Cuando
un arquero dispara porque sí, está en posesión de toda su habilidad. Si está
disparando por ganar una hebilla de bronce, ya está nervioso. Si el premio es
de oro, se ciega o ve dos blancos... ¡Ha perdido la cabeza! Su habilidad no ha
variado. Pero el premio lo divide. Está preocupado. Piensa más en vencer que en
disparar... Y la necesidad de ganar le quita poder.
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