La Tierra me enseña quietud, de la hierba ante cada rayo de Luz. Así puedo escuchar el susurro de mi corazón.
La Tierra me enseña el sufrimiento de la memoria en antiguas piedras .Así aprendo que elegimos el dolor, para perdonar y ser libres.
La Tierra me enseña la humildad de un capullo en su comienzo. Así aprendo a ser paciente con todas las cosas, especialmente, conmigo mismo.
La Tierra me enseña a cuidar, como la madre natura a sus hijos. Así puedo desarrollar compasión por todos los seres.
A Tierra me enseña el valor, como el del árbol que permanece solo. Así puedo conocer lo que es la fortaleza interior.
La Tierra me enseña los límites de una hormiga solitaria. Eso me lleva a descubrir el gran poder de Unificarnos.
La Tierra me enseña la libertad del águila que sobrevuela el cielo. Así puedo saber lo que se siente seguir a mi corazón.
La Tierra me enseña la aceptación de las hojas que mueren cada otoño. Entonces aprendo a permitir y aceptar agradecidamente el flujo natural de las cosas.
La Terra me enseña la renovación, a través de cada semilla que brota en la primavera. Así puedo experimentar nuevos comienzos, cuando emerjo con nuevas ideas y creaciones.
La Tierra me enseña a olvidarme de mí mismo, como los copos de nieve se olvidan de su vida disolviéndose. Así, puedo recordar el propósito mayor de mi existencia.
La Tierra me enseña a recordar la bondad…a través de los secos campos regados por la lluvia. Así, puedo practicar la bondad cada día.
A medida que nosotros comenzamos a reconocer a la Tierra y sus reinos…nos damos cuenta de que ellos están aquí para sustentarnos en la senda hacia en Gran Misterio.
Fuente: Inter Ser
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