Este modo de existir comparándonos
con los demás no sólo nos hace sufrir, sino que es estúpido e ilusorio
Un proverbio dice:
"El pasto siempre es más verde
del otro lado de la barda (seto, vallado o tapia)".
Esta frase describe el estado de
insatisfacción y celo que caracteriza al fenómeno de compararnos.
La comparación es sin duda un veneno
de la mente (puesto que siempre habrá algo más, algo mejor, etc.), y sin
embargo es parte arraigada de la mente analítica que conoce las cosas
comparándolas con otras, diferenciándolas al cotejarlas.
En una larga entrevista publicada en
la revista GQ, el monje budista nacido en Francia pero fincado en Nepal por
décadas, Matthieu Ricard (apodado "el hombre más feliz del mundo"
luego de que un grupo de científicos midiera sus ondas cerebrales meditando),
se atreve a reformular de alguna manera la segunda noble verdad del Buda.
Ricard dice:
"La comparación es la asesina de
la felicidad".
El Buda había enseñado que la causa
del sufrimiento es fundamentalmente el deseo, el deseo en un mundo
impermanente, el deseo que se genera por la percepción dualista, por la ilusión
de la separación.
La comparación nos hace desear lo
otro de una manera que en general es emocionalmente negativa (con celos, enojo,
resentimiento) o suele también producir soberbia (cuando nos comparamos favorablemente).
Al hacer esto, a la vez, nos distrae
del presente, de la verdadera realidad.
Vivimos, al compararnos, en el miedo
y la esperanza, en el pasado y en el futuro. Compararnos nos aleja también de
la compasión, de desear la felicidad de los demás genuinamente.
Se podría argumentar que existe una
cierta comparación positiva, cuando nos damos cuenta de todo lo que tenemos y
vemos que los demás no tienen y entonces deseamos ayudarlos.
Y aunque esto es mucho mejor que
compararnos en el sentido común de desear lo que tiene el otro o
enorgullecernos de lo que tenemos (y cómo somos 'mejores'), de todas maneras
esta no es la motivación correcta de la compasión en el budismo, la cual es
espontánea y sin diferenciación:
se busca ayudar a todos de manera ecuánime,
no categorizando entre mejores y peores (aunque, evidentemente, se busca ser
efectivo, por lo cual es lógico que la ayuda se dirija a las personas
"necesitadas").
Thomas Merton notó esto mismo:
La humildad es la más grande
libertad.
Mientras tengas que defender un yo
imaginario que crees que es importante, pierdes la paz de tu corazón.
Mientras comparas esa sombra con las
sombras de otras personas, pierdes toda alegría, porque has empezado a traficar
irrealidades, y no hay alegría en cosas que no existen.
El punto de Merton es especialmente
incisivo, y es que la mayoría de las veces la comparación trata con fantasmas y
le da importancia a cosas que no sólo no la tienen sino que no existen, son
sólo elucubraciones mentales.
Nos comparamos con otros de maneras
absurdas, como si existiera realmente una definición, alguien que es el más
inteligente, el mejor en esto u otro, y lo hacemos proyectándonos sobre
situaciones que ni siquiera existen: quién será el mejor en ese momento, quién
gustará más si esto pasa, etc.
Incluso nos comparamos seres que
realmente no existen, puesto que comparamos las ideas que tenemos de nosotros
mismos, pero esos "nosotros mismos" no son entidades sólidas, sino
únicamente percepciones fugitivas de lo que somos.
Merton aquí toca una idea fundamental
en el budismo:
"el yo no existe de manera
independiente, por su propia cuenta, así que no hay una entidad que pueda
realmente compararse con otra."
¿A quién vas a comparar, al ser que
eres ahora o al ser que vas a ser en 2 minutos, en 1 hora...?
Nos comparamos porque sentimos
inseguridad en nuestra propia personalidad y así buscamos darle solidez a algo
que no la tiene en esencia, por lo cual, al compararnos y buscar afirmar
nuestro yo por sobre el mundo, estamos condenados a sufrir.
Tomando todo esto en cuenta, es fácil
de entender porqué la comparación nos roba la felicidad y lo hace de una manera
totalmente estúpida. Compararnos genera la ilusión de que la existencia es una
competencia.
Algunas personas creen que
evolutivamente estamos hechos para competir, pero esta teoría ha sido disputada
con ideas como la de la endosimbiosis, que sugieren una evolución cooperativa.
De cualquier manera, el ser humano es
el animal que busca elevarse por encima de los instintos ciegos de la biología.
En lugar de la comparación están,
la colaboración
la comprensión
la compasión
Científicamente, y en algunos
aspectos filosóficamente, el pensamiento analítico-comparativo es útil, pero
esto no necesita llevarse a cabo fuera de un límite muy definido y extrapolarse
a una manera de pensar como modo de existencia.
La comparación divide y cierra el
foco:
"una mente que no se basa en la
comparación es más abierta y tiene la capacidad de unirse con los individuos y
las cosas que observa, justamente al no colocarlos en una balanza, al no
medirlos y no juzgarlos."
El conocimiento directo está libre de
comparaciones y conceptualizaciones.
Esto es lo que perdemos al comparar:
no sólo la felicidad, sino también la sabiduría...
Biblioteca Las Pleades
Fuente: Vientps de Consciencia
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