El sendero espiritual
Desde numerosas
tradiciones y corrientes espirituales se insiste en que debemos matar o
extinguir el deseo. Pero, ¿qué significa exactamente esto?; ¿tiene realmente
sentido?, ¿cómo llevarlo a cabo?
Distintos tipos de
deseos
Lo primero a tomar en
consideración es que el ser humano tiene, obviamente, deseos de muy distinta
naturaleza. Básicamente, los hay de dos grandes tipos: los de perfil
egocéntrico (deseos egoístas, vulgares, soeces, ignorantes…), y los de carácter
fraternal (deseos altruistas, generosos, conscientes…).
Sabiendo esto, cuando
se alude a la extinción de los deseos se está señalando a los de la primera
clase, los deseos bajos y groseros, a los que hace mención el término sánscrito
“kamas”, del que deviene, a su vez, la expresión “kamásico” usada para
referirse a las influencias en las personas de las emociones y pasiones
materiales.
En cambio, no se han de
eliminar de ningún modo los deseos de naturaleza elevada. Por ejemplo, el de
evolucionar en nuestro proceso espiritual y colaborar, igualmente, en el de la
humanidad.
Se trata, por tanto, de
conocernos a nosotros mismos y, desde la observación y la aceptación de lo que
se mueve en nuestras esferas emocional y mental, extinguir lo inferior y
potenciar lo superior.
La transmutación de los
deseos
Lo segundo a tener en
cuenta es la necesidad de transmutar los deseos. Descartados ya los deseos
egocéntricos y centrados en los altruistas, una transmutación primaria y
fundamental consiste en transformar estos, los deseos de naturaleza elevada, en
auténticas aspiraciones de corazón. Esto servirá para sacar al deseo del ámbito
“kamásico” y situarlo en la órbita de lo “manásico”. Más concretamente, en lo
que en Teosofía se conoce como “manas superior”: la mente abstracta y
transcendente ligada al alma humana y sus cualidades.
Y no queda aquí la
cosa, pues corresponde, a continuación, efectuar una segunda transmutación que
es más sutil: la transfiguración de la aspiración en voluntad.
Se puede entender bien
en qué consiste volviendo al ejemplo del deseo de evolucionar espiritualmente.
Conforme a lo precedente, siendo un deseo de perfil elevado, lo habremos
transformado ya en aspiración. Pues bien, la nueva transmutación radica en
tomar consciencia de que continuamente estamos evolucionando en la medida de
nuestras posibilidades y de nuestro empeño.
Y será así como la
aspiración se transforme en determinación y resolución, yendo más allá del
ámbito de los deseos y entrando de lleno en el campo de la voluntad.
A modo de síntesis
1º No hay que dejar de
tener sentimientos o emociones, pues si así fuese dónde quedarían, por ejemplo,
la empatía, la simpatía, la comprensión o la compasión –tanto hacia nuestros
congéneres como la universal hacia todos los seres vivos–.
2º Lo que hay que
extinguir son los deseos de baja frecuencia vibracional, asociados al
egocentrismo, el egoísmo, la ignorancia, la irresponsabilidad y la
inconsciencia.
3º En paralelo, hay que
potenciar los deseos de naturaleza elevada y mayor gradación vibratoria y transmutarlos
en aspiraciones vitales sentidas y alentadas desde el corazón.
4º Y, finalmente, se
deben sacar estas aspiraciones del marco propio de los deseos para
introducirlas e inscribirlas en el ámbito de la voluntad y, por ende, de
nuestra capacidad de actuar con consciencia.
El dominio de nuestra esfera emocional
Los cuatro puntos
anteriores desembocan en la necesidad de dominar nuestra esfera emocional
–denominada por la Teosofía “cuerpo astral” y asociada al aspecto “kamásico”
del ser humano–.
De hecho, está en
nuestra mano mantener la esfera emocional bajo nuestro mando consciente. O, lo
que es lo mismo, tener completamente activa nuestra facultad de actuar sobre
ella a voluntad desde el profundo discernimiento de que no basta con abstenerse
de torpes acciones, sino que se requiere absoluto in-egoísmo para avanzar en el
sendero espiritual.
Emilio Carrillo
Fuente: Tu M ismo
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