Nuestros alimentos no constituyen
"una materia informe para ser ingerida, sino una extraordinaria
concentración de historias, tradiciones y culturas diferentes”. Diálogo con
Carlo Petrini, fundador y presidente de la asociación internacional Slow Food.
Fundó y preside Slow Food, asociación
internacional con cien mil miembros en 150 países. Carlo Petrini, sociólogo y
reconocido activista en defensa de la “comida lenta”, acaba de publicar “Comida
y libertad” (editorial Diente de León), donde con un relato grato y vehemente
plantea la complejidad de nuestras elecciones a la hora de comer, junto a
historias en distintos puntos del planeta donde sus habitantes se empoderan
tras tomar el control de sus alimentos.
En el siguiente diálogo con Tú Mismo
expresa, fiel a su estilo que “la comida no es una materia informe para ser
ingerida, sino una extraordinaria concentración de historias, tradiciones y
culturas diferentes”.
La web oficial de Slow Food es
https://www.slowfood.com/
-¿Qué significa ser un gastrónomo?
-Personalmente, creo que ser un
gastrónomo significa reconocer que lo que comemos tiene su propia historia, y
preguntarse qué es eso. Preguntándose de dónde viene un alimento en particular,
cómo llegó a nuestras mesas, cuánta gente le ha permitido vivir y cuántos lo
han manejado con cuidado para permitirnos disfrutarlo.
Entendiendo, en resumen, que una sola
manzana o un plato de pasta contienen en sí mismos un extraordinario corte
transversal de la humanidad.
En fin, ser gastrónomo significa
abarcar el tema de la comida desde un punto de vista holístico y consciente,
tanto en la teoría como en la práctica de nuestras decisiones diarias.
-En el libre mercado, usted afirma
que no somos libres. ¿Cómo nos puede liberar la comida?
-Lo que elegimos comer cada día es un
acto político. Las principales potencias económicas del mundo hablan mucho de
dinero, pero no educan a sus ciudadanos para que reconozcan y comprendan el
valor real de lo que compran, porque probablemente no lo consideran conveniente
para ellos mismos. Y este es precisamente el quid de la cuestión.
Si el tomate que como en el almuerzo
lo compré al mejor precio pero se vincula a la explotación de otros seres
humanos, quiero saberlo. Si mientras estoy comiendo alguien más se muere de
hambre porque no se le paga adecuadamente por su trabajo, quiero saberlo.
Creo que, hoy más que nunca,
necesitamos sacrificar la individualidad en favor de una comunidad mundial más
cohesiva y consciente. Seguir un camino virtuoso, a pesar de que la política
continúa de otras maneras, es una pequeña gran revolución.
-Cuando compramos alimentos, ¿qué
deberíamos saber, o comprender? ¿Por qué no son, o no deberían ser, mercancía?
-La comida que nos gusta en Slow Food
es buena, limpia y justa. Esto significa que debe ser sabroso y saludable para
las personas, producido sin dañar nuestro planeta y vendido a precios justos
para los consumidores, garantizando salarios adecuados para quienes lo
producen.
Tratarlo como una mercancía es no
reconocer que dentro de él hay geografías, tradiciones, culturas y seres
humanos. Eso sería nada menos que una aberración.
-Cuando dice que no se trata de
consumir, sino de “dar un paso más de nuestra animalidad”, ¿a qué se refiere?
-A menudo el hombre ha creído que
tiene una dignidad superior a la de las otras especies que viven en la Tierra.
Ha pensado tener el derecho a destruir los ecosistemas, causar la extinción de
las razas animales y empobrecer la biodiversidad del mundo para satisfacer su
propio egoísmo, sin considerar que, tarde o temprano, hubiera tenido que dar
cuenta de sus actos.
No podemos imaginar un futuro más
sostenible si no entendemos que no es nuestro planeta el que tiene que seguir
nuestros desenfrenados ritmos, sino que somos nosotros los que debemos
habitarlo con más cuidado y conciencia. En ese sentido, tenemos mucho que
aprender de los otros seres vivientes.
-¿Cuál fue su sentimiento cuando el
New York Times dijo que Slow Food era “un movimiento de protesta divertido”?
-Para mí la palabra diversión no debe
entenderse necesariamente en sentido superficial y juguetón. Sin un grupo de
amigos a quien le gustaba pasar el tiempo juntos y disfrutando de lo lindo de
la vida tal vez Slow Food ni siquiera existiría y creo que hay que dar cuenta
de unas cuantas cosas buenas a este movimiento de protesta divertido.
A veces vivir las cuestiones de la
vida con un poco de diversión nos ayuda a tomar riesgos y levantarnos si es que
fallamos. Es más, estoy convencido de que las revoluciones se llevan a cabo con
un espíritu de alegría y no con tristeza o resentimiento.
-¿Qué relación tienen la
contaminación, la malnutrición y el hambre?
-El estilo de vida adoptado en el
mundo occidental y en los estados donde la economía es más próspera tiene, día
tras día, cada vez menos sentido. Para satisfacer los obsesivos ritmos de
producción, de los que ya no somos capaces de liberarnos, seguimos produciendo
mucho más de lo que realmente consumimos. Esta vida rápida, desde el punto de
vista dietético, trae consigo dos problemas principales: por un lado, la
cantidad anormal de alimentos que se desperdician cada año; por otro lado, la
nutrición incorrecta, que en los países ricos se traduce en una obesidad cada
vez más extendida.
Al mismo tiempo, millones de personas
en todo el mundo no tienen acceso diario y garantizado a alimentos de calidad,
y mueren de problemas relacionados con la malnutrición. La mitad del mundo
desperdicia y engorda, mientras que la otra mitad muere de hambre. Creo que
está bastante claro que algo no está bien.
-“Bueno, limpio y justo”. Por favor,
explique estos principios que recuerdan a otros como “bueno, bonito y barato”.
-Bueno, limpio y justo es el lema de
Slow Food que nos acompaña desde hace mucho tiempo y que ha ayudado a difundir
nuestros valores a lo largo del mundo.
Bueno: lo que nos gusta y que es
fuente de placer. Eso depende esencialmente de dos factores principales: el
primero es nuestra percepción sensorial ligada a los aspectos de calidad
organoléptica de la comida (olor, sabor, consistencia…) y el segundo es el
gusto consciente que está influenciado por elementos como nuestra cultura,
nuestra historia, los factores socioeconómicos y la comunidad de la que formamos parte.
Limpio: una forma de entender todas
las distintas etapas de la cadena alimentaria – desde la producción en el campo
hasta el consumo en la mesa- para que no sean dañinas para el medio ambiente,
sino que procedan de una toma de decisiones conscientes.
Justo: que no tiene que ver con
ninguna forma de explotación directa o de los trabajadores y que a la vez sea
respetuoso de las necesidades de los consumidores. Un intercambio no solo
comercial sino humano que ponga en valor la equidad y la solidaridad.
“Comida y libertad”, el último libro
publicado en español de Carlo Petrini.
-¿Cuál es la razón por la cual la
gastronomía debe ser considerada una ciencia, una ciencia de la felicidad? ¿Hay
que integrar el saber popular, tradicional, con el académico?
-La comida debe ser buena. Debe dar
un momento de felicidad a aquellos que la disfrutan. La comida no es una
materia informe para ser ingerida, sino una extraordinaria concentración de
historias, tradiciones y culturas diferentes. Cada detalle que sabes sobre lo
que comes contribuye a aumentar su bondad. Por lo tanto, para mí, como
originario de una pequeña ciudad de provincia, criado en una civilización
agrícola y ganadera, es imposible no pensar que la preparación de los platos y
rituales tradicionales que acompañaban al mundo de la alimentación son los más
valiosos para enseñar y transmitir a los jóvenes que vendrán.
-Terra Madre nació como una red, a
partir del ideario de Slow Food. Ahora asegura que está dispuesto a no
limitarla ni siquiera bajo la imagen de Slow Food. ¿Por qué?
-Porque cada gesto, grande o pequeño,
que se hace para apoyar a los productores locales, vivir de manera más
sostenible, evitar el desperdicio de alimentos y educar sobre cuestiones de
protección de la biodiversidad, tiene un valor y un impacto social, lleva
consigo un peso y una responsabilidad humana y civil.
Sería una tontería renegar todo esto
solo porque quien realiza una de estas acciones no pertenece al mismo
macrocontenedor.
-¿Si siembras bien, la utopía permite
cosechar realidad?
-Cosechas lo que siembras, siempre y
cuando lo hagas con valor, confianza y honestidad. Creo que el tiempo, además
de ser un valioso aliado para poner los acontecimientos en la perspectiva
adecuada, permite a la gente reconocer la validez o no de un proyecto. Si las
intenciones no son seguidas por acciones, todo es en vano.
Creer en un mundo menos contaminado,
en estilos de vida más sostenibles y en la protección de los ecosistemas no es
una utopía: requiere, sin embargo, el compromiso de todos. Y es un compromiso
que, si realmente lo ponemos en marcha, solo puede marcar la diferencia.
-¿Qué le parece las competiciones
entre cocineros, convertidas en espectáculos televisivos?
-Personalmente estoy en contra de la
espectacularización de la comida porque hay un riesgo muy grande de que se
caiga en la ridiculización, que se considere solo el aspecto estético que
procede de una linda presentación. Para mí esa es pornografía alimentaria;
significa quitar de la comida todos esos múltiples valores que nosotros
defendimos con lo “bueno, limpio y justo”.
Con mis palabras no quiero atacar
directamente a los cocineros, que muchas veces son personas muy buenas e
inteligentes, y que para respetar las dinámicas de los espectáculos se
transforman cuando salen en la televisión.
-La tradición nos identifica como
sociedad, y usted dice que ella no es inmutable. ¿Es posible conservar la
identidad con cambios sin perder su esencia?
-Conservar una identidad no debe de
entenderse como una visión nostálgica del mundo. La verdadera esencia de
nuestra identidad es su capacidad de seguir cambiando día tras día, acogiendo
las buenas influencias y las diversidades que proceden del exterior, para luego
ponerlas en valor con nuestra cultura y nuestros principios morales.
-¿Qué es Arca del Gusto?
–El Arca del Gusto es un proyecto
extraordinario cuyo objetivo principal es salvaguardar la biodiversidad
agroalimentaria del planeta y transmitir este inestimable patrimonio a las
generaciones futuras.
Recoge productos que pertenecen a la
cultura, la historia y las tradiciones de todo el planeta, y lo hace gracias a
la ayuda y las recomendaciones espontáneas de personas de todo el mundo que
tienen miedo a que sus orígenes estén desapareciendo debido al cambio
climático, las migraciones o los procesos de industrialización.
-¿Cuál es el rol de los pueblos
indígenas?
-Los pueblos indígenas son los
custodios de las actas que permiten vivir una relación armoniosa con nuestra
Tierra Madre. Además transmiten y mantienen vivo el conocimiento antiguo,
precioso para el mantenimiento de la biodiversidad mundial. Saben cómo vivir en
armonía con el planeta, sin alterar los ecosistemas.
-El agua comienza a cotizar en el
mercado de futuros de Wall Street. ¿Algo que pueda comentar? -¿No es
emblemático que una noticia tan seria sea pasada por alto en silencio por la
gran mayoría de los medios de comunicación internacionales? ¿Por qué no se está
hablando de ello, no se está creando un debate civil en torno a este evento?
El agua debería ser un bien común
garantizado a todos los habitantes del planeta, pero sabemos muy bien que esto
nunca ha sido así. La idea de que pueda ser objeto de especulaciones destinadas
a aumentar la brecha de desigualdades sociales que ya caracterizan el mundo en
el que vivimos es, sencillamente, inhumana.
Aurelio Alvarez Cortez
Fuente: Tu Mismo
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