Sabed
siempre que cuanto veis no es sino el reflejo de vuestros estados interiores.
No seáis pues como los ignorantes, que desean arreglar el mundo queriendo
arreglar a sus semejantes. Arreglaos primero en vuestros corazones y después
salid a arreglar, y yo os digo que ese día hasta los pajarillos irán tras
vosotros para escucharos.
Si
os unís, dejad que lo haga el corazón; mas nunca os organicéis, porque las
organizaciones traen de la mano a sus hermanas las normas y estas a sus
hermanos los ritos, y entre todos matarán al principio de verdad del que
nacieron.
Que
los grupos, pues, nazcan de dentro hacia fuera y nunca de fuera hacia dentro.
Porque mientras lo primero os abre a la evolución, lo segundo os corta las alas
del progreso y, con el tiempo, se vuelve más una cárcel que un jardín para
vuestros espíritus.
Abríos
a todos, a la vez; aquellos que se abran como vosotros, esos serán vuestros
hermanos conscientes.
Bien
sabéis que estas cosas no se realizarán ni porque las leáis ni porque las
enmarquéis en vuestras cabezas, sino sólo cuando las sintáis en cada latido de
vuestros corazones y las dibujéis con vuestra entrega y vuestro sacrificio
sobre la faz de esta Tierra.
En
verdad os digo que nadie dejará la Escuela del Mundo ni se elevará un solo
grado de ella si no vence a sus cuerpos...
Velad
pues, porque la hora del examen está pronta, y la campaña de recogida del grano
ya ha comenzado.
Se
habla mucho del mal del dinero, mas yo os digo: en su seno no es ni malo ni
bueno; es la utilidad que le dé el hombre aquello que lo hace malo o bueno.
Pensad siempre que todo cuanto se os da no es para vosotros sino para ser
portadores de ello y conductos hacia esos otros hermanos vuestros que más
necesitan. Aliviaos en ellos. Daos en ellos y realizaos por ellos.
El
maestro del mundo os tomará como canales para hacer llegar el agua viva a toda
la Tierra cuando hagáis esto. Cuando realicéis todas estas cosas, se abrirán
los ojos del Espíritu y veréis que no estáis solos, que nunca lo estuvisteis;
porque muchos hermanos mayores os guardan y preparan vuestros corazones para
que, al tañirlos, se expanda a todas las esferas el Santo Nombre.
Haced
pues por aquellos que veis fuera de vosotros porque sois vosotros.
Y
ahora sumaos en mí y, en silencio, decid con vuestro corazón: «Paz y amor a
todos los seres». Un abrazo fraterno a todos.
Cayetano
Arroyo
Fuente:
El Cielo en la Tierra
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