Biologia de
la creencia -
Prefacio del libro
«Si pudieras
ser cualquier otra persona, ¿quién serías?».
Yo solía
pasar una extraordinaria cantidad de tiempo haciéndome esa pregunta. Estaba
obsesionado con la idea de cambiar mi identidad, porque deseaba ser cualquiera
menos yo. Había tenido bastante éxito como biólogo celular y como profesor en
la facultad de medicina, pero eso no compensaba el hecho de que mi vida
personal podía calificarse, en el mejor de los casos, como desastrosa. Cuanto más
intentaba encontrar la felicidad y la satisfacción, más insatisfactoria e infeliz
era mi vida. En mis momentos más introspectivos, me daban ganas de rendirme a
esa vida de infelicidad. Llegué a la conclusión de que el destino me había dado
malas cartas y que lo único que podía hacer era jugadas lo mejor posible. Una
víctima de la vida. «Qué será, será ... ».
Mi postura
deprimida y fatalista cambiÓ en un instante en el otoño de 1985. Había
renunciado al puesto fijo que tenía en la Facultad de Medicina de la Universidad
de Wisconsin y trabajaba de profesor en una facultad de medicina del Caribe.
Puesto que dicha facultad estaba muy lejos de la corriente académica principal,
mis ideas comenzaron a liberarse de los rígidos límites de las creencias vigentes
en las instituciones convencionales. Lejos de esas torres de marfil, aislado en
una isla esmeralda situada en mitad del mar celeste del Caribe experimenté una
epifanía científica que hizo añicos mis creen cias acerca de la naturaleza de
la vida.
Ese momento
crucial de cambio tuvo lugar mientras revisaba la investigación sobre los
mecanismos que controlan la fisiología y el comportamiento celular. De pronto
me di cuenta de que la vida de una célula está regida por el entorno físico y
energético, y no por sus genes. Los genes no son más que «planos) molecu1ares
utilizados para la construcción de células, tejidos) órganos. Es el entorno el
que actúa como el «contratista» que lee e interpreta esos planos genéticos y, a
fin de cuentas, como el responsable último del carácter de la vida de una
célula. E: la «percepción» del entorno de la célula individual, y no sus genes,
lo que pone en marcha el mecanismo de la vida.
Como biólogo
celular, sabía que esa idea tendría importantes repercusiones en mi vida y en
la vida de todos los seres humanos. Era muy consciente de que cada ser humano
esté compuesto por unos cincuenta billones de células. Había consagrado mi vida
profesional a estudiar seriamente las célula: individuales, porque, al igual
que ahora, entonces también sabía que cuanto mejor comprendamos una célula,
mejor lograremos a entender la comunidad celular que conforma el cuerpo humano.
Sabía que si las células individuales se regulan en función de su percepción
del entorno, lo mismo ocurriría con los seres humanos, formados asimismo por
billones d. células. Al igual que en las células aisladas, el carácter de
nuestra existencia se ve determinado no por nuestros genes, sino por nuestra
respuesta a las señales ambientales que impulsa! la vida.
Por un lado,
esa nueva visión de la naturaleza de la vida fue toda una conmoción, ya que
durante aproximadamente. dos décadas había estado inculcando el dogma central
de la biología -la creencia de que la vida está controlada por los genes- en
las mentes de mis alumnos de medicina. Por otro lado, me daba la sensación de
que ese nuevo concepto no me resultaba del todo nuevo. Siempre había albergado
molestas dudas sobre el determinismo genético. Algunas de esas dudas provenían de
los dieciocho años que había trabajado en una investigación subvencionada por
el gobierno sobre la clonación de células madre.
Aunque fue
preciso pasar una temporada lejos del entorno académico tradicional para que me
diera plena cuenta de ello, mi investigación ofrece una prueba irrefutable de
que los preciados dogmas de la biología con respecto al determinismo genético
albergan importantes fallos.
Mi nueva
visión de la naturaleza de la vida no sólo corroboraba el resultado de la
investigación, sino que también, como comprendí muy pronto, refutaba otra de las
creencias de la ciencia tradicional que les había estado enseñando a mis alumnos:
la creencia de que la medicina alopática es la única clase de medicina que merece
consideración en una facultad de medicina. El hecho de reconocer por fin la
importancia del entorno energético me proporcionó una base para la ciencia y la
filosofía de las medicinas alternativas, para la sabiduría espiritual de las creencias
(tanto modernas como antiguas) y para la medicina alopática.
A título
personal, supe que aquel instante de inspiración me había dejado pasmado
porque, hasta ese momento, había creído erróneamente que estaba destinado a
llevar una vida de espectaculares fracasos personales. Es obvio que los seres
humanos poseen una gran capacidad para aferrarse a las falsas creencias con
fanatismo y tenacidad, y los científicos racionalistas no son ninguna
excepción. El hecho de que nuestro avanzado sistema nervioso esté comandado por
un cerebro enorme significa que nuestra conciencia es más complicada que la de
una célula individual. Las extraordinarias mentes humanas pueden elegir
distintas formas de percibir el entorno, a diferencia de las células individuales,
cuya percepción es más refleja.
Me sentí
rebosante de alegría al darme cuenta de que podíacambiar el curso de mi vida
mediante el simple hecho de cambiar mis creencias. Me sentí revigorizado de
inmediato, ya que comprendí que allí había un sendero científico que podría
alejarme de mi eterna posición de «víctima» para darme un puesto como
«cocreador» de mi destino.
Han pasado
veinte años desde aquella mágica noche caribeña en la que mi vida sufrió un
cambio crucial. Durante esos años, las investigaciones biológicas han corroborado
una y otra vez lo que yo comprendí aquella madrugada en el Caribe. Estamos
viviendo una época apasionante, ya que la ciencia está a punto de desintegrar
los viejos mitos y de reescribir una creencia básica de la civilización humana.
La creencia de que no somos más que frágiles máquinas bioquímicas controladas
por genes está dando paso a la comprensión de que somos los poderosos artífices
de nuestras propias vidas y del mundo en el que vivimos.
Me he pasado
dos décadas transmitiendo esta revolucionaria información científica a los
millares de personas que han asistido a mis conferencias por todo Estados
Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. La respuesta de la gente que, como
yo, ha utilizado este conocimiento para reescribir el guión de su vida, me ha
brindado muchas alegrías y satisfacciones. Como todos sabemos, el conocimiento
es poder y, en consecuencia, el conocimiento de uno mismo supone una mayor
capacidad de actuación.
Ahora te
ofrezco esta importante información en La biología de la creencia. Espero de
todo corazón que seas capaz de comprender cuántas de las creencias que impulsan
tu vida son falsas y autolimitadas, y que te sientas motivado a cambiar dichas
creencias. Puedes recuperar el control de tu vida y encaminarte hacia una
existencia sana y feliz.
Esta
información es poderosa.
Sé que lo
es. La vida que me he forjado utilizándola es mucho más plena y satisfactoria,
y ya no me pregunto a mí mismo: «Si pudieras ser cualquier otra persona, ¿quién
serías?». Porque ahora la respuesta es obvia, ¡quiero ser yo!
Bruce Lipton
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