Muchas veces la intimidad es vista como el acto a través del
cual dos personas entran en contacto íntimo, con una connotación netamente
física, y en este contexto el desnudarse solo responde al hecho de despojarse
de las vestimentas… Sin embargo solo aquel que ha sido capaz de abrir su alma
ante otro entiende la profundidad y el sentido de desnudarse.
Cuando abrimos nuestro ser, más allá de lo físico, ante otra
persona es cuando realmente sentimos la confianza, el afecto, la comodidad y la
necesidad de descubrirnos tal cual somos, quizás con timidez, quizás con miedo
de que lo que estamos mostrando no sea del total agrado o genere rechazo en esa
persona que hemos escogido para mostrarnos más allá de lo evidente.
Despojarnos del ego, que nos aporta esa aparente seguridad,
que nos hace sentirnos diferentes, en algunas casos inferiores o superiores,
que nos hace temer la poca aceptación, despojarnos de todo aquello con lo que
normalmente nos identificamos, es una barrera que no todo el mundo logra
superar, solo aquellos que entran en conexiones especial tendrán la dicha de
ver al otro desnudo a través de los ojos de su alma.
Algunas veces sentimos muchas ganas de mostrar esa esencia que
supera lo básico y lo evidente, pero la otra persona sencillamente no se
muestra receptiva ante esa entrega, con lo cual está demostrando demasiada
identificación con su ego o muy poco interés en conocer lo que realmente puede
definirnos.
En el amor, en el amor verdadero, no al que la mayoría está
acostumbrado, existe la necesidad de conexión más allá de lo físico, existe la
nobleza de mirar los defectos del otro desde el afecto, como cuando vemos a un
pequeño tropezar aprendiendo a caminar. La compasión, la solidaridad, la
capacidad de perdonar y de ver y apreciar la integración de almas que han
venido a aportarse una a la otra, que han venido a nutrirse, sobrepasa
cualquier limitación proveniente de la mente.
Definitivamente las personas tienen que reconocer su esencia
antes de poder proyectarla a alguien más, quien no se entienda a sí mismo,
quien no se reconoce más allá de lo que sus ojos pueden ver y su mente pueda
pensar, estará limitado al momento de proyectar algo más allá de lo físico o
recibir algo que no sabe apreciar y mucho menos entender.
Amemos desde nuestra esencia, desde lo profundo, respetando al
otro en sus procesos y dando de nosotros lo mejor, desnudándonos en cuerpo y
alma y haciendo de esa combinación la perfecta.
Sara Tibet
Fuente: Rincon del Tibet
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