El
Espíritu tiene una torre inexpugnable a la cual no puede alterar peligro
alguno, siempre y cuando la torre esté guardada por el invisible Protector que
actúa inconscientemente, y cuyos actos se desvían cuando se hacen deliberados, reflexivos
e intencionales. La inconciencia y total sinceridad del Tao se ven alteradas
por cualquier esfuerzo de demostración de autoconciencia. Todas esas
demostraciones son mentiras. Cuando uno se exhibe de tan ambigua manera, el
mundo exterior entra en tromba y lo aprisiona. Ya no está protegido por la
sinceridad del Tao. Cada nuevo acto es un nuevo fracaso. Si sus actos son
realizados en público, a plena luz del día, será castigados por los espíritus.
¡Qué cada cual comprenda el significado de la sinceridad y se guarde de
exhibirse! Ése estará en paz con los hombres y los espíritus, y actuará
correctamente, sin ser visto, en su propia soledad, en la torre de su espíritu.
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