Hace poco tuve el
privilegio de admirar las pinturas de un paciente con la rigidez y el temblor
de la enfermedad de Parkinson. No pude menos que reflexionar sobre el sentido de
la enfermedad. Él es uno de esos pacientes excepcionales que descubrió, con otro
modo de ver la enfermedad, un modo nuevo de sentir la vida. ¿Cómo pudo lograr
que el temblor no perturbara los delicados trazos de las ideas que se revisten
de color en la imaginación para precipitarse sobre el lienzo?
Consiguió que el
Parkinson no sólo no fuera todo lo incapacitante que normalmente es, lo
convirtió en un reto de superación para mantenerse en el instante, ese
espacio-tiempo misterioso donde nace todo movimiento. El artista más auténtico
brotó del fondo del ser, y, a pesar de la prisión del cuerpo, hoy tiene el
éxito que antes de los incómodos temblores del Parkinson no conseguía.
¿Qué cambió? No fueron
sus manos, aunque ahora ya las podía controlar. Ni sus colores ni sus lienzos,
ni sus técnicas cambiaron. Algo nuevo fluía por sus manos desde el corazón y la
mente. Momentos de intensa conexión, y de alegría incondicional. La fluidez.
Cuando dejó de luchar, sus manos se refugiaron en el amor. Dejó de pelearse
contra la enfermedad y pudo utilizar toda la energía creativa para revelar la
belleza de su océano interior. Es la conciencia intensa del momento lo que fluye
en su inspiración creadora.
Trasladémonos a otro
escenario. El de una cárcel de una capital suramericana atestada de reclusos.
En los últimos años grupos de voluntarios entrenados les han enseñado el arte
de cultivar la salud con sus manos. Ahora muchos internos reciben los cuidados
de Manos. Enseñan a otros reclusos el empleo de sus manos para sanar. Se
abrazan. Cambian la cultura de relaciones al interior del penal. Se liberan. Es
verdad que aún en prisión podemos encontrar lo mejor de nuestro potencial
humano y ser libres. Algunos están condenados a cadena perpetua, pero sentí al
final de una charla, a la que fui invitado en esa prisión, su abrazo liberador.
Me pregunté cómo es posible
sonreír, abrazar, cuidar de otros cuando todo el provenir de tu vida está en
prisión. Comprendí que en presente, sin la prisión de las culpas del pasado,
uno puede ser libre. Y también que el futuro puede ser una prisión espantosa si
no nos deja sentir y disfrutar la profundidad del presente. A lo mejor hoy
ellos son más libres en su prisión que muchos de los que vamos encadenados por
la vida a nuestros condicionamientos y expectativas. Invitémonos ahora al
recinto de algunos hospitales públicos de Latinoamérica en los que hoy médicos,
enfermeras, psicólogos, fisioterapeutas y otros trabajadores de la salud, se
mezclan con grupos de voluntarios para ayudar a sus pacientes con las manos.
Emplean técnicas para impedir el escape de energía, para fortalecer la red
sutil del campo que rodea e interpenetra el paciente, para armonizar a través
de movimientos coordinados los centros de energía que regulan las glándulas
endocrinas. Todos parecen felices. Los enfermos están contentos. Los
administradores hospitalarios también parecen satisfechos.
¡Qué sanadora es esa
energía de la alegría que da el servir, sentirse útiles, cuidar y sentirse
cuidados! Sólo si todos estuviéramos contentos con lo que hacemos ya tendríamos
mejores resultados. Ahora los sistemas de salud pueden disponer de otro tipo de
herramientas. Podríamos tal vez amainar los efectos secundarios; a lo mejor
tantos sedantes, analgésicos y antiinflamatorios serían innecesarios. Costos
biológicos y económicos serían reducidos, y podríamos emplear recursos, que hoy
usamos para combatir la enfermedad, en promover la salud. Podríamos ayudar a
mucha gente en la autogestión de su energía, sus relaciones y su vida.
¡QUÉ SANADORA ES LA
ENERGÍA DE LA ALEGRÍA QUE DA EL SERVIR, SENTIRSE ÚTILES, CUIDAR Y SENTIRSE
CUIDADOS!
Seguimos nuestra
excursión por los territorios a los que se proyecta el servicio social de
manos. Son guarderías en Chile. Las maestras enseñan a los niños a respirar con
el movimiento de las manos. Se me antoja una danza ritual, todos con sus manos
tiernas y su sonrisa inocente parecen gozar, entregados al movimiento armónico.
Se mueven al unísono como en una danza, mueven sus deditos asociándolos a los
cinco elementos. Luego lo practican con los compañeros. Cierran los ojos cuando
reciben la energía como una caricia. Disfrutan. La practican con sus padres y
hermanitos. Algunos padres hablan de cómo sus pequeños hijos les han ayudado a
relajarse y a aliviar sus dolores. Todos podemos sanar, también los ancianos y
los niños. La salud es de todos, fluye por todos nosotros, como si al
abandonarnos, pudiéramos todos liberar su potencial sanador. Al parecer sólo se
necesita buena voluntad, lo demás es lo que la vida sabe hacer: recrear la vida
y allí donde se necesita.
LA NEUROCIENCIA
AFECTIVA NOS EXPLICA ALGUNAS DE LAS PROPIEDADES ENERGÉTICAS Y FISIOLÓGICAS
INDUCIDAS POR LA COMPASIÓN
No hay límites de edad.
Pasemos por algunas residencias para la tercera edad en países europeos y
latinoamericanos. Los ancianos esperan el día en que los voluntarios de Manos
llegan como si fuera fiesta. Lo disfrutan, y los funcionarios de la institución
dicen que están mejor. Muchos de ellos ahora quieren que el grupo también les
ayude a sanar y relajarse con los procedimientos de Manos. Los ancianos dicen
sentirse mejor, como si hubieran recibido “un chute de energía”, ha cambiado su
mirada, están más contentos. Participan y aprenden, la idea es que lo puedan
hacer por sí mismos, que reconozcan su propio potencial sanador.
Un ánimo nuevo parece
animar las guarderías, las cárceles, los geriátricos, las escuelas, los
hospitales, los centros para adictos y los grupos de servicio que practican
manos. Cuando más allá de teorías y discursos se elevan los niveles de energía,
y así se restaura la esperanza, se van desatando pequeñas epidemias de alegría.
Es como si el cuerpo se conectara al alma.
Así, de la mano de
grupos entrenados de voluntarios, llega Manos. No es una técnica para
reemplazar a nadie, no se practica como una alternativa, no compite con ninguno
de los métodos empleados y recomendados por el sistema médico. Sirve, pone el
amor en movimiento, amaina los dolores del cuerpo y del alma. Humaniza.
LAS MANOS Y EL
POTENCIAL HUMANO
Cuando hablamos del
potencial humano imaginamos algo así como nuestras habilidades psíquicas
latentes. Pero este potencial tiene que ver también con energías emitidas que
se pueden medir en determinadas condiciones. Todos los seres vivos están
rodeados por un campo de energía portador de información. Estos potenciales se
pueden registrar a una distancia considerable del cuerpo. En un experimento
clásico sobre una técnica conocida como el toque terapéutico sin contacto, se
registran descargas puntuales de potencial cuyo voltaje es centenares de miles
de veces superior al de los potenciales biológicos conocidos. Las manos de
personas que, experimentando un sentimiento de amor incondicional, logran
alcanzar un estado de coherencia cardíaca, pueden producir efectos constatables
sobre el ADN in vitro. Esta coherencia que refleja la variabilidad de la
frecuencia cardíaca, y se puede monitorear, es inducida por un sentimiento de
amor incondicional: la compasión. Hoy la neurociencia afectiva nos explica
algunas de las propiedades energéticas y fisiológicas inducidas por la
compasión.
Ya no podemos tapar el
sol con las manos: como si al alcance de nuestras manos tuviéramos el potencial
del cielo para sanarnos, hoy podemos servir, cuidar, relajar, enjugar las
lágrimas, amainar el dolor y armonizar la energía a través de nuestras manos.
Dr. Jorge I. Carvajal
Posada
Fuente: Asociacion Internacional Sintergetica
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