Podemos
llamarle de muchas formas: la senda del espíritu, la vía hacia el ser, el viaje
a los adentros, el trabajo transformativo, o como fuere, pero al fin y al cabo
es lo mismo: una inquietud por mejorarse, hallar un Sentido, alcanzar estados
más luminosos de consciencia y conectar con lo más hondo de uno mismo. Cada día
en mayor número que hay personas que aspiran al despertar interior, a
completarse a sí mismas, a servirse de las situaciones vitales como un
ejercitamiento para el progreso interior. Más allá de si la vida tiene un
sentido último o no, cada uno le puede dar su sentido a cada momento que vive,
tratando de armonizarse y humanizarse, en un encomiable intento por eliminar
los velos de la mente, nacidos de la ignorancia básica de la misma, y poder
desarrollar claridad mental y compasión. Entonces la vida en sí misma adquiere
un propósito y la meta, aunque a veces no se llegue a ella, consiste en
transformar las actitudes nocivas e insanas en actitudes equilibradas y sanas.
Una
disciplina espiritual, cualesquiera que sea, pretende superar la ofuscación de
la mente y liberarla de avaricia y odio, para que así pueda ir brotando lo
mejor de la misma. La meditación es, por excelencia, un método para sanear y
embellecer la mente, y así nos hacemos una magnífica contribución a nosotros
mismos y a los demás. Mediante la meditación se va abriendo poco a poco un
canal de luz en la espesura de la mente, para poder ver las cosas como son y
poder conectar con la Realidad tras las apariencias.
El camino
interior está sembrado de dudas y obstáculos, pero la recta motivación le
permiten al buscador ir encontrando el modo de seguir avanzando hacia su
centro. Aunque muy lentamente, cada día es mayor el número de personas
interesadas por la búsqueda espiritual y que perciben que la dicha y la paz no
pueden hallarse en el exterior, sino en el propio hogar interno. Lo que más se
aproxima a la dicha es el verdadero sosiego y por eso una antigua enseñanza
reza: “No hay nada que pague un instante de paz”. Mediante la práctica de la
meditación vamos disipando los velos de la mente o ignorancia básica de la
mente y pudiendo conectar con la sabiduría que reside en lo más profundo de la
misma. La meditación es el arte de parar, desconectar de lo exterior y conectar
con uno mismo.
En el
silencio de la mente es posible escuchar la voz de nuestro yo más profundo, a
menudo sofocada por el incesante charloteo mental. Cuando el pensamiento
comienza a detenerse, se manifiesta la luz del ser. La meditación es la
herramienta preciosa para poder llevar a cabo el viaje a los adentros y hacer
posible aquello de “nada para afuera, todo para adentro”, en el sentido de que
solo en la medida en que uno supera la ofuscación , la avairica y el odio, es
posible hallar ese remanso de paz que se convierte en el regalo más precioso.
En la
medida en que uno va realizando el trabajo interior y consiguiendo liberar la
mente de sus tendencias insanas, trabas y autoengaños, van surgiendo las que
podríamos denominar “mentes de sabiduría”, entre otras las que a continuación
detallo:
La mente
rayo: Es la que comprende con gran prontitud, no nolo analíticamente, sino
intuitivamente. Es la mente alerta, perspicaz, que capta al instante y conduce
a la acción diestra. Es muy rápida en percibir y elaborar y no se enreda con
las apariencias, sino que penetra hasta el fondo mismo de las cosas y los
fenómenos. Su característica, pues, es la rapidez de captación.
La mente
adamantina: Es la mente del diamante, lúcida y resistente, transparente y
clara, que conlleva la conscinecia imperturbada y sagaz. La asidua práctica de
la meditación y el cultivo metódico de la atención van desplegando esta mente,
capaz de engendrar estados de lucidez y comprensión clara. Es resistente a los
obstáculos del exterior y las influencias nocivas. Su caraterística es la
lucidez.
La mente
río: Es la mente que fluye, permea, es elástica, sabe encontrar los puntos de
menos resistencia, como el riachuelo. Evita los confictos y tensiones inutiles,
y asi se despliega armónicamente. Su caracterísitca es la fluidez.
La mente
lirio: Es la mente dúctil y flexible como el lirio, que gracias a ello se
pliega sobre el suelo cuando llega el vendaval y así no se quiebra, para luego
incorporarse en todo su esplendor. Es la mente que sabe relativizar y no se
extravía en la fricción ni se deja arrastrar por la aversión. Su característica
es la flexibiliad.
La mente
montaña: Es la mente inmutable, estable, firme como una montaña, paciente y
vigorosa. Su característica es la ecuanimidad.
Mediante
la práctica de la meditación tratamos de convertir la mente enemiga en mente
aliada, pues como reza el antiguo adagio: “La mente es una buena sierva, pero
muy mala ama”.
Ramiro
Calle
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