Nuestro
objetivo esencial en la vida es ser felices. Todo lo que decimos, hacemos y
pensamos es para lograr ese propósito. La felicidad tendremos que alcanzarla, y
después mantenerla, con aquellas circunstancias que condicionan nuestra vida.
Nosotros no podemos cambiar muchos aspectos de nuestra realidad, como la
estructura general del cuerpo, la clase de educación que recibimos, nuestro
nivel de inteligencia, si tenemos una dolencia crónica, cómo han sido nuestros padres…
Con todo ello tendremos que ser felices.
(Con
la palabra Vida, con mayúsculas, nos referimos a la manifestación de la
Conciencia Creadora o Ser Supremo, o sea, a todo lo que existe, todo lo que es.
Cuando hablamos de vida, con minúsculas, hacemos referencia a la vida
individual de una persona).
¿Qué
cualidades deberíamos desarrollar para alcanzar la felicidad? Veámoslas:
1ª) Vivir en estado de calma y paz
interior. El estar alterado es incompatible con sentirse bien y ser feliz. Todo
lo que nos acerque a la paz interior, ayuda a que seamos felices, y todo lo que
altere esa paz nos aleja de la felicidad.
2ª) Capacidad de aceptación. Aceptar lo
que la Vida nos presenta a nosotros y a los nuestros, y aceptar el modo de ser
de los demás, especialmente de las personas con las que nos relacionamos.
3ª) Estar en paz con nuestro pasado. Lo
hicimos lo mejor que supimos y pudimos. Así lo hicieron también los seres que
entonces se relacionaron con nosotros, padres, familia, profesores, amigos…
4ª) A nivel emocional, depender cada vez
menos de lo exterior. Lo que está fuera de nosotros escapa a nuestro control.
Cuanta menos dependencia tengamos de ello, mayor será nuestra armonía interior.
Esta
lista se podría hacer muy larga y entonces, abrumados, nos preguntaríamos: ¿De
verdad tengo que desarrollar tantas cualidades para ser feliz? Pero por suerte
para nosotros podemos ser felices, plenamente felices, desarrollando una única
cualidad: “Reconocer que no sabemos y abrirnos a confiar en la Vida”. No
sabemos por qué las cosas suceden a veces de una manera dolorosa y caótica, y
no con felicidad y armonía. Tampoco sabemos por qué hay personas que hacen daño
a otras, a la Naturaleza, a los animales, a si mismas. ¿Y nosotros…? ¿Por qué
en ocasiones ofendemos a otras personas? ¿Por qué sentimos miedo o envidia?
¡Hay tanto que no sabemos!
Cuando
una persona reconoce que no sabe y confía que le sucede siempre lo mejor, en
ella se produce un cambio. Y no un simple cambio, sino el gran cambio. De modo natural
comienza a experimentar una paz profunda, que nace al sentir que la Vida le ama
y le entrega lo mejor. Va entendiendo que todo lo que vive ahora y vivió en el
pasado es lo mejor y más perfecto para ella. Sabe que la Vida, infinito Amor y
Sabiduría, le ofrece siempre lo que más le ayuda en su proceso evolutivo.
Al
aceptar que no sabemos dejamos de juzgar, de quejarnos, de rechazar, y
permitimos que la Vida se exprese, aunque a veces lo haga de un modo que nos
causa dolor. Pero si perseveramos en no juzgar y en reconocer que no sabemos,
nuestra relación con la Vida cambia. Llegará un momento en el que
comprenderemos el motivo de una experiencia dolorosa que vivimos, y entonces
sabremos la utilidad que tiene en nuestra vida. En otro momento sentiremos la
razón que hay tras esa catástrofe que afecta a tantos seres, o por qué una
persona actúa de modo egoísta, o… Todo se nos irá manifestando en su propósito
final. Pero para ello hemos de derribar la barrera que ponemos entre nosotros y
la Vida. Hemos de permitir, sin juicio, sin queja, sin rechazo que la Vida se
exprese.
¿Esta
relación con la Vida es fácil de lograr? No es ni fácil ni difícil. Se trata de
un proceso en el que vamos dando los pasos al ritmo que podemos. Un día
escucharemos a un amigo sin juzgarle mentalmente; otro día saldremos a pasear
observando a las otras personas, como visten, como se comportan, las formas de
su cuerpo; otro más nuestro esfuerzo será no quejarnos de esa molestia física
que sentimos…, todo ello sin ningún juicio por nuestra parte. Y entonces esa
barrera de quejas, juicios y rechazos que poníamos entre la Vida y nosotros
comienza a desaparecer, al tiempo que nos vamos sintiendo uno con la Vida. Y es
entonces cuando la Vida nos muestra su sentido, su razón, su perfección.
Antes
no podíamos ver esa perfección porque todo lo calificábamos desde nuestra mente
y nuestra personalidad, pero ahora miramos la Vida con ojos puros de niño, con
actitud de aprendiz. A cada momento le decimos a la Vida: “Yo sé que no sé y
que tú si sabes. Enséñame.” Y la Vida,
como un maestro sabio y amoroso, nos enseña. Y nos enseña algo muy singular y
bello: que Ella y nosotros somos lo mismo.
Para
poder desarrolla esta nueva relación con la Vida hemos de elevar nuestro nivel
de Conciencia, ya que ser alumno de la Vida supone vibrar en un elevado nivel
de Conciencia. Veamos un par de ejemplos
que nos aclaran esto: una persona se siente traicionada por un buen amigo. En
el nivel de Conciencia en el que muchos vivimos normalmente, a esa persona le
llevará un tiempo perdonar al amigo. En un nivel superior de Conciencia, como
intuye que todo lo que la Vida le presenta es lo mejor para su proceso
evolutivo, el plazo de tiempo que necesitará para aceptar y perdonar al amigo
será más corto, y además lo vivirá con menor sufrimiento. Más aún, llegará un
momento en el que ni siquiera sentirá que debe perdonar.
En
niveles elevados de Conciencia comprendemos que no tenemos que perdonar a
nadie. Sabemos que las personas y las situaciones que vivimos, son medios a través
de los cuales la Vida nos presenta experiencias para nuestro crecimiento
evolutivo.
Otro
ejemplo: tras una enfermedad, a una persona le quedan unas secuelas que le
obligan a renunciar a cosas que desea profundamente como poder viajar, realizar
determinadas actividades o tomar sus alimentos favoritos. Con el transcurso del
tiempo todo esto se va aceptando en mayor o menor grado, pero quizás han de
transcurrir meses o años, y entretanto esa persona se siente frustrada e
infeliz.
¿Cómo
viviría esta misma experiencia en un nivel superior de Conciencia? En ese nivel
sabe que lo que vivía como una limitación en el nivel anterior, aquí es una
oportunidad para desarrollar alguna cualidad que le hará sentirse
auténticamente feliz. ¿Podrá quejarse entonces si comprende y siente que la
Vida, Amor infinito, le entrega lo mejor para que pueda alcanzar su plenitud?
¿Qué
podemos hacer para abrirnos a confiar que la Vida nos ama y nos entrega siempre
lo mejor? En nuestro interior ya somos plena confianza en la Vida, y para poder
sentirla hemos de suprimir los obstáculos que nos lo impiden. El primero y más
importante de estos obstáculos es creer que sabemos, pues entonces no nos
abriremos a conocernos, ni a conocer a los demás, ni tampoco a la Vida. En ese
caso permanecemos anclados en un mismo nivel de Conciencia.
¿Y
si por el contrario admitimos la posibilidad de que sabemos solo parcialmente,
y nos abrimos a aprender más? Podremos desarrollar un nuevo hábito de relación
con los demás, con nosotros mismos y con la propia Vida: escuchar sin juicio y
sin necesidad de interrumpir ni de querer ser más que el otro; pasear por los
lugares de siempre y descubrir nuevos matices, que todo es más bello, puro y
auténtico al no juzgarlo; reconocernos y amarnos como somos en estos momentos,
maravillándonos de nuestros esfuerzos para ser mejores personas; observar las
múltiples manifestaciones de la Vida, todas ellas singulares, únicas, sin
sentir la necesidad de entenderlas…
De
este modo llegará un momento en el que nosotros mismos, las demás personas y la
propia Vida se nos manifestarán en su esencia, tal cual son, pues ya no ponemos
barreras ni filtros entre lo que es y nosotros. Esos filtros y barreras son
nuestros deseos, intereses, miedos, esquemas rígidos de pensamiento, es decir,
todo lo que constituye nuestra personalidad.
Vivamos
cada día con una nueva disposición, con un nuevo compromiso: abrir nuestra
mente y nuestro corazón a todo lo que la Vida nos presenta. Este es el modo de
ser feliz, más allá de que algo no lo entendamos o no lo deseemos. Para ello
recordamos que la Vida es nuestra aliada y amiga. ¡Más aún, la Vida somos
nosotros mismos en nuestro más elevado nivel de Conciencia!
Autor:
Juanjo
Fuente:
Portal de Conciencia
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