y promesas.
¿Por qué no has
escogido uno entonces?
¡Por qué inclinarme por
uno cuando si todos son el mismo dios con diferente nombre, libro sagrado y
religión!
Tus blasfemias me dicen
que eres ateo...
Por el hecho de no
creer en el dios detrás de las religiones en los supuestos libros sagrados, no
quiere decir que sea ateo.
¡Si no eres ateo
entonces crees en un dios!
La mente significa
palabras, y la palabra dios es creada por la mente, el dominio de los hombres
más que por las armas es por la sugestión y control mental, por eso la palabra
dios crea un dios mental que controla al creyente desde su mente.
¿Insinúas que mi dios
es un arquetipo mental?
Estamos en un universo
mental y material, aquello que le des fuerza en tu mente se manifiesta en la
materia. Así como aquellos dioses que tengan a su favor tu voluntad en tu mundo
mental tendrán poder sobre ti en el mundo material.
Pero si dices que mi
dios o los dioses son de carácter mental ¡entonces no existen, y al no existir
tampoco tienen poder de ninguna manera sobre mí y sobre los creyentes!
¡Excelente reflexión,
por fin nos entendemos!
Este cuento budistas
nos enseña que al entender que los dioses son de carácter mental, basta con
saber quién o quiénes son los que dominan la mente humana, para saber cuál es
el poder que está detrás de los dioses.
«Los ojos no sirven de
nada si la mente no quiere ver.» Buda
EL VACIO
La taza de té
El profesor llegó a la
casa del maestro zen y se presentó haciendo alarde de todos los títulos que
había conseguido en sus largos años de estudio. Después, el profesor comentó el
motivo de su visita, que no era otro que conocer los secretos de la sabiduría
zen.
En lugar de darle
explicaciones, el maestro le invitó a sentarse y le sirvió una taza de té.
Cuando la taza rebosó, el sabio, aparentemente distraído, siguió vertiendo la
infusión de manera que el líquido se derramaba por la mesa.
El profesor no pudo
evitar llamarle la atención: «la taza está llena, ya no cabe más té», le
advirtió. El maestro dejó la tetera a un lado para afirmar: «Usted es como esta
taza, llegó colmado de opiniones y prejuicios. A menos que su taza esté vacía,
no podrá aprender nada».»
Este cuento budistas
nos enseña que en una mente llena de prejuicios es imposible aprender y tomar
en consideración nuevas creencias. Es necesario «vaciarnos» de viejos preceptos
y estar abiertos a nuevas enseñanzas.
EL REGALO
Lo tomas o lo dejas
Buda estaba
trasmitiendo sus enseñanzas a un grupo de discípulos cuando un hombre se le
acercó e insultó, con intención de agredirlo. Ante la expectación de los allí
presentes, Buda reaccionó con absoluta tranquilidad, quedándose quieto y en
silencio.
Cuando el hombre se
fue, uno de los discípulos -indignado por tal comportamiento-, preguntó a Buda
por qué había dejado que aquel extraño lo maltratara de ese modo.
Buda respondió con
serenidad: «si yo te regalo un caballo pero no lo aceptas, ¿de quién es el
caballo?». El alumno, tras dudar un instante, respondió: «Si no lo aceptase,
seguiría siendo tuyo».
Buda asintió y le
explicó que, aunque algunas personas decidieran gastar su tiempo regalándonos
insultos, nosotros podíamos elegir si queríamos aceptarlos o no, como haríamos
con cualquier otro regalo. «Si lo coges, lo aceptas, y si no, el que te insulta
se queda con el insulto en sus manos».
Este cuento budistas
nos enseña que no podemos culpar al que injuria porque es decisión nuestra
aceptar sus palabras en lugar de dejarlas en los mismos labios de los que
salieron.
LA MUJER HERMOSA
Los monjes budistas y
la mujer hermosa
Dos monjes budistas,
uno viejo y otro joven, paseaban fuera del monasterio, cerca de una corriente
de agua que había inundado los alrededores. Una hermosa mujer se acercó a los
monjes y les pidió ayuda para atravesar el aguazal.
El monje joven estaba
horrorizado ante la idea de llevarla en sus brazos, pero el viejo con total
naturalidad la tomó y llevó al otro lado. Después, los monjes continuaron
caminando.
El joven no podía dejar
de pensar en el incidente y finalmente exclamó: «¡Maestro!, usted sabe que
hemos jurado abstinencia. No nos permiten tocar a una mujer así.» ¿Cómo pudo
usted tomar a la hermosa mujer en brazos, dejarle poner las manos alrededor de
su cuello, los pechos junto su pecho, y llevarla a través del aguazal así? El
anciano le respondió: «¡Hijo mío, no tengo problema, yo descargue la mujer,
usted todavía la lleva encima!».
Este cuento budistas
nos ayuda a entender que a veces cargamos con el pasado, con emociones de culpa
o resentimiento, y lo hacemos más pesado de lo que en realidad fue. Aceptando
que el incidente no forma parte de nuestro presente, podemos quitarnos un gran
peso emocional de encima.
INTELIGENCIA
¿Por qué buscamos la
felicidad fuera de nosotros?
Una tarde la gente vio
a una anciana buscando algo en la calle fuera de su choza. ¿Qué pasa, qué
buscas?, le preguntaron. Perdí mi aguja – dijo ella. Todos los presentes
comenzaron a buscar la aguja con la anciana.
Al paso del tiempo
alguien alguien comentó: La calle es larga y una aguja algo muy pequeño,
¿porqué no nos dices exactamente dónde se te cayó? Dentro de mi casa – indicó
la anciana.
¿Te has vuelto loca? Si
la aguja se te ha caído dentro de tu casa, ¿porqué la buscas aquí fuera? – le
dijeron. «Porque aquí hay luz, pero dentro de la casa no, resolvió ella.»
Este cuento budistas
nos recuerda que muchas veces, por comodidad, buscamos en el exterior lo que
reside en nuestro interior. ¿Por qué buscamos la felicidad fuera de nosotros?
¿Acaso la hemos perdido allí?
SER AHORA
No somos los mismos
Nadie como Buda
desarrolló la benevolencia y la compasión en su época. Entre sus primos, se
encontraba un malvado, que siempre se encontraba celoso del maestro y empeñado
en dejarlo en mal lugar, incluso dispuesto a asesinarlo.
Un día que Buda estaba
paseando tranquilamente, su primo le arrojó una pesada roca desde la cima de
una colina. La roca cayó al lado del Buda y su primo no consiguió terminar con
su vida. Buda, aun dándose cuenta de lo sucedido, permaneció impasible, sin ni
siquiera perder la sonrisa.
Días después, Buda se
cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, preguntó: «¿No
estás enfadado?» «No, claro que no», aseguró Buda.
Sin salir de su
asombro, su primo inquirió: «¿Por qué?» Y Buda aseguró: «Porque ni tú eres ya
el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando fue arrojada».
Este cuento budistas
nos enseña que para el que sabe ver, todo es transitorio; para el que sabe
amar, todo es perdonable.
LA CONCIENCIA
Tener la conciencia
tranquila.
Un día dijo un maestro
a sus discípulos: «Soy pobre y débil, pero vosotros tenéis la fuerza de la
juventud, y yo os enseño. Por lo tanto, es vuestro deber reunir el dinero que
necesito para vivir».
Sus discípulos le
preguntaron:
―Maestro, ¿cómo podemos
hacer lo que pide de nosotros? Las gentes de esta ciudad son tan poco generosas
que nuestro ruego sería inútil.
―Hijos míos –les
contestó–, existe una forma de conseguir dinero, no pidiéndolo, sino
cogiéndolo. En este caso, robar no sería pecado, ya que merecemos más que otros
el dinero. Yo lo haría, pero me temo que soy demasiado viejo y débil.
―Nosotros somos jóvenes
–dijo uno de los aprendices– y podemos hacerlo. No hay nada que no hiciéramos
por usted, querido maestro. Tan solo tiene que indicarnos cómo hacerlo y
nosotros cumpliremos nuestro voto de obediencia.
―Sois jóvenes y es
sencillo para vosotros, que sois varios, apropiaros de la bolsa de algún hombre
rico. Así debéis hacerlo: escoged algún lugar tranquilo, aseguraos de que nadie
os vea, y luego agarrad a un transeúnte y tomad su dinero. Eso sí, no lo
lastiméis.
Todos los discípulos
partieron a cumplir lo ordenado, pero se pararon al ver que uno permanecía
quieto, callado.
El maestro miró a ese
joven discípulo y dijo:
―Mis otros discípulos
son valientes y desean demostrarme su amor. A ti, en cambio, poco te preocupa
que tu maestro sufra.
―Perdóneme, maestro
–contestó–, pero el plan que usted ha trazado me parece irrealizable. Este es
el motivo de mi silencio.
―¿Por qué es
irrealizable?
―Porque no existe tal
lugar en el que nadie nos vea. Aun estando yo solo, mi Yo me veo. Antes cogería
un plato e iría a mendigar que permitir que mi Yo me vea robando.
Tras oír estas
palabras, el rostro del maestro se iluminó de gozo. Abrazó al joven y le dijo:
«Me doy por dichoso si uno solo de mis discípulos ha comprendido mis palabras».
Sus otros aprendices,
al entender que su maestro les había puesto a prueba, bajaron la cabeza
avergonzados. Y desde aquel día, siempre que un pensamiento indigno acudía a su
mente, lo expulsaban recordando las palabras de su compañero: «Mi yo me ve».
Así llegaron a ser
grandes hombres, y todos ellos vivieron felices por siempre.
«No creáis nada por el
simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen; creedlo después de
someterlo al dictamen de la razón y a la voz de la conciencia.»
Buda
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